Descubren en la Biblioteca Vaticana otro fragmento de la traducción más antigua del Evangelio

  • Escrito hace 1.750 años en siríaco antiguo, supera en un siglo a la que antes se tenía como la versión más longeva, en griego
  • Grigory Kessel ha inspeccionado con fotografías ultravioletas textos de hace 1.300 años y ha encontrado el original borrado

Museo de la Biblia en Washington

Buena parte de las obras más antiguas de la humanidad, tanto cristianas como las elaboradas por los clásicos griegos y romanos, han llegado hasta nuestros días gracias al empeño de los copistas medievales, en su inmensa mayoría monjes, que las reescribían a mano en sus monasterios, utilizando pergaminos. El problema, muchas veces, era la falta de papel, por lo que era muy habitual que unos textos se redactaran por encima de otros, borrando con un raspado los anteriores. De ello resultan los que hoy conocemos como palimpsestos.



Pero, gracias a los avances de la técnica, en este caso las fotografías ultravioletas, ha aparecido un cuarto fragmento de la traducción más antigua del Evangelio. Concretamente, nos conduce al Evangelio de Mateo (11,30-12,26) escrito hace 1.750 años, menos de tres siglos después de la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo. Escrito en siríaco antiguo, supera en un siglo a la que hasta 2016 se tenía como la versión del Evangelio más longeva, en griego y correspondiente al llamado Códice Sinaítico.

Llegado de Egipto

Lo más curioso es que este fragmento del Evangelio ha aparecido en la propia Biblioteca Vaticana, donde hasta ahora no había sido detectado en toda su dimensión. Y es que, tras ser llevado allí en su día desde Egipto, proveniente del Monasterio de Santa Catalina, en el Monte Sinaí, el documento, en la versión hoy visible, ofrece aparentemente unos himnos litúrgicos escritos en griego hace 1.300 años.

Su autor sería el georgiano Iovane Ziosime y fue en 1888 cuando el manuscrito llegó a manos de los primeros eruditos modernos, siendo Alexander Tzagareli el primero en publicar una nota sobre el hallazgo en el monasterio egipcio. Aunque de por sí era un texto valioso, el investigador, sin la técnica de la que sí disponemos hoy, no pudo saber que tenía en sus manos un documento histórico de muchísima mayor importancia.

Gracias a la técnica

Ha sido ahora, siglo y medio después, cuando el medievalista austriaco Grigory Kessel ha intuido que podía esconder un tesoro mucho mayor y, tras inspeccionarlo con fotografías ultravioletas, ha encontrado una joya histórica sin parangón. Así, el reflejo del texto borrado para la vista humana esconde, ni más ni menos, que un fragmento del documento escrito más próximo al tiempo de Jesús de Nazaret y en el que se narra su presencia viva.

Como ha explicado el Instituto de Investigación Medieval, de la Academia de Ciencias de Austria, a la que pertenece el profesor Kessel, “cuantas más traducciones se conocen, más aprende la ciencia sobre el texto original de los Evangelios”. Y ofrece un claro ejemplo: “Mientras que el original griego de Mateo capítulo 12, versículo 1, dice: ‘En aquellos días, Jesús pasaba por la simiente en sábado; y sus discípulos, teniendo hambre, comenzaron a arrancar espigas y comieron’. En cambio, la traducción siríaca dice esto: ‘(…) Comenzaron a arrancar espigas, se frotaron las manos y comieron’”. Pequeños matices, pero llenos de vida cotidiana y que, retrocediendo en el tiempo con unos ojos científicos, nos acercan cada vez más a la figura de Jesús.

Se está digitalizando

Gracias a la labor del Proyecto Palimpsestos del Sinaí, impulsado por el Instituto de Investigación Medieval, que está analizando muchos documentos que en su día salieron del Monasterio de Santa Catalina, en Egipto, este es el cuarto fragmento que han recuperado (el primero fue en 2016) y que en su día fue escrito en siríaco antiguo. Como enfatiza en el comunicado Claudia Rapp, directora del proyecto, el fin es que sean legibles nuevamente y estén disponibles en forma digital para todos los investigadores y apasionados por la Historia.

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