El cardenal Felipe Arizmendi Esquivel consideró que el partido gobernante ‘Morena’, “que se presenta como la esperanza de México, ha sido incapaz de romper el círculo corruptor de grupos y personas”.
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En su reflexión semanal difundida entre los comunicadores, el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas opinó que “pareciera que nuestras autoridades están rebasadas, pues los grupos armados se enseñorean de más y más espacios”.
“Aunque en las altas esferas federales se diga que el crimen no domina territorios, que vengan a vivir entre nosotros para que comprueben lo contrario“.
Describió: “extorsionan a medio mundo, acaparan tierras comunitarias, talan montes sin compasión y, como tienen poderosas armas, nadie se atreve a enfrentárseles. Acudimos a instancias gubernamentales y piden que la gente presente denuncias, pero hacerlo es exponerse a represalias mortales”.
Pese a todo, hay esperanza
Pese a este escenario, el cardenal mexicano dijo que ¡hay esperanza!: “si se acepta a Jesucristo en el corazón, él nos ayuda a romper cadenas que parecen indestructibles. Si se escucha su Palabra liberadora, nos libera de la idolatría del dinero, del poder y del placer, para que seamos realmente libres. ¡Cristo resucitado es nuestra esperanza!”.
Al dirigirse a la comunidad católica, explicó que “en nuestra vida, quizá carguemos pesadas lozas de errores cometidos en otros tiempos, de atropellos sufridos por pederastas y violadores, de decepciones que rompen el corazón, de calumnias que nos han destrozado, de enfermedades que parecen incurables, de la pérdida de un ser querido, etc.”.
Por estas razones -dijo- “algunos ven el suicidio como su única salida. Sin embargo, ¡hay esperanza! Cuando uno descubre el amor de Dios manifestado en Cristo misericordioso y vivo entre nosotros, todo puede cambiar. Él rompe nuestra soledad y nos ayuda a salir del sepulcro. ¡Cristo resucitado es nuestra esperanza!”.
Quitar la piedra de los sepulcros
Otra veces -continuó el cardenal- “simplemente hemos experimentado la fatiga de llevar adelante la cotidianidad, cansados de exponernos en primera persona frente a la indiferencia de un mundo donde parece que siempre prevalecen las leyes del más astuto y del más fuerte”.
En otras ocasiones, “nos hemos sentido impotentes y desalentados ante el poder del mal, ante los conflictos que dañan las relaciones, ante las lógicas del cálculo y de la indiferencia que parecen gobernar la sociedad, ante el cáncer de la corrupción —hay tanta—, ante la propagación de la injusticia, ante los vientos gélidos de la guerra”.
No obstante -concluyó- la noticia que cambiará para siempre la vida y la historia es que “¡Cristo ha resucitado!. Esto es lo que realiza la Pascua del Señor: nos impulsa a ir hacia adelante, a superar el sentimiento de derrota, a quitar la piedra de los sepulcros en los que a menudo encerramos la esperanza, a mirar el futuro con confianza, porque Cristo resucitó y cambió el rumbo de la historia”.