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Adrien Candiard: “La vida espiritual no es un videojuego en el que vas pasando de nivel”

El fraile dominico en el convento de El Cairo (Egipto) explica cómo saber si estamos haciendo un buen camino de Cuaresma





¿Cómo saber si estamos haciendo un buen camino de Cuaresma? Adrien Candiard, fraile dominico en el convento de El Cairo (Egipto), pone las cosas en su sitio: “Si este periodo es objeto de un esfuerzo puramente personal, nos perdemos lo esencial. Por el contrario, la vida espiritual se manifiesta por una actitud de acogida a la acción del Espíritu Santo en nosotros”.



PREGUNTA.- Cada año, después de Pascua, nos preguntamos si hemos tenido una buena Cuaresma. ¿Es posible fracasar en Cuaresma?

RESPUESTA.- No sé si se puede fracasar, pero tampoco sé si se puede tener éxito. Si haces de la Cuaresma un esfuerzo heroico, la habrás perdido. La vida espiritual no es un videojuego en el que vas pasando de nivel en nivel, dominando los datos del juego. La vida espiritual consiste en dejar que el Espíritu Santo actúe en nosotros. No dominamos este proceso. Nos abrimos a él, lo recibimos, lo esperamos, pero no lo dirigimos. Además, la vida espiritual rara vez es lineal. Por eso, la Cuaresma es un tiempo de esfuerzo, en el que intentamos poner las cosas en su sitio y volver a centrarnos en lo esencial.

P.- ¿Es positivo hacer buenos propósitos?

R.- Eso está bien, si no hacemos de estos propósitos el medio para merecer a Dios. Nunca merecemos a Dios, como Jesús recordó a los fariseos. Si la Cuaresma es una oportunidad para convertirnos en fariseos, la habremos desaprovechado totalmente. En mi libro cuento una anécdota sobre los Padres del Desierto, aquellos primeros monjes del desierto egipcio, que ha tenido un gran impacto en mí, para la Cuaresma como para todo lo demás. Es la historia de un novicio que se dirige a un viejo monje y le dice: “Abba, Padre, estoy malgastando mis días, soy un inútil”. El anciano monje le responde: “Incluso cuando malgasto mis días, doy gracias”. Incluso cuando sentimos que estamos malgastando nuestros días, que nos estamos estancando, que no crecemos en la vida espiritual, entregar esta dificultad a Dios y vivirla con Él ya es invertir la dificultad, utilizarla para volver a Dios, igual que, en un movimiento de judo, utilizas la fuerza de tu adversario dirigida contra ti. La tragedia de los momentos difíciles es cuando nos decimos a nosotros mismos que no somos dignos de Dios, que no estamos a a altura. Así que nos alejamos de Él, nos decimos: “Volveré cuando haya hecho mis ejercicios, cuando me presente bien y él pueda amarme”.

P.- La Cuaresma no es, pues, un ejercicio de virtud.

R.- Al contrario. En el peor momento del pecado, del mal, podemos utilizar este mal para volver a Dios y decirle: “Señor, te necesito absolutamente, ven a rescatarme”.

“Si la Cuaresma se centra en nosotros, es un fracaso”

P.- Entonces, ¿no podemos fracasar en Cuaresma?

R.- Podemos si la vivimos como fariseos, en la contemplación de sus virtudes heroicas. Si la Cuaresma se centra en nosotros, es un fracaso. Si no hemos conseguido cumplir nuestros propósitos y esto nos humilla, podemos utilizar la humillación para vivir la virtud de la humildad y volver a Dios. Si centrarnos en nuestras debilidades y dificultades nos lleva de vuelta a Dios, no habremos fracasado en la Cuaresma.

P.- Durante la Cuaresma hablamos mucho de ascetismo. ¿No forma el ascetismo parte de nuestra vida cotidiana, y para usted que es religioso aún más?

