“Muchas de estas personas huyen de la persecución, los conflictos, la pobreza y las catástrofes naturales”
Tras el polémico anuncio del Gobierno de Rishi Sunak, por el que el primer ministro del Reino Unido busca aprobar una Ley de Inmigración que aplicaría la expulsión inmediata a sus países de origen de las personas que llegaran en pequeñas embarcaciones por el Canal de la Mancha, las críticas en el ámbito religioso arrecian con fuerza contra la formación tory.
La última en manifestarse ha sido la Conferencia Episcopal Escocesa, que ha condenado que dicho proyecto suponga en la práctica la supresión del “derecho al asilo”. Y es que, a juicio de los obispos, el camino no está en cerrar los ojos ante una realidad que ocurre porque “muchas de estas personas huyen de la persecución, los conflictos, la pobreza y las catástrofes naturales”.
De ahí que haya que buscar “respuestas”, promoviendo “rutas más seguras y legales para aquellos que buscan asilo en el Reino Unido”. “Si el Gobierno quiere realmente detener estas peligrosas travesías”, que ocasionan muchas veces muertes y son promovidas por mafias, “las rutas seguras” son “indispensables”.
En este sentido, para los prelados escoceses, una política con altura de miras, humanista, no puede concretarse en la negación absoluta como única respuesta: “Debido a la difícil situación en la que se encuentran, muchos refugiados y solicitantes de asilo están indocumentados y la nueva legislación los deportaría sin tener en cuenta cómo o por qué han llegado”.
Días atrás, la Conferencia Episcopal Británica ya criticó en esta misma línea el proyecto del Gobierno conservador con el documento ‘Amar al extranjero’, donde se defiende que el derecho al asilo implica “una oportunidad real” a proteger para muchas personas cuya situación es desesperada y que huyeron de su hogar, precisamente, para sobrevivir.
Además, decenas de líderes de diferentes confesiones cristianas del Reino Unido también han remitido al primer ministro una carta abierta en la que valoran este proyecto como “completamente incompatible con nuestra convicción cristiana de que todos los seres humanos están hechos a imagen de Dios y, por tanto, son intrínsecamente merecedores de un trato que honre su dignidad”.