El papa Francisco mantiene la costumbre, desde que era arzobispo de Buenos Aires, de celebrar la misa de la Cena del Señor, en la tarde del Jueves Santo, de manera restringida en una institución con personas vulnerables –frente a la tradición de los papas de acudir a San Juan de Letrán–. En esta ocasión, superada la pandemia, el pontífice ha presidido la eucaristía que introduce en el Triduo Pascual en centro de reclusión de menores de Casal del Marmo, en la periferia de Roma. Precisamente esta es la institución a la que acudió en su primer Jueves Santo como Papa, hace ahora diez años. Una década en la que ha pasado esta tarde en cárceles, centros de refugiados, de atención a enfermos e, incluso, en la capilla privada de un cardenal aparentemente caído en desgracia.
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El director de la Sala de Prensa del Vaticano, Matteo Bruni, confirmó el pasado 1 de abril, esta visita del pontífice que a pesar de celebrarse de forma restringida y no abierta al público se ha podido seguir por primera vez íntegramente en directo –y no a partir de transcripciones de la homilía espontánea del Papa o la distribución de algunas imágenes–. Uno de los elementos específicos de esta celebración es el rito del lavatorio de los pies. Em 2013 el Papa cumplió la tradición con diez chicos de diferentes países y confesiones religiosas.
El Papa llegó en silla de ruedas a la capilla en la que esperaban los jóvenes así como diferentes autoridades y funcionarios. Un pequeño coro con una guitarra animó la celebración. El pontífice, con báculo de madera, estuvo acompañado en la sede simplemente por Diego Giovanni Ravelli, el Maestro de las Ceremonias Litúrgicas Pontificias, esta vez con casulla como concelebrante y no con el hábito talar ya que ha pronunciado la Plegaria eucarística. En la asamblea, un grupo de jóvenes que ha seguido atentamente a través de una fotocopias a color la sencilla liturgia en la que las lecturas las han hecho una funcionaria de prisiones de uniforme y un adulto, mientras que el capellán de la cárcel, Nicolò Ceccolini, proclamó el evangelio. En la celebración han querido estar presentes también algunos jóvenes reclusos musulmanes que viven el ramadán en estos días.
Jesús te lava los pies
Tras la proclamación del evangelio con el relato del lavatorio de los pies, Francisco ha llamado la atención sobre el gesto de Jesús que era propio de los esclavos algo que escandalizó a los discípulos. El Papa invitó a “ayudarnos los unos a los otros, a darnos la mano con un corazón noble”. “Jesús sabe lo que tienes dentro y te quiere así y te lava los pies, Él no se asusta jamás de nuestras debilidades, solo quiere acompañarte, tomarte de la mano para que la vida no sea tan dura”.
El rito, ha insistido el pontífice, no es “algo folclórico, es un gesto que nos indica cómo debemos ser nosotros” frente a quienes se aprovechan de los demás o vive injusticias o dificultades. Todos tenemos “la dignidad de ser pecadores”, ha recalcado como llamada a ayudarse mutuamente y seguir con la vida. “Jesús me ha lavado los pies, Jesús me ha salvado, jamás me abandona”, ha invitado a todos que piensen durante el gesto que ha hecho continuación, tras advertir de sus problemas de movilidad.
Francisco, ayudado por un bastón, ha lavado y besado los pies a un grupo de 12 menores –chicos y chicas– recluidos que se han colocado en un estrado para que el pontífice que, explicó “no camino bien”, no tenga que forzar su rodilla. Algunos han respondido saludándole y besándole la mano o contándole alguna confidencia –un joven de origen croata le ha insistido al Papa que reza mucho por él–. Los que han participado en este gesto han sido de diferentes nacionalidades, etnias, culturas, idiomas y confesiones religiosas, según informó el Vaticano. Al final de la celebración, la directora de la institución, Maria Teresa Iuliano, visiblemente emocionada agradeció las palabras y la visita del Papa, quien abandonó la capilla entre aplausos.