Tras la celebración de la misa del día de Pascua el papa Francisco ha pronunciado su mensaje de Pascuaal que ha seguido la bendición más solemne que imparten los pontífices, la bendición ‘Urbi et Orbi’. Un discurso que ha querido comenzar recordando que la palabra Pascua “significa ‘paso’, porque en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad: de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión”.
Junto a su felicitación pascual, el Papa deseó a todos “en particular para los enfermos y los pobres, para los ancianos y los que están atravesando momentos de prueba y dificultad”, que este tiempo sea “un paso de la tribulación a la consolación”. “Que la Iglesia y el mundo se alegren, porque hoy nuestra esperanza ya no se estrella contra el muro de la muerte; el Señor nos ha abierto un puente hacia la vida”, insistió recordando que en este año Oriente y Occidente celebran la Pascua en la misma fecha.
“La esperanza no es una ilusión, ¡es verdad! Y que, a partir de la Pascua, el camino de la humanidad, marcado por la esperanza, avanza veloz. Nos lo muestran con su ejemplo los primeros testigos de la Resurrección”, añadió citando el testimonio de las primeras mujeres o discípulos como Pedro, Juan o lo de Emaús. “En Pascua el andar se acelera y se vuelve una carrera, porque la humanidad ve la meta de su camino, el sentido de su destino, Jesucristo, y está llamada a ir de prisa hacia Él, esperanza del mundo”. Por ello instó: “Apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones” frente a “las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo”.
“Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza”, invitó el Papa. Francisco lamento que “todavía hay muchas piedras de tropiezo, que hacen arduo y fatigoso nuestro apresurarnos hacia el Resucitado”.
En concreto pidió la protección para el “amado pueblo ucraniano en el camino hacia la paz e infunde la luz pascual sobre el pueblo ruso. Conforta a los heridos y a cuantos han perdido a sus seres queridos a causa de la guerra, y haz que los prisioneros puedan volver sanos y salvos con sus familias. Abre los corazones de toda la comunidad internacional para que se esfuerce por poner fin a esta guerra y a todos los conflictos que ensangrientan al mundo, comenzando por Siria, que aún espera la paz”.
También pidió el pontífice por los “afectados por el violento terremoto en Turquía y en la misma Siria. Recemos por cuantos han perdido familiares y amigos, y se quedaron sin casa; que puedan recibir consuelo de Dios y ayuda de la familia de las naciones”. Y mirando a Jerusalén, Bergoglio mostró su “profunda preocupación por los ataques de estos últimos días, que amenazan el deseado clima de confianza y respeto recíproco, necesario para retomar el diálogo entre israelíes y palestinos, de modo que la paz reine en la Ciudad Santa y en toda la región”.
Francisco presentó a Dios la realidad del Líbano, que “todavía en busca de estabilidad y unidad, para que supere las divisiones y todos los ciudadanos trabajen juntos por el bien común del país”. Pidió también por el “pueblo de Túnez, en particular de los jóvenes y de aquellos que sufren a causa de los problemas sociales y económicos, para que no pierdan la esperanza y colaboren en la construcción de un futuro de paz y fraternidad”.
De Haití, “que está sufriendo desde hace varios años una grave crisis sociopolítica y humanitaria”, clamó para que sostenga “el esfuerzo de los actores políticos y de la comunidad internacional en la búsqueda de una solución definitiva a los numerosos problemas que afligen a esa población tan atribulada”. Añadió que reza para que se consoliden “los procesos de paz y reconciliación emprendidos en Etiopía y en Sudán del Sur, y haz que cese la violencia en la República Democrática del Congo”.
El Papa se acordó de “las comunidades cristianas que hoy celebran la Pascua en circunstancias particulares, como en Nicaragua y en Eritrea” y de todos a los que “se les impide profesar libre y públicamente su fe”. “Concede consuelo a las víctimas del terrorismo internacional, especialmente en Burkina Faso, Malí, Mozambique y Nigeria”, añadió.
También pidió que Myanmar pueda “recorrer caminos de paz e ilumina los corazones de los responsables para que los martirizados Rohinyá encuentren justicia”. Además, clamó para que el Señor conforte “a los refugiados, a los deportados, a los prisioneros políticos y a los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como a todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud”.
“Inspira, Señor, a los responsables de las naciones, para que ningún hombre o mujer sea discriminado y pisoteado en su dignidad; para que en el pleno respeto de los derechos humanos y de la democracia se sanen esas heridas sociales, se busque siempre y solamente el bien común de los ciudadanos, se garantice la seguridad y las condiciones necesarias para el diálogo y la convivencia pacífica”, reclamó.
Y para todos deseó que “encontremos también nosotros el gusto del camino, aceleremos el latido de la esperanza, saboreemos la belleza del cielo. Obtengamos hoy la fuerza para perseverar en el bien, hacia el encuentro del Bien que no defrauda”. “Creemos en Ti, Señor Jesús, creemos que contigo la esperanza renace y el camino sigue. Tú, Señor de la vida, aliéntanos en nuestro caminar y repítenos, como a los discípulos la tarde de Pascua: ‘¡La paz esté con vosotros!’”, concluyó.