Vida Nueva repasa los momentos imprescindibles de las celebraciones litúrgicas presididas por el Pontífice en su décima Semana Santa como obispo de Roma
Cuando el 29 de marzo el papa Francisco tuvo que salir del Vaticano en ambulancia rumbo al hospital Gemelli de Roma, una sombra de duda se cernió sobre inminente Semana Santa. Finalmente el pontífice recibió el alta el sábado 1 de abril y al día siguiente puso acudir a la Plaza de San Pedro para la misa del Domingo de Ramos. A pesar de sus limitaciones en cuestión de movilidad el Papa ha asistido a la eucaristía de la mañana de Pascua o acudido al Coliseo para el Via Crucis del Viernes Santo. Tampoco han faltado en la agenda papal la Misa crismal o la bendición ‘Urbi et Orbi’ desde el balcón central de la basílica de San Pedro.
Vida Nueva repasa los momentos imprescindibles de las celebraciones litúrgicas desde el Domingo de Ramos hasta la celebración de la Pascua en esta Semana Santa de 2023.
El papa Francisco presidió la eucaristía del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor en la Plaza de San Pedro. Como hiciera ya en la Semana Santa de 2022 el pontífice ha presidido los ritos iniciales aunque en esta ocasión se ha desplazado junto al obelisco central en un coche panorámico, en lugar de permanecer en el atrio como en 2022. El pontífice, con una estola simple sobre el abrigo papa, la dulleta, ha introducido la celebración y bendecido los ramos de olivo. El resto de la misa, debido a su dolor de rodilla, Bergoglio la ha seguido en el lateral del altar situado en el atrio de la basílica vaticana.
Los obispos y cardenales presentes son quienes han participado en la procesión con los ramos. En la misa el idioma predominante ha sido el italiano –también en la lectura de la Pasión–, aunque se han incluido peticiones en polaco, portugués, hindi, francés y chino. Además, la lectora de la epístola lo hizo vestida con los colores de ucrania, azul y amarillo. Como es habitual, tres diáconos han cantado el relato de la Pasión, en este año según san Mateo y lo han hecho con la fórmula abreviada. El cardenal responsable de pronunciar las palabras de la plegaria eucarística ha sido el argentino Leonardo Sandri como vicedecano del Colegio Cardenalicio.
Es su homilía tras la lectura de la Pasión, Francisco lamentó que “hoy hay tantos ‘cristos abandonados’. Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas. Pero también hay tantos cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos que pueden ser tu madre o tu madre o tu abuela abandonados en el geriátrico, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor y no encuentran otro camino que el suicidio… son los abandonados hoy, los cristos de hoy”, enumeró el pontífice.
Para el Papa, “Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados. Para nosotros, discípulos del Abandonado, nadie puede ser marginado; nadie puede ser abandonado a su suerte. Porque, recordémoslo, las personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo. Nos recuerdan la locura de su amor, su abandono que nos salva de toda soledad y desolación. Pidamos hoy la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada”. “No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos ha dejado solos; cuidemos de aquellos que han sido dejados solos”, concluyó.
El papa Francisco ha presidido, en la mañana de este Jueves Santo y junto con una representación del consejo presbiteral de la diócesis de Roma, así con diferentes fieles, la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro. Los presbíteros presentes, mas de 2.000 entre curas, obispos y cardenales, durante esta celebración, han renovado sus promesas sacerdotales ante el obispo de Roma y el pontífice ha consagrado el crisma y bendecido los Santos Óleos como marca la tradición.
“Al principio está el Espíritu del Señor”, recordó Francisco al comienzo de su homilía, ya que, prosiguió, “sin el Espíritu del Señor no hay vida cristiana y, sin su unción, no hay santidad”. Sin Él, insistió el Papa, “la Iglesia sería la Esposa viva de Cristo, sino a lo sumo una organización religiosa más o menos buena; no el Cuerpo de Cristo, sino un templo construido por manos humanas”. “No podemos dejarlo de lado o aparcarlo en alguna zona de devoción”, advirtió.
Dirigiéndose a los presbíteros, destacó que “para nosotros hubo una primera unción, que comenzó con una llamada de amor que cautivó nuestros corazones. Por ella soltamos las amarras, y sobre ese entusiasmo genuino descendió la fuerza del Espíritu, que nos consagró”. Y, relató, tras una época de entusiasmo llegan las “crisis” en sus diferentes formas ya que, añadió, “a todos, antes o después, nos sucede que experimentamos decepciones, dificultades y debilidades, con el ideal que parece desgastarse entre las exigencias de la realidad, mientras se impone una cierta costumbre; y algunas pruebas, antes difíciles de imaginar, hacen que la fidelidad parezca más difícil que antes”.
