Ayer, jueves 29 de marzo, la Santa Sede dio un paso histórico con su rechazo de la llamada ‘Doctrina del Descubrimiento’. Así, en una nota conjunta del Dicasterio para la Cultura y la Educación y del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, se condenaron los muchos “actos de maldad” que se dieron, hace cinco siglos, en el proceso de colonización de América por parte de Europa.
Apenas 24 horas después, el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, explica en una entrevista en ‘Vatican News’ qué es lo que les ha movido a dar este paso: “Los pueblos indígenas de Canadá, y en general, de las Américas, lo han pedido. Han pedido una explicación y un repudio de la llamada ‘Doctrina del Descubrimiento’”.
Como explica el purpurado jesuita, era necesaria una “nota formal”, oficial, que complemente la “respuesta pastoral” que ya ofrecieron Juan Pablo II y Francisco cuando, en 1984 y 2022, respectivamente, visitaron Canadá y pidieron perdón. Lo mismo que, como recuerda Czerny, hicieron los papas en otros países americanos: “En julio de 2015, estuve en Bolivia cuando Francisco, repitiendo lo que dijo san Juan Pablo II, pidió a la Iglesia que ‘se arrodille ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos e hijas’”.
Reconociendo “los muchos y graves pecados cometidos contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios durante la llamada conquista”, es como se podrá sanar una herida de siglos: “La Santa Sede y los obispos canadienses y estadounidenses desean realmente que esta declaración, que lamenta lo sucedido, contribuya a la curación y a la reconciliación con los pueblos indígenas”.
En este sentido, el Vaticano revisa su propia acción histórica, pues, en pleno siglo XV, cuando Cristóbal Colón llegó a América y se inició una carrera entre las potencias europeas por colonizar el llamado Nuevo Mundo, empezando por Alejandro VI, hubo tres bulas papales que “concedían a los colonizadores el derecho a tomar posesión de las tierras y los bienes indígenas”.
Para Czerny, en tanto en cuanto que “una bula es una decisión o declaración política oficial”, no nos interpela “en el sentido del magisterio o la enseñanza”. Concretamente, las bulas alejandrinas, obtenidas del pontífice valenciano por los Reyes Católicos, buscaban “evitar la guerra y mantener el orden entre Portugal y España, que competían por colonizar el llamado Nuevo Mundo, y para conseguir el apoyo de los reyes para evangelizar nuevos territorios”.
Pero, “unas décadas más tarde, las bulas quedaron obsoletas e inválidas, ya que los papas defendieron explícitamente los derechos de los pueblos indígenas y trataron de protegerlos de las explotaciones y abusos de los colonizadores”. Por ello, el prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral reivindica que “la enseñanza oficial de la Iglesia defiende el respeto debido a todo ser humano y repudia cualquier concepto que no reconozca los derechos humanos inherentes a los pueblos indígenas, incluidas las declaraciones realizadas en aquellas bulas papales de finales del siglo XV. No basta con rechazar esa triste historia, sino que hay que reconocer, proteger y promover la dignidad de toda persona humana, y por tanto los derechos de los pueblos indígenas”.
Y es que, reconoce Czerny, lo cierto es que duele leer el lenguaje que se empleó al escribir las bulas papales que legitimaron inicialmente la conquista: “Cuando hablan de dominación, subyugación, apropiación de tierras y esclavitud, es absolutamente terrible para nosotros leer esto hoy, para los pueblos indígenas y para todos los demás. Para responder a un lenguaje agresivo y vergonzoso, no basta condenarlo o decir que es terrible, no. Lo primero es abrirse a considerar qué se ha dicho, pero también qué quería decir en su contexto histórico, científicamente hablando”.
Todo ello sin olvidar que, cinco siglos después, “todos los implicados, la generación actual de pueblos indígenas y la generación actual de colonos, tienen que reconocer lo que se dijo y por qué, y luego ver cómo evolucionaron las cosas; quizá lo más importante sea reconocer los efectos de la colonización que perduran hasta hoy y hacer causa común para superarlos lo antes posible: respeto a la identidad, al idioma, las culturas y los derechos de los pueblos indígenas”.
Solo desde esta actitud de “trabajar juntos para mejorar las condiciones de vida y facilitar el desarrollo” se podrá, al fin, “caminar hacia adelante en solidaridad con un objetivo de curación y reconciliación, que parte de la escucha, como lo estamos viviendo en este proceso sinodal”.