El centro de Bogotá tiene sus contrastes y como escribiera el escritor Mario Mendoza, en esta ciudad gótica también coexiste esa ‘otra cara de la moneda’, que muchas veces la gente del común ve con indiferencia. Pensando en ellos, la Iglesia de Bogotá, con Luis José Rueda al frente, ha creado el Distrito de la misericordia.
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Se trata de un espacio en el barrio Las Cruces, donde se hace palpable la pobreza extrema y, por ende, las necesidades de las diferentes ciudadanías callejeras: ancianos, niños desescolarizados, migrantes, desplazados.
Para Jorge Eliécer Arias Toro, animador de la coordinación arquidiocesana del cuidado de la dignidad humana y director de la Fundación Domus Colombia, se trata de una zona en extrema pobreza “que mueve nuestras entrañas de misericordia para ayudar a otros que tanto lo necesitan”.
Allí –explica el sacerdote – se presentan problemáticas de toda índole. Hay pobreza moral, pobreza física; hay muchos ancianos en abandono; consumo de sustancias, por consiguiente, muchos habitantes de calle.
En esta barriada emblemática, que data del siglo XIX, en el suroriente del centro de Bogotá, tienen el centro de acogida, donde brindan ayuda física (material) en atención a las necesidades básicas; orientación espiritual; procesos terapéuticos; apoyo al restablecimiento de derechos; formación académica y humano – cristiana.
Un trabajo articulado
En este Distrito de la misericordia trabajan varias comunidades religiosas. Entre estas, la Congregación Siervas de Cristo Sacerdote, que atiende a adultos mayores y a niños, niñas y adolescentes, en tres centros de atención, ubicados alrededor de una de las manzanas del sector.
También participan el Centro de Pastoral y Desarrollo Emaús, que brinda atención a adultos mayores y a habitantes de calle, con desayuno diario; apoyando cerca de 80 niños, niñas y adolescentes con nivelación escolar, integración al sistema educativo, desayuno y almuerzo; y a madres cabeza de familia, proporcionando acompañamiento y orientación.
El Hogar Sagrada Familia, que protege a niñas con derechos vulnerados entre los 7 y 21 años, donde un equipo interdisciplinario de 35 profesionales atiende y orienta a 95 niñas, que viven en este hogar y el Hogar Clarita Santos, que brinda atención a 49 menores con discapacidad cognitiva, múltiple y sensorial, desde las 6 de la mañana, hora en la que los recoge la ruta, hasta las 4 de la tarde.
Por su parte, la congregación Siervas de Cristo Sacerdote cuentan con la Casa de la Esperanza ‘Hermano Ettore’, donde reciben a mujeres de personas internadas en los hospitales de la zona o que requieran algún tratamiento médico y no cuentan con hospedaje. Esta obra es acompañada por las Hermanas Pequeñas Apóstoles de la Redención.
Otras organizaciones se suman a este distrito para atender a abuelos y niños: el Centro Pastoral para el Cuidado de la Tercera Edad ‘Hermano Ettore’ la parroquia Nuestra Señora del Carmen – Las Cruces, que opera desde 1907.
Compromiso pastoral
En la localidad de Santa Fe, en la zona de tolerancia, también se ha erigido el Distrito de la misericordia de la mano de la Congregación de Jesús y María (Padres Eudistas). En este espacio funciona la Casa El Refugio, en alianza con la red Tamar, donde atienden a mujeres en situación de calle, personas vulnerables, personas con Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, y población de distinta edad en situación de pobreza.
La red Tamar, junto con las adoratrices, hermanas del Buen Pastor, oblatas acompañan en procesos psicológicos, médicos y emprendimiento a mujeres en situación de vulnerabilidad.
Es en 2017, según reseña la arquidiócesis de Bogotá, cuando se crea la Red por la dignidad humana, una instancia en la que participan instituciones y organizaciones religiosas lideradas por religiosos y laicos.
Su objetivo es llegar a personas y familias afectadas por el flagelo de las adicciones. Las hermanas de la Sagrada Familia animaron esta iniciativa a partir de su experiencia y carisma con apoyo de la organización internacional de fieles ‘Fazenda de la Esperanza’, asentada en Brasil y que cuenta con lugares de rehabilitación en toda América Latina.
En definitiva, como refiere Arias Toro se trata de centenares de obras de Iglesia católica que, “calladamente, se van extendiendo a lo largo y ancho de la capital colombiana”.
“Este Distrito de la Misericordia es una significativa muestra del compromiso pastoral, social y evangelizador de una Iglesia que busca transparentar el rostro de Cristo, y avanzar hacia una realidad de comunión, participación y misión”, acotó.
Foto: Arquidiócesis de Bogotá