Frente a esto, la crisis puedes ser, para Francisco, también un “punto de inflexión” en el que descubrir “la ayuda del Espíritu Santo” acogiéndolo “no en el entusiasmo de nuestros sueños, sino en la fragilidad de nuestra realidad”. Para el Papa ”la madurez sacerdotal pasa por el Espíritu Santo” y “se realiza cuando Él se convierte en el protagonista de nuestra vida”. Por ello invitó: “Redescubramos entonces que la vida espiritual se vuelve libre y gozosa no cuando se guardan las formas y se hace un remiendo, sino cuando se deja la iniciativa al Espíritu y, abandonados a sus designios, nos disponemos a servir donde y como se nos pida. ¡Nuestro sacerdocio no crece remendando, sino desbordándose!”.
“Toda doblez que se insinúa es peligrosa, no hay que tolerarla, sino sacarla a la luz del Espíritu”, advirtió frente a “la falsedad y la hipocresía clerical”, ya que “el Espíritu Santo es el único que nos cura de la infidelidad”. “Para nosotros es una lucha a la que no podemos renunciar, en efecto, es indispensable”, apuntó recomendando “que invocar al Espíritu no sea una práctica ocasional, sino el aliento de cada día”. Por ello recordó a los sacerdotes que “crear armonía entre nosotros no es sólo un método adecuado para que la coordinación eclesial funcione mejor, no es una cuestión de estrategia o cortesía, sino una exigencia interna de la vida en el Espíritu” por ello es un pecado convertirse “aunque sea por ligereza, en instrumentos de división; y le hacemos el juego al enemigo, que no sale a la luz y ama los rumores y las insinuaciones, que fomenta los partidos y las cordadas, alimenta la nostalgia del pasado, la desconfianza, el pesimismo, el miedo”. “Tengamos cuidado, por favor, de no ensuciar la unción del Espíritu y el manto de la Madre Iglesia con la desunión, con las polarizaciones, con cualquier falta de caridad y de comunión”, clamó.
El papa Francisco ha vuelto a celebrar la misa de la Cena del Señor en centro de reclusión de menores de Casal del Marmo, en la periferia de Roma. Precisamente esta es la institución a la que acudió en su primer Jueves Santo como Papa, hace ahora diez años. El Papa llegó en silla de ruedas a la capilla en la que esperaban los jóvenes así como diferentes autoridades y funcionarios. En la asamblea, un grupo de jóvenes que ha seguido atentamente a través de una fotocopias a color la sencilla liturgia en la que las lecturas las han hecho una funcionaria de prisiones de uniforme y un adulto, mientras que el capellán de la cárcel, Nicolò Ceccolini, proclamó el evangelio. En la celebración han querido estar presentes también algunos jóvenes reclusos musulmanes que viven el ramadán en estos días.
Tras la proclamación del evangelio con el relato del lavatorio de los pies, Francisco ha llamado la atención sobre el gesto de Jesús que era propio de los esclavos algo que escandalizó a los discípulos. “Jesús me ha lavado los pies, Jesús me ha salvado, jamás me abandona“, ha invitado a todos que piensen durante el gesto que ha hecho continuación, tras advertir de sus problemas de movilidad.
Francisco, ayudado por un bastón, ha lavado y besado los pies a un grupo de 12 menores –chicos y chicas– recluidos que se han colocado en un estrado para que el pontífice que, explicó “no camino bien”, no tenga que forzar su rodilla. Algunos han respondido saludándole y besándole la mano o contándole alguna confidencia –un joven de origen croata le ha insistido al Papa que reza mucho por él–. Los que han participado en este gesto han sido de diferentes nacionalidades, etnias, culturas, idiomas y confesiones religiosas, según informó el Vaticano.
Los oficios comienzan con el expresivo gesto de la llegada en cierta penumbra a la Basílica de San Pedro donde la celebración de la Pasión comienza sin cantos, una procesión de entrada reducida y con el papa Francisco ya revestido con casulla roja y entrando en silla de ruedas sustituyendo la postración en oración sobre el suelo frente al baldaquino de Bernini con el altar completamente desnudo por un instante de silencio despojado de la mitra y el solideo debido a sus problemas de movilidad. Así ha comenzado una celebración que ha incluido, como es habitual, una Liturgia de la Palabra en torno al texto de la Pasión del evangelista san Juan, la Adoración de la Cruz y el Rito de la Comunión.
