Frente a la explanada de la Catedral de Córdoba, la Iglesia local participó de un acto, convocado por su propio arzobispo Ángel Rossi ante un hecho de violencia que vivió el padre Mario Oberlín, responsable de un hogar de rehabilitación de adictos.
- PODCAST: El cardenal Robert McElroy
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Estuvo acompañado con el Comité Interreligioso por la Paz (COMIPAZ) que brindó su adhesión, y participaron distintos funcionarios como el intendente y su vice, Martín Llaryora y Daniel Passerini, respectivamente.
El arzobispo expresó que en los argentinos y los cordobeses de buena voluntad hay un clamor, un grito entrañable que nace del corazón, con una mezcla de angustia, bronca, miedo e impotencia, pero también de esperanza de estar a tiempo, la “esperanza de que otra patria es posible, que entre todos podemos”.
Anhelos del corazón
Señaló que “Basta de droga y de violencia” es un anhelo que no sabe de grieta, sino que es puente que une a las orillas distantes, que no tiene partido, es del pueblo. Une a los que se sientan en una mesa común, donde el tema central es el bien común, el cuidado de todos, especialmente de los más débiles, vulnerados y vulnerables, los descartados, los tirados al borde del camino.
Este grito no es exclusiva de ninguna religión, “… es un templo común, donde hay lugar también para quienes no profesan ninguna fe, donde descalzamos el alma, juntamos las manos, donde lloramos y rezamos, porque nos duele y nos llena de impotencia ver a nuestros niños y jóvenes hechos víctimas de la miserabilidad de unos pocos, porque nos parte el alma el encierro de nuestros abuelos en nuestros barrios… Porque nos desespera la deserción de los chicos en el colegio, las aulas despobladas, reemplazadas por una esquina del barrio o un rincón de la placita”, compartió Rossi.
Agregó que luego las manos se hacen servicio, para ensuciarse en el “barro de la debilidad y no en el fango de la corrupción”, según la misión o el sitio que Dios nos ha puesto. De lo contrario, afirmó, “ellos seguirán ganando”.
Corresponsabilidad
En el mensaje, el obispo cordobés aclaró que en este quehacer, y dada su función, algunos tienen más responsabilidad que otros para administrar el bien común, pero algo hay que hacer bajo la bandera de la solidaridad: apagar alguna lágrima, mitigar una herida, acompañar la soledad, satisfacer un vacío en el alma o en el vientre, encender una luz sobre tanta situación tenebrosa.
Parafraseó al papa Francisco recordando que todos ‘Estamos todos en la misma barca’. “El problema es como dice el P. Rafael Velasco que mientras unos viajan en primera otros van amontonados en la bodega… Si hoy valoramos y aplaudimos a los que trabajan para que la nave no naufrague, sería muy bueno y digno que cuando el peligro haya pasado, no los lancemos por la borda”, opinó.
Agregó que con estas dificultades se generan otras: injusto reparto de riquezas, menosprecio a la culturas no dominante, el egoísmo, aumento de descartados, explotación, exclusión, indiferencia. Cree que, como también mencionó el Papa no hay que contagiarse de los síntomas de la sociedad enferma, sino mirar el modelo del buen samaritano: la atención al débil, el cuidado, cercanía, escucha y diálogo, resolución pacífica de conflictos, la salida de nosotros mismos renunciando a los propios intereses.
Protagonismo y obligaciones
El obispo Rossi reiteró: “Estamos a tiempo, pero que nos quede claro que si no actuamos hoy, dejaremos de ser protagonistas.. para convertirnos en meros espectadores de esta tragedia, contemplaremos esta película de terror desde la butaca de nuestra indiferencia o de nuestra negligencia cómplice”. Afirmó que es la hora de la verdad; es el desafío presente al que no hay que temer, al que no hemos de tenerle miedo.
Destacó que entre las obligaciones cívicas está la del compromiso cotidiano con los marginados y sufrientes, y ser solidario hoy no es la práctica de gestos amables esporádicos, sino que hace a nuestra identidad de personas; es atreverse a “que nos duela, un poco al menos, el dolor de los dolidos”. Que nos duela lo que otros sufren, y haciéndolo nuestro, obremos en consecuencia.
Pidió atreverse a soñar, como insiste Francisco, con la mente y el corazón; soñar con un nuevo humanismo y una nueva Argentina joven, capaz de ser todavía una madre que tenga, respete y ofrezca esperanza de vida; que se hace cargo de los chicos y los jóvenes; que socorre al pobre y a los migrantes; a los enfermos y ancianos. Una Argentina de las familias, con políticas que se centren más en los rostros que en los números. “Sueño una Argentina que promueva y proteja los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos”, exclamó.
Finalmente, retomando el desafío de la esperanza, recitó las palabras de Mario Benedetti en ‘No te rindas’:
No te rindas, aún estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre,
retomar el vuelo.
No te rindas
que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños.
No te rindas
por favor no cedas
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y
tuyo también el deseo
porque no hay heridas
que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
quitar los cerrojos,
abandonar las murallas
que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto
recuperar la risa,
bajar la guardia
y extender las manos,
desplegar las alas
e intentar de nuevo,
Celebrar la vida
y retomar los cielos
No te rindas,
por favor no cedas,
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.