La prima de Fernando El Católico y dama de honor de Isabel de Castilla ya es venerable
El papa Francisco ha autorizado hoy –tras recibir en audiencia a Marcello Semeraro, cardenal prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos– la promulgación del decreto sobre las “virtudes heroicas” de la sierva de Dios Teresa Enríquez de Alvarado (Medina de Rioseco, 1450 – Torrijos, 4 de marzo de 1529), laica y madre de familia, con cuatro hijos. El papa Julio II le puso el apodo de “la loca del Sacramento”, por lo volcada en fomentar dicho culto.
Se trata del primer paso en el proceso de beatificación de la prima hermana del rey Fernando el Católico, que colaboró en numerosas causas caritativas con la reina Isabel La Católica, de la que fue dama de honor.
Su causa de beatificación, deseada en el contexto de los Congresos Eucarísticos Nacionales de España de 1926 y 1999, se inició en Toledo en 2001 por iniciativa de las monjas Concepcionistas de Torrijos, que la encomendaron al padre Luca De Rosa, OFM, postulador general de los Franciscanos.
La venerable fue una noble española, famosa por su religiosidad y su dedicación a las obras de caridad. En 1475 se casó con el también noble Gutierre de Cárdenas. Tras su muerte, y después del matrimonio de sus hijos, se alejó de la pompa de la corte para abrazar un estilo de vida pobre según la espiritualidad franciscana. Se retiró a vivir a Torrijos, en el palacio familiar donde estableció la segunda comunidad de monjas concepcionistas, después de la de Toledo.
Muy devota de la Eucaristía, promovió la creación de cofradías para el culto del Santísimo Sacramento, en España, América Latina y en la Basílica de San Lorenzo en Damaso, Roma. En Torrijos fundó la colegiata del Corpus Christi, joya de la arquitectura gótico-renacentista española, considerada ‘caput et mater’ de las cofradías eucarísticas de España.
Enríquez de Alvarado administró el patrimonio familiar en beneficio de los pobres, educando a niños que quedaron huérfanos por la peste y el hambre, a niñas y mujeres de la calle, y a los enfermos, con la colaboración del sacerdote sevillano Fernando de Contreras.