El Papa, que preside la celebración, en cambio no hace la homilía. Ha sido, como es habitual, el predicador de la Casa Pontificia el cardenal Rainiero Cantalamessa el encargado de hacerlo. Sin más ornamento litúrgico que su hábito de capuchino y el solideo rojo, Cantalamessa ha reparado en el anuncio de la “muerte de Dios” que se da “en nuestro mundo occidental descristianizado”, una muerte, destacó, “ideológica y no histórica” que incluso ha sido estudiada por los teólogos a partir del anuncio de Nietzsche.
“Dios conoce nuestro orgullo y ha venido a nuestro encuentro. Él se ha ‘aniquilado’ primero delante nuestros ojos”, apuntó el cardenal capuchino. “¡Fuimos nosotros, vosotros y yo, quienes matamos a Jesús de Nazaret! El murió por nuestros pecados y por los del mundo entero”, clamó el predicador. “Pero su resurrección nos asegura que este camino no conduce a la derrota, sino que, gracias a nuestro arrepentimiento, conduce a esa ‘apoteosis de la vida’, buscada en vano por otros caminos”, señaló sin querer “convencer a los ateos de que Dios no está muerto”. Cantalamessa quiso “evitar que los creyentes, quién sabe, tal vez solo unos pocos estudiantes universitarios, sean arrastrados a este vórtice del nihilismo que es el verdadero ‘agujero negro’ del universo espiritual”.
La bajada de temperaturas experimentada en Roma, especialmente al final del día, han hecho que el papa Francisco siga el tradicional Vía Crucis de la noche del Viernes Santo desde el Coliseo desde la residencia Santa Marta en el Vaticano. Sí que ha estado presente el alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, que ha sido recibido por el cardenal vicario Angelo de Donatis que ha presidido la oración ante 20.000 fieles.
Las reflexiones de las diferentes estaciones, que se han mantenido en secreto hasta el último momento, han querido ser “voces de paz en un mundo en guerra” a través de diferentes testimonios de zonas en conflictos o de los descartados del mundo. En la base están algunos testimonios que el Papa ha podido escuchar a través de sus audiencias y viajes apostólicos que han sido recogidos por algunos de los dicasterios de la Curia Romana. En concreto esas voces de paz llegan desde Tierra Santa, un migrante de África occidental, los jóvenes de Centroamérica, una madre de Sudamérica, tres migrantes provenientes de África, Asia del Sur y Oriente Medio; un sacerdote religioso de los Balcanes, dos adolescentes del norte de África, el sudeste asiático, una consagrada de África central, los jóvenes de Ucrania y Rusia –algo que tanto el embajador ruso como el ucraniano ante la Santa Sede han criticado nada más publicarse el texto–, un joven de Oriente Próximo, una madre de Asia Occidental, una religiosa de África Oriental y unas mujeres jóvenes del sur de África.
La décima estación la comparten un joven ruso y otro ucraniano. Este último cuenta como dejó a su padre mientras salía a Italia al empezar la invasión. “Sentí que me despojaban de todo; que estaba completamente desnudo”, señaló; y añadió: “en el corazón me quedó esa certeza de la que me hablaba la abuela cuando yo lloraba: ‘Verás que todo pasará. Y con la ayuda del buen Dios volverá la paz’”. El ruso mostró “un sentimiento de culpa, pero al mismo tiempo no entiendo por qué y me siento doblemente mal” y eso que ha perdido a su hermano mayor. “Lo mismo pasó con mi padre y mi abuelo; también partieron y no sabemos nada de ellos”, relató. “Al volver a casa escribí una oración: Jesús, por favor, haz que haya paz en todo el mundo y que todos podamos ser hermanos”, rezó.
Tras la ausencia en el Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo, el papa Francisco reapareció para la Vigilia Pascual. Una celebración en la que se han adaptado algunos momentos a la dificultad de movimiento del pontífice. Además, para esta ocasión el Papa, que ha presidido con capa pluvial, ha estrenado este ornamento regalado por una taller de Cáritas de la diócesis de Asti –tierra de la que provienen los antepasados de Bergoglio–. La misa comenzó en penumbra al comienzo de la nave de la basílica de San Pedro con el encendido del cirio en torno a una pequeña hoguera, aunque se ha mantenido el horario ‘pandémico’, iniciando la vigilia a las 19:30 h.