R.- La ascesis es el esfuerzo que tenemos que hacer para concentrarnos en lo que realmente nos hace felices, en la verdadera alegría, sin dejarnos distraer por todo lo que brilla a nuestro alrededor. El verdadero ascetismo es, por tanto, algo bastante alegre, porque volvemos a centrarnos en lo que nos hace vivir, en nuestros deseos más profundos, dejando de lado los deseos secundarios o las fantasías que se nos pasan por la cabeza.

P.- Pero a veces nos cuesta saber cuáles son nuestros deseos más profundos…

R.- Esto requiere un poco de tiempo, atención a uno mismo, a lo que uno es. Tenemos que encontrar a Dios en nuestra carne, en nuestra vida tal como es, no como nos gustaría que fuera. Tenemos que habitar esa vida, lo que requiere un poco de atención a nosotros mismos, conocernos.

“Muchas personas me dicen que cuando rezan no pasa nada”

P.- ¿Cómo hacerlo? ¿A través de la reflexión, de una revisión de vida?

R.- Cuando usted reza, ¿de qué habla con Dios? Muchas personas me dicen que cuando rezan no pasa nada. Pero muy a menudo la gente no está allí cuando reza. Ven en su lugar a un pequeño santo de escayola, un poco sulpiciano, sin defectos, sin deseos inconfesables, sin ira, sin celos… ¿Cómo puedes avanzar con Dios si no estás ahí? A veces nuestras preocupaciones, nuestras dificultades, nuestros enfados e incluso nuestra ira contra Dios son nuestra manera de estar ahí. Si se las presentamos a Dios, podemos empezar a avanzar. Si no, ¡es como pedirle a un cirujano que te cure sobre una foto que te muestra con buena salud! ¿Soy capaz de presentar a Dios lo que está mal y lo que creo que puede no gustarle? No estamos aquí para agradar a Dios, sino para ser nosotros mismos. Rezar es ser nosotros mismos con Dios, es también un acto de confianza. Es saber que Dios me ama infinitamente tal como soy, lo que no significa que no quiera ayudarme a progresar para llegar a ser aún más yo mismo. Pero su amor es incondicional, no espera a que yo sea el primero de la clase y agradable para amarme.

P.- Entonces, ¿la verdadera oración es la que dirigimos a Dios con todas nuestras limitaciones, todos nuestros defectos, todas nuestras imperfecciones?

R.- Dios nos hizo para el infinito, pero este infinito nace precisamente en nuestros límites, cuando aceptamos ser solo nosotros mismos, y no Teresa de Ávila o Juan Pablo II, cuando aceptamos que nuestra vida tiene límites. Es entonces cuando podemos abrirnos al verdadero infinito, es decir, a la presencia de Dios en nuestra vida.

P.- ¿Es realmente siendo uno mismo como se puede tener éxito en Cuaresma?

R.- Siendo nosotros mismos, ocupando la tierra prometida que es nuestra carne, en la que Dios nos espera.

“Hay que aprender a amar a los hermanos que uno no ha elegido”

P.- ¿Es la vida comunitaria una forma de ascetismo?

R.- Claro. Es una ascesis gozosa. Hay que aprender a amar a los hermanos que uno no ha elegido y que son realmente amables. No se les ama por deber, que sería triste, sino porque se descubre, viviendo con ellos, que son amables. Como dice a menudo san Juan en sus cartas, si no amas a la gente que ves, ¿cómo puedes amar a Dios a quien no ves? Es maravilloso vivir con hermanos que son, como usted y como yo, verdaderos iconos de Dios, que son a su imagen.

P.- ¿Vivir juntos como hermanos ya es una buena Cuaresma?

R.- Sí. Además, decidimos juntos lo que queremos vivir durante la Cuaresma, y aunque hagamos propósitos personales, toda una parte de la Cuaresma se vive en comunidad. Tenemos que aceptar lo que decide la comunidad. Lo que otros proponen puede ser menos heroico de lo que a mí me gustaría, pero puede ser más exigente para mí aceptar una decisión común.


*Entrevista original publicada en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva

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