Vaticano

Cantalamessa propone la muerte de Dios del Viernes Santo frente al ‘agujero negro’ del nihilismo

El papa Francisco preside la celebración de la Pasión del Señor, el más sobrio de los oficios de la Semana Santa, en la basílica vaticana





Tras la celebración de la Cena del Señor, que el papa Francisco presidió en el centro de reclusión de menores de Casal de Marmo, el Viernes Santo la celebración de la Misa se suspende hasta la noche del sábado para contemplar al Crucificado. Todo con una sobriedad que alcanza incluso a la imponente basílica de San Pedro. Los oficios comienzan con el expresivo gesto de la llegada en cierta penumbra a la Basílica de San Pedro donde la celebración de la Pasión comienza sin cantos, una procesión de entrada reducida y con el papa Francisco ya revestido con casulla roja y entrando en silla de ruedas sustituyendo la postración en oración sobre el suelo frente al baldaquino de Bernini con el altar completamente desnudo por un instante de silencio despojado de la mitra y el solideo debido a sus problemas de movilidad.



Así ha comenzado una celebración que ha incluido, como es habitual, una Liturgia de la Palabra en torno al texto de la Pasión del evangelista san Juan –que el pontífice ha seguido sentado en la sede preparada para la ocasión poniéndose en pie en silencio en el momento de la narración de la muerte de Jesús–, la Adoración de la Cruz –siempre sin poder arrodillarse el Papa por su dolencia en la rodilla, hecha sin la casulla y en la propia sede– y el Rito de la Comunión. Solo recogimiento, oración y devoción entre los rayos de luz que desde las cinco de la tarde se colaban por las ventanas de la cúpula de Miguel Ángel.

Huir de la nada

El Papa, que preside la celebración, en cambio no hace la homilía. Ha sido, como es habitual, el predicador de la Casa Pontificia el cardenal Rainiero Cantalamessa el encargado de hacerlo. Sin más ornamento litúrgico que su hábito de capuchino y el solideo rojo, Cantalamessa ha reparado en el anuncio de la “muerte de Dios” que se da “en nuestro mundo occidental descristianizado”, una muerte, destacó, “ideológica y no histórica” que incluso ha sido estudiada por los teólogos a partir del anuncio de Nietzsche. “Aparentemente, no es la Nada lo que se pone en el lugar de Dios, sino el hombre, y más precisamente el ‘superhombre’, o el más-allá-del-hombre’”, señaló comentando al filósofo. Frente a esto, constató el cardenal, “no tardaremos mucho en darnos cuenta de que, dejado a sí mismo, el hombre no es nada”.

Cantalamessa también comentó el lema nietzscheano de “más allá del bien y del mal” para destacar la “voluntad de poder”, que, añadió “sabemos adónde ella nos lleva”. “No se nos permite juzgar el corazón de un hombre que solo Dios conoce. Incluso el autor de ese anuncio ha tenido su parte de sufrimiento en la vida, y el sufrimiento une a Cristo, quizás, más de lo que lo separan de Él las invectivas”, apuntó.

Frente al agujero negro

Entrando en la deriva de la posmodernidad, el predicador de la Casa Pontificia reclamó que “para el hombre moderno, todo esto [el relato de la Pasión] no parece más que un mito etiológico para explicar la existencia del mal en el mundo. Y –en el sentido positivo que se le da hoy al mito– ¡así es en realidad! Pero la historia, la literatura y nuestra propia experiencia personal nos dicen que detrás de este ‘mito’ hay una verdad trascendente que ninguna narración histórica o razonamiento filosófico podría transmitirnos”.

“Dios conoce nuestro orgullo y ha venido a nuestro encuentro. Él se ha ‘aniquilado’ primero delante nuestros ojos”, apuntó el cardenal capuchino. “¡Fuimos nosotros, vosotros y yo, quienes matamos a Jesús de Nazaret! El murió por nuestros pecados y por los del mundo entero”, clamó el predicador. “Pero su resurrección nos asegura que este camino no conduce a la derrota, sino que, gracias a nuestro arrepentimiento, conduce a esa ‘apoteosis de la vida’, buscada en vano por otros caminos”, señaló sin querer “convencer a los ateos de que Dios no está muerto”. Cantalamessa quiso “evitar que los creyentes, quién sabe, tal vez solo unos pocos estudiantes universitarios, sean arrastrados a este vórtice del nihilismo que es el verdadero ‘agujero negro’ del universo espiritual”.

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