En esta celebración también algunos catecúmenos han celebrado los sacramentos de la iniciación cristiana –bautismo, confirmación y Primera Comunión– de las manos del papa Francisco. En este caso han sido 8 personas: 3 de Albania, 2 de Estados Unidos y uno de Italia, Nigeria y Venezuela.
Al comienzo de su homilía, el papa Francisco se fijó en las mujeres que “pasan del triste camino hacia el sepulcro a la alegre carrera hacia los discípulos, para decirles no sólo que el Señor había resucitado, sino que hay una meta a la que deben dirigirse sin demora, Galilea”. Este “camino de los discípulos que va del sepulcro a Galilea” es muy humano. “También nosotros, cuando hemos sido atenazados por el dolor, oprimidos por la tristeza, humillados por el pecado; cuando hemos sentido la amargura de algún fracaso o el agobio por alguna preocupación, hemos experimentado el sabor acerbo del cansancio y hemos visto apagarse la alegría en el corazón”, rememoró el pontífice.
A la par, alertó de la necesidad de escapar “del poder del mal, ante los conflictos que dañan las relaciones, ante las lógicas del cálculo y de la indiferencia que parecen gobernar la sociedad, ante el cáncer de la corrupción, ante la propagación de la injusticia, ante los vientos gélidos de la guerra“. “Hoy la fuerza de la Pascua nos invita a quitar las lápidas de la desilusión y la desconfianza. El Señor, experto en remover las piedras sepulcrales del pecado y del miedo, quiere iluminar tu memoria santa, tu recuerdo más hermoso, hacer actual el primer encuentro con Él”, recalcó el Papa. “Revivamos la belleza del momento en que, después de haberlo descubierto vivo, lo proclamamos Señor de nuestra vida”, concluyó el pontífice desando que “¡resurjamos a una vida nueva!”.
El papa Francisco ha celebrado la misa del día de la resurrección de Cristo rodeado de un inmenso jardín formado por más de 38.000 flores y plantas procedentes de los Países Bajos –y bendecidas por el obispo de Rotterdam– entre tulipanes, narcisos, jacintos, crisantemos, rosas o azaleas. Un trabajo que dirige Piet van Burg con un grupo de voluntarios.
La celebración de la misa ha comenzado con un rito particular de la misa papal: el ‘Resurrexit’. Durante el canto, al comienzo de la celebración, los diáconos abrían las portezuelas de un icono bizantino de la Resurrección –el llamado icono ‘Acheropita’, es decir, no pintado por mano humana, que se encuentra en la basílica de San Juan de Letrán–. Este símbolo, de claro sabor oriental, recuerda a Pedro como primer testigo de la Resurrección y por eso se repite ante el Papa, sucesor del príncipe de los apóstoles. También se ha proclamado el evangelio en latín y en griego. Y es que en esta ocasión la liturgia papal remarca la coincidencia de fecha con la primera luna nueva de primavera para celebrar el día de la Pascua.
Tras la celebración de la misa del día de Pascua el papa Francisco ha pronunciado su mensaje de Pascua al que ha seguido la bendición más solemne que imparten los pontífices, la bendición ‘Urbi et Orbi’. Un discurso que ha querido comenzar recordando que la palabra Pascua “significa ‘paso’, porque en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad: de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión”.
“Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza”, invitó el Papa. Francisco lamento que “todavía hay muchas piedras de tropiezo, que hacen arduo y fatigoso nuestro apresurarnos hacia el Resucitado”, denunció el pontífice recordado la dramática situación que se vive en lugares como Ucrania, Rusia, Siria, Turquía, Líbano, Túnez, Haití, Etiopía, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, Nicaragua, Eritrea, Burkina Faso, Malí, Mozambique, Nigeria o Myanmar.
“Encontremos también nosotros el gusto del camino, aceleremos el latido de la esperanza, saboreemos la belleza del cielo. Obtengamos hoy la fuerza para perseverar en el bien, hacia el encuentro del Bien que no defrauda”, clamó. “Creemos en Ti, Señor Jesús, creemos que contigo la esperanza renace y el camino sigue. Tú, Señor de la vida, aliéntanos en nuestro caminar y repítenos, como a los discípulos la tarde de Pascua: ‘¡La paz esté con vosotros!’”, concluyó.