La secretaria del Consejo Pastoral para la Protección de los Menores de la Conferencia Episcopal Argentina estimó en Vida Nueva que el mayor desafío es buscar que la Iglesia tenga estándares mínimos
Durante la semana pasada, se desarrolló el II Congreso del Centro de Protección de Menores de Latinoamérica, en la ciudad de Asunción (Paraguay), con la participación de más de 300 representantes de las Iglesias y congregaciones de todo el continente y de Europa, que reflexionaron sobre los abusos sexuales en la Iglesia.
El papa Francisco brindó un gran apoyo al presentarse, a través de un video, con un mensaje contundente. Volvió a pedir perdón por los pecados de los hijos de la Iglesia, y motivó a continuar sin dar un paso atrás, y a seguir con el trabajo de la prevención.
Después de este segundo Congreso, Vida Nueva dialogó con una de las expositoras y especialista en esta temática: María Inés Franck, para conocer sus impresiones sobre el encuentro y el desarrollo de esta pastoral en las iglesias locales.
Es Dra. en Ciencias Políticas y en Relaciones Internacionales y Licenciada en Derecho Canónico de la Universidad Católica Argentina. Además, es especializada en Doctrina Social de la Iglesia, y en Protección de los Menores de la UPM y la Pontificia Universidad Gregoriana. Actualmente, es miembro y secretaria del Consejo Pastoral para la Protección de los Menores de la Conferencia Episcopal Argentina. Fue recientemente nombrada directora de políticas de prevención en la Pontificia Comisión para la Protección de Menores.
PREGUNTA.- ¿Cuál es la situación de la Iglesia latinoamericana con respecto a esta temática? ¿Cómo evalúa los procesos que están desarrollando las distintas Iglesias del continente?
RESPUESTA.- La Iglesia en América Latina está avanzando firmemente en la elaboración de programas y políticas de prevención. Hay mucho compromiso y cuenta con profesionales muy capaces que están interviniendo cada vez más para asesorar a las autoridades eclesiásticas. Diría que América Latina es de los continentes que más uniformemente está avanzando en la prevención. Por supuesto que falta mucho por hacer, pero se está avanzando bien. También diría que estamos en una etapa en la que, al mismo tiempo que se están tomando medidas importantes para prevenir todo tipo de abusos, sufrimos el descubrimiento de algunos casos que parecen poner todo esto en duda. Sin embargo, considero que a pesar de ello se están poniendo medidas firmes.
P.- ¿Por qué el Congreso está centrado en estos tres verbos: atender, informar, comunicar?
R.- El Congreso se centra en estos tres verbos porque pensamos que hoy hace falta desarrollar las problemáticas que están detrás de la comunicación. Muchas veces no se comunica del todo bien, y otras veces no se da a conocer todo lo que se está haciendo. La comunicación con víctimas y denunciantes es otro punto central que creo que tendría que mejorar. Por eso, hemos puesto el acento en esos verbos.
P.- Ud. presentó un tema en el que se refirió a un camino no improvisado de la prevención hacia la gestión. ¿Cuáles son los puntos claves que brindó en su exposición?
R.- La idea principal que quise transmitir es que la prevención no es sólo cuestión de buenas intenciones, sino de actuar profesionalmente. Desde los principios de los cuales se parte, hasta la evaluación de lo que se ha hecho hay un camino que incluye aspectos morales, jurídicos, psicológicos, de sentido común y, para nosotros, también evangélicos y espirituales. Sólo poniendo en juego estas dimensiones y aplicando las mejores prácticas existentes alcanzaremos políticas y estructuras de prevención que respeten los derechos de todos y funcionen verdaderamente.
P.- ¿Cuáles son los mayores obstáculos que se encuentran para el abordaje y la gestión de los casos de abuso y la prevención?
R.- Creo que los mayores obstáculos están en la dificultad de contar con personas específicamente dedicadas a esto en la Iglesia. Además de que se trata de un cambio cultural que no podemos pretender que se lleve a cabo de un día para otro.
P.- ¿En qué medida estos encuentros sirven a las Iglesias locales? ¿Qué aportes y herramientas se llevan?
R.- Para mí, lo más importante de este tipo de encuentros es la concientización que se da, la posibilidad de “cargar pilas”, de ver otros aspectos de la prevención que a lo mejor se nos habían pasado por alto y, sobre todo, el potenciar la red de contactos y vínculos que hace que puedan buscarse soluciones globales.
P.- ¿Qué significa en términos prácticos ser la nueva directora de políticas de prevención en la Pontificia Comisión para la Protección de Menores (PCPM)? y ¿Qué significa para Ud. personalmente este cargo de consultora de este organismo tan central en el Magisterio del Papa Francisco?
R.- En términos prácticos significa el desafío de buscar que la Iglesia en todo el mundo tenga estándares mínimos de prevención y protección de la infancia. Por supuesto que es un desafío grande, porque implica abarcar con la mirada las distintas realidades de la Iglesia en todo el mundo, y eso es muy grande. Personalmente, además del desafío que decía recién, implica el de continuamente perfeccionarme para poder hacer un buen aporte, que realmente signifique una diferencia.