Es la sana provocación que Antonio Bellella, director del Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR), lanzó en la 52ª Semana de Vida Consagrada organizada por centro claretiano y que se celebra desde hoy hasta el sábado en el aula magna de la facultad de económicas de la Universidad San Pablo CEU de Madrid.
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Junto a Bellella, en la mesa de apertura se encontraban el cardenal claretiano Aquilino Bocos, el nuncio Bernardito Auza, el secretario general de la Conferencia Española de Religiosos, Jesús Miguel Zamora, y Adolfo Lamata, provincial de los Misioneros Claretianos de la Provincia de Santiago.
Un largo crepúsculo
“En estas latitudes, ni la Iglesia ni la vida consagrada están esperando la aurora, sino que transitamos la difícil senda de un largo crepúsculo”, advirtió el director del ITVR. A la par, también echó mano del Génesis para subrayar que “Dios se pasea por el jardín al fresco de la tarde”.
“La vida consagrada no está desnuda sino revestida de Cristo, no se anuncia a sí misma, sino que proclama a Cristo resucitado”, añadió, echando mano de la carta de Pablo a los Corintios: “La acosan pero no la aplastan”.
La óptica de Dios
Para el director del ITVR, “la esperanza no es un sueño quimérico ni un delirio, sino un acercamiento específico a la penumbra existencial del ser humano desde la óptica de Dios”. Sin este “candil de esperanza”, Bellella comentó del riesgo de que “la crisis del envejecimiento que nos atenaza” sea una mera “antesala de la tumba” desde “un pragmatismo gris desmoralizante”.
“No basta exclamar un ‘sálvese quien pueda’ o pensar que todo se resuelve con estructurarse mejor”, compartió, defendiendo la necesidad de estar abiertos al “surgimiento de una nueva vida consagrada” sobre la que “no tenemos todas las respuestas, pero es importante que acertemos con las preguntas”.
“No somos eternos”
Jesús Miguel Zamora vertebró su alocución en tres gerundios: muriendo, estando, aguardando, resucitando. “No es fácil sustraerse a la realidad de la vida consagrada que estamos afrontando, ese ‘muriendo’ que están atravesando congregaciones pequeñas”, comenzó sobre el contexto actual de crisis vocacional. “No somos eternos ni los institutos. Solo Dios permanece”, admitió. Pero no se quedó ahí: “En este vaivén de irnos desgastando, debemos hacerlo con vida. Debemos morir viviendo, no morir muriendo. Debemos enfocar como vivir nuestros días y por dónde caminar nuestros pasos”. Desde ahí, añadió: “Debemos morir viviendo, no morir muriendo”.
Aguardando
A partir de ahí, defendió que los religiosos, desde su ‘estando’, han hecho realidad el sueño de Francisco de levantar esa Iglesia como hospital de campaña. En relación a ese ‘aguardando’ que invita a la esperanza, apuntó que “nuestra vida ha estado subrayada por una entrega generosa, por un deseo de ser discípulos plenos de utopías con otros y regados de buena oración”. En su llamada a vivir resucitando, Zamora expuso que “nos toca seguir proyectando porque Dios es el fundamento de nuestra esperanza”. “Debemos salir de aquí con palabras de aliento para los cercanos y los alejados”, instó a cuantos le escuchaban en un auditorio abarrotado.
Partiendo del lema de este foro de reflexión, ‘Entretejer itinerarios de esperanza’, el diplomático filipino mostró, en nombre de Francisco, su “cercanía y gratitud por lo que sois y lo que hacéis” desde “un vivo aprecio por la vida consagrada”.
Fe en Cristo
Remitiéndose a las alocuciones más recientes de Francisco hacia los consagrados, el nuncio invitó a los religiosos presentes a llevar “una vida lejos de una vida poseída de mundanidad y de la “mediocridad espiritual”. “Sus palabras pueden estimular vuestro compromiso en una fe de un Cristo muerto y resucitado”, apostilló. En esta misma línea, les lanzó una invitación: “Mirad con ojos nuevos al mundo y a las personas con esperanza”.
Bocos, por su parte, quiso tener un recuerdo especial para el cardenal Eduardo Pironio, participante durante muchos años de este encuentro promovido por los claretianos, y del que dijo esperar que “pronto lo veamos en los altares”. De él tomó una oración que compartió con los presentes. Adolfo Lamata invitó a los presentes a adentrarse para “tejer redes de relaciones al servicio de la esperanza, vidas entretejidas con otras muchas vidas”.