El purpurado salvadoreño expresó su sentir al cumplirse un año del estado impuesto por el presidente Nayib Bukele, que ha detenido a más de 66 mil personas vinculadas con las pandillas de las “maras”
El pasado 28 de marzo se cumplió un año de la entrada en vigor del “régimen de excepción” aplicado por el gobierno del presidente Nayib Bukele en El Salvador; con dicha medida, se han detenido más de 66,000 personas vinculadas principalmente con las pandillas de los “maras”, y a decir de las autoridades, se ha logrado una reducción en la incidencia en los homicidios.
Este régimen de excepción le ha ganado al gobierno salvadoreño muchos cuestionamientos en torno a la violación de los derechos humanos al realizar las aprehensiones; a estas críticas se sumó el cardenal Gregorio Rosa Chávez, obispo emérito de San Salvador.
En su última homilía pronunciada en la Catedral Metropolitana de San Salvador, el 24 de marzo, en el cuadragésimo tercer aniversario del martirio de san Óscar Romero, el cardenal Gregorio Rosa Chávez señaló que el régimen de excepción atenta contra garantías constitucionales como el derecho a la libertad de asociación y reunión, el derecho a la privacidad de las comunicaciones y el debido proceso, entre otros.
Por ello, manifestó su tristeza “al ver cómo sufre tanta gente”, pues “su grito de dolor es ahogado”; frustración “al ver lo poco que se puede hacer para llevar alivio” y vergüenza porque “muchos hermanos y hermanas golpeados por esta situación política, sienten que les hemos fallado. No hemos cumplido el mandato de monseñor Romero: ‘El pastor debe estar donde está el sufrimiento’”.
Asimismo, el cardenal dijo sentir impotencia porque “nuestra voz, igual que la de tantos representantes de la sociedad civil y personas que realmente quieren el bien del país, es ‘una voz que clama en el desierto’. Nunca nos ha respondido el gobierno cuando hemos hecho una petición los obispos de El Salvador”.
También dijo sentir culpa pues “muchos de nosotros nos hemos acobardado, nos hemos acomodado, nos hemos quedado mudos, hemos caído en la indiferencia. Parecemos un pueblo anestesiado, acomodado en su pequeño mundo, gozando de una paz muy semejante a la paz de los cementerios“.
No obstante, dijo aún tener esperanza, pues tuvo conocimiento de que probablemente sean liberados tres mil reclusos que ya no pasarían por los juzgados, “algunas de esas denuncias vienen de la oficina de derechos humanos del arzobispado”.
Por otro lado, con base en los casos que la Iglesia ha atendido, el cardenal explicó que “se persigue sobre todo a jóvenes que viven en zonas de riesgo, de alta vulnerabilidad, sin contar con un motivo específico de detención. Es un estigma contra estas poblaciones. La mayoría son de zonas consideradas peligrosas por la presencia de pandillas. Los soldados y los policías piensan que si viven allí son pandilleros. Punto. Por tanto, los llevamos presos. En muchos casos les han detenido al regresar de sus trabajos o al estar en su vivienda”.
Finalmente se dirigió a las personas del gobierno que sirven al régimen de excepción: “¿Cómo pueden dormir tranquilos viendo que la excepción se ha convertido en regla, es decir, en lo normal? ¿Cómo pueden aceptar como normal que la gente que sufre no se pueda expresar públicamente ni organizarse pacíficamente? ¿Cómo pueden ver como algo normal que todos los canales de diálogo estén cerrados?”.
Refirió que hay muchos organismos internacionales y personas “de alta calidad humana y ética” que están preocupados; “desde los países democráticos no pueden sentirse indiferentes ante las condiciones en que viven muchos privados de libertad, tan semejantes a las que se vivieron en los campos de concentración“.
Finalmente, pidió a monseñor Romero: “ayúdanos a quitar los velos de nuestros ojos y ayúdanos para que hagamos nuestro el proyecto de Dios por el que dio la vida Jesucristo y tú también, un día como hoy, hace cuarenta y tres años”.