Acaba de presidir la misa para las monjas de un convento cercano. Ha dormido poco más de tres horas, pero no se percibe signo de cansancio en fray Marcos. “Está siendo un tiempo intenso. Y lo que queda…”, avisa sin dar más pistas. ‘MasterChef’, el concurso culinario del “prime time” televisivo arrancó la noche del 27 de marzo con una doble entrega. Él, dominico, conseguía el delantal blanco que le acredita como uno de los 23 participantes del programa de referencia de TVE a las órdenes de Samantha Vallejo-Nágera, Pepe Rodríguez y Jordi Cruz. La emisión terminó de madrugada y recibió un aluvión de mensajes de apoyo en su móvil, de España y del otro lado del charco, que no podía dejar de contestar.
“Algunos de mis hermanos tenían dudas sobre mi participación por miedo a que me expusiera demasiado y expusiera demasiado a la Iglesia. Pero aquellos temores se disiparon cuando uno de los frailes exclamó: ‘¿Qué tenemos que ocultar? Somos hombres normales y corrientes que hemos optado por seguir al Señor y eso es lo que va a intentar a hacer Marcos’”, explica este venezolano que lleva desde 2020 en España sobre el respaldo “cien por cien” que le está ofreciendo su comunidad en esta aventura, que este periodista, teólogo y filósofo considera un medio más de evangelización.
No en vano, forma parte del equipo de promoción vocacional y juvenil en el vicariato de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario en España. “Queremos vocaciones, eso lo tenemos todos claro. Antes muchos chicos venían a llamar a las puertas de los conventos, pero hoy donde tocan es en las puertas de las redes sociales y de las pantallas. Veo ‘MasterChef’ como una oportunidad de mostrar cómo seguimos a Cristo, acercarnos a la gente que nos puede ver como bichos raros”, expone en conversación con Vida Nueva en el comedor de la parroquia de San Pedro Mártir, a las afueras de Madrid.
Pero, ¿cómo llegó a meterse en los fogones mediáticos? “Como en la comunidad tenemos cocinero, de vez en cuando voy a casa de amigos colombianos y venezolanos a quitarme el gusanillo. Los latinos somos muy dados a hacer de la cocina el espacio para compartir la vida y, mientras preparas unas arepas, una amiga te puede contar que le dejó el novio o tu primo te explica que tiene problemas para llegar a fin de mes. En una de esas cenas, en noviembre, alguien, entre bromas, me apuntó al casting del programa”, detalla. Ni por asomo imaginó que tendría continuidad. Se equivocaba. Gracias al pollo al horno que preparó en aquella velada, se ha convertido en el primer clérigo que pisa el plató en los diez años y once ediciones del “talent show”.
Se podría decir que se ha tomado en sentido literal el encargo de Jesús de Nazaret a ser sal, a redescubrir a Dios en las placas de inducción que no tenían los fogones de santa Teresa. “No hay que olvidar que la sal no solo da sabor, sino que sirve para mantener los alimentos cuando no hay nevera, para curar y sanar heridas. Y ahí tenemos que estar los cristianos”, añade.
Al plató llega con alguna que otra receta para acabar con esa desconexión entre la Iglesia y la sociedad: “El primer ingrediente que tenemos que echar es un toque de alegría y el segundo, ser testimonio. Pero no un testimonio de seres perfectos, sino, desde nuestra debilidad, mostrarle a la gente de a pie que el Señor te llama con ‘tu todo’, no desde una pureza ficticia”. Su reflexión no se queda ahí. “A veces, da la impresión de que transmitimos que los creyentes somos como un robot o un pinocho de madera que se maneja con hilos desde arriba, cuando somos seres humanos como los demás”, recuerda el dominico echando mano de ese ‘en mi debilidad me haces fuerte’ de san Pablo.