Cultura

André Rieu: “Me encanta respirar la paz de una iglesia”





Vive en un castillo del siglo XVII en Maastricht (Países Bajos), ciudad donde nació, y que perteneció a Charles de Batz-Castelmore d’Artagnan (que inspiró a uno de los mosqueteros de Dumas), lleva más de cuarenta años casado y recorrre todo el planeta con los valses de Johan Strauss. Sus conciertos, que sus detractores critican con saña, son un espectáculo multimedia que levanta pasiones y agota entradas en Málaga, Barcelona y Madrid.



PREGUNTA.- Su vida no es normal. Además de vender 40 millones de álbumes y llenar estadios a ritmo de música clásica, posee un violín único. ¿Cómo se toca un Stradivarius del siglo XVII? ¿Alguna vez ha pensado en venderlo?

RESPUESTA.- Lo hubiera vendido durante la pandemia para salvar mi orquesta y pagar a mis músicos, pero, afortunadamente, no fue necesario. Como cualquier otra empresa, en los Países Bajos recibimos fondos del Gobierno, por lo que estoy muy agradecido. El violín data de 1692 y lo tengo desde hace un par de años. No existe otro instrumento en todo el mundo capaz de capturar mis emociones de la manera en que lo hace este violín. Crecí dentro de una familia musical: mi padre era director de orquesta y todos mis hermanos tocan uno o más instrumentos, según las capacidades que mi madre veía en cada uno de nosotros. Ella pensó que el violín sería idóneo para mí, y no se equivocó. ¡Le debo tanto! Es uno de los últimos instrumentos que fabricó Antonio Stradivari.

De Mozart a Michael Jackson

P.- ¿Existen para usted fronteras en la música o solo existe buena y mala música?

R.- En la música no hay fronteras, atraviesa todos los siglos, nacionalidades y épocas. Elijo mi repertorio con el corazón: cada vez que me emociona una determinada melodía, estoy seguro de que mi audiencia también se emocionará. No me importa si una pieza musical ha sido compuesta por Mozart o por Michael Jackson, siempre y cuando conmueva mis sentimientos.

P.- ¿Qué les diría a los puristas que arremeten contra sus espectáculos?

R.- En mis conciertos puedo ver 10.000 caras felices, no exagero… y una muy seria. De inmediato, me digo: “Ese es el crítico, ahí está” (risas). El compositor finlandés Jean Sibelius dijo que no hiciéramos caso de las palabras de los críticos porque jamás se había erigido una estatua en su honor. Yo les diría: “No analicen, no piensen. Disfruten y déjense llevar”.

Compartir
Etiquetas: música
Noticias relacionadas










El Podcast de Vida Nueva