Tras pasar tres noches en el hospital Gemelli de Roma, el papa Francisco ha presidido la eucaristía del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor en la Plaza de San Pedro. Como hiciera ya en la Semana Santa de 2022, el pontífice ha presidido los ritos iniciales, aunque en esta ocasión se ha desplazado junto al obelisco central en un coche panorámico, en lugar de permanecer en el atrio como el año pasado. El pontífice, con una estola simple sobre el abrigo papal, la dulleta, ha introducido la celebración y bendecido los ramos de olivo.
El Papa escuchó el Evangelio de la entrada en Jerusalén sujetando su propia palma trenzada por artesanos de Elche y participó el la procesión desde el automóvil. El resto de la misa, debido a su dolor de rodilla, Bergoglio la ha seguido en el lateral del altar situado en el atrio de la basílica vaticana con capa pluvial, como viene haciendo también durante los últimos meses. En las voz del Papa se ha notado en ocasiones que está en proceso de recuperación de una bronquitis.
Los obispos y cardenales presentes son quienes han participado en la procesión con los ramos. En la misa el idioma predominante ha sido el italiano –también en la lectura de la Pasión–, aunque se han incluido peticiones en polaco, portugués, hindi, francés y chino. Además, la lectora de la epístola lo hizo vestida con los colores de ucrania, azul y amarillo. Como es habitual, tres diáconos han cantado el relato de la Pasión, en este año según san Mateo y lo han hecho con la fórmula abreviada. El cardenal responsable de pronunciar las palabras de la plegaria eucarística ha sido el argentino Leonardo Sandri como vicedecano del Colegio Cardenalicio.
Tras la lectura de la Pasión según san Mateo, el papa Francisco, en su homilía, resaltó que “el sufrimiento de Jesús fue grande” ya que “sufrió en el cuerpo: de las bofetadas a los golpes, de la flagelación a la corona de espinas, hasta llegar al suplicio de la cruz. Sufrió en el alma: la traición de Judas, las negaciones de Pedro, las condenas religiosas y civiles, las burlas de los guardias, los insultos bajo la cruz, el rechazo de muchos, el fracaso de todo, el abandono de los discípulos”. Aunque, añadió “en todo este dolor, a Jesús le quedaba una certeza: la cercanía del Padre”.
En su pasión, apuntó el Papa, Jesús muestra el sufrimiento “del espíritu; en la hora más trágica, Jesús experimenta el abandono de Dios. Nunca antes había llamado al Padre con el nombre genérico de Dios”. “El acontecimiento es, pues, real y el abajamiento es extremo. El Señor llega a sufrir por amor a nosotros, lo que nos es difícil incluso de comprender. Ve el cielo cerrado, experimenta la amarga frontera del vivir, el naufragio de la existencia, el derrumbamiento de toda certeza”, clamó el pontífice.
Un abandono, prosiguió Bergoglio, que es el que se describe “en las más dramáticas heridas de las relaciones. Cristo llevó todo ello a la cruz, tomando sobre sí el pecado del mundo. Y en el momento culminante, el Hijo unigénito y amado experimentó la situación que le era más ajena: la lejanía de Dios”.
Una pasión, señaló Francisco, en la que Jesús “se hizo solidario con nosotros hasta el extremo, para estar con nosotros hasta las últimas consecuencias. Para que ninguno de nosotros pudiera considerarse solo e insalvable. Experimentó el abandono para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado para siempre”. Y es que, añadió, “esto no es un espectáculo” aludiendo al evangelio proclamado. “Hermano, hermana, lo hizo por ti, por mí, para que cuando tú, yo, o cualquiera se vea entre la espada y la pared, perdido en un callejón sin salida, sumido en el abismo del abandono, absorbido por el torbellino del ‘por qué’, pueda tener esperanza”, interpeló.
“No es el final, porque Jesús ha estado allí y está ahora contigo. Él, el Padre y el Espíritu sufrieron el alejamiento del abandono para acoger en su amor todos nuestros distanciamientos. Para que cada uno de nosotros pueda decir: en mis caídas, en mi desolación, cuando me siento traicionado, descartado y abandonado, Tú estás ahí, Jesús. En mis fracasos, Tú estás conmigo. Cuando me siento errado y perdido, cuando ya no puedo más, Tú estás ahí, Tú estás conmigo. En mis “por qué” sin respuesta, Tú estás conmigo”, añadió.
Y es que, explicó el Papa, “así es como el Señor nos salva, desde el interior de nuestros ‘por qué’. Desde ahí despliega la esperanza”. Porque Jesús, añadió, “en el abandono se entrega. No sólo eso, sino que en el abandono sigue amando a los suyos que lo habían dejado solo y perdona a los que lo crucifican”. “Así escomo el abismo de nuestra maldad se hunde en un amor más grande, de modo que toda nuestra separación se transforma en comunión; toda distancia en cercanía; toda oscuridad en luz. El culmen de nuestra miseria es abrazado por la misericordia. He aquí quién es Dios y cuánto nos ama. ¡Cuánto nos quiere! ¡Cuánto le hemos costado!”, exclamó.
“Un amor así, todo para nosotros, hasta el extremo, puede transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne, capaces de piedad, de ternura, de compasión. Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados. Porque en ellos no sólo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo hasta lo más profundo de nuestra condición humana. Por eso quiere que cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se asemejan a Él, en el momento extremo del dolor y la soledad”. Un abandono que el Papa comparó con un sin techo que falleció hace una semana bajo la columnata de la Plaza de San Pedro.
Por ello, lamentó Francisco que “hoy hay tantos ‘cristos abandonados’. Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas. Pero también hay tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos que pueden ser tu madre o tu madre o tu abuela abandonados en el geriátrico, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor y no encuentran otro camino que el suicidio… son los abandonados hoy, los cristos de hoy”, enumeró el pontífice.
Para el Papa, “Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados. Para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede ser marginado; nadie puede ser abandonado a su suerte. Porque, recordémoslo, las personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo. Nos recuerdan la locura de su amor, su abandono que nos salva de toda soledad y desolación. Pidamos hoy la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada”. “No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos; cuidemos de aquellos que han sido dejados solos”, concluyó.
El papa Francisco, al final de la celebración del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, antes de la Bendición Apostólica, ha rezado el ángelus con los fieles presentes. Una ocasión que el pontífice aprovechó para saludas a todos los fieles y agradecer su “participación y también vuestras oraciones, que habéis intensificado en estos días”, a lo que los presentes respondieron con un aplauso. Además, dirigió “una bendición especial a la Caravana de la paz que en estos días ha partido de Italia hacia Ucrania, promovida por diversas asociaciones”. Bergoglio explicó que “junto con artículos de primera necesidad, llevan la cercanía del pueblo italiano al atormentado pueblo ucraniano, y hoy ofrecen ramos de olivo, símbolo de la paz de Cristo. Unimos este gesto a la oración, que será más intensa en los días de Semana Santa”.
Finalmente invitó a todos a vivir la Semana Santa “como nos enseña la tradición del santo pueblo fiel de Dios, es decir, acompañando al Señor Jesús con fe y amor. Aprendamos de nuestra Madre, la Virgen María: ella siguió a su Hijo con la cercanía de su corazón, fue una sola alma con Él y, aunque no comprendía, junto a Él se entregó plenamente a la voluntad de Dios Padre. Que la Virgen nos ayude a permanecer cerca de Jesús presente en las personas que sufren, descartadas, abandonadas”, concluyó deseando “a todos un buen camino hacia la Pascua”.