Un teólogo de “la vida cotidiana”. O de “la escucha maravillada… un teólogo de “la constante peregrinación iniciando siempre el camino de los descubrimientos inesperados, de los guiños de Dios”. Así se ha presentado Miguel Márquez, superior general de los Carmelitas Descalzos, ante el auditorio de la 52ª Semana Nacional para la Vida Consagrada, que se celebra bajo el lema ‘Entretejer itinerarios de esperanza’.
“No creo haber sido llamado a participar en esta Semana por ser el general de los Carmelitas. Seguramente me han llamado más por esta enfermedad incurable que me habita, que me recorre desde el inicio de mi vocación: un optimismo enfermizo, una esperanza invencible de pies descalzos y manos vacías. Un regalo que yo no he fabricado, sino que vivo como gracia”, ha completado en su presentación.
El carmelita ha hilvanado una bellísima conferencia enfrentando -en el mejor de los sentidos- a san Juan de la Cruz y san Pablo. Quizá dejando más preguntas que respuestas, pero dejando bien claro que “Cristo es nuestra esperanza”, tal y como reza el título de su exposición.
“¿Existe alguna familia religiosa en la Iglesia que no haya nacido en el corazón de la crisis y de la tormenta?”, se ha preguntado. “No sé si hay un místico o un santo que no se haya labrado y gestado en el terreno de la vulnerabilidad, de los fracasos y persecuciones”, ha ido más allá.
Para Márquez, “por crítico y negro que sea el presente, tiene dentro una semilla de vida insospechada”. Por ello, “con todo el mundo, asumimos la necesidad de un éxodo obediente. Tiempo de audacia y de valentía en fragilidad y vulnerabilidad”.
El superior general de los Carmelitas ha desarrollado su ponencia en cinco partes: 1. Quién nos separa del amor de Cristo…, 2. Por qué me has abandonado… ¡Basta ya! Adónde te escondiste…, 3. Buscando mis amores: una herida de amor…, 4. El ciervo vulnerado, por el otero asoma, y 5. Amanece el sol: los guiños de Dios en nuestra tierra hoy.
“¿Realmente, la razón y justificación de nuestra falta de pasión, de alegría y de brillo son las dificultades de la vida?”, se ha preguntado. Para luego volver a lanzar una cuestión al aire: “¿Cómo se vive en el corazón del Covid, en el territorio de la guerra en Ucrania y en cualquier guerra, y en medio de las ruinas de un país devastado por la guerra y la destrucción?”.
Según Márquez, “esta inseguridad hacia el futuro marca la pregunta por la esperanza en nuestro tiempo: ¿Dónde se encuentra lo permanente dentro de lo provisorio?”.
“No se interpreta bien la Noche en cada época de la historia, sin pasar por el no-ver. Un peligro puede constituir no hacer los procesos oportunos de muerte-vida. En los tiempos de crisis también aparece la tentación de la seguridad, la fuerza y la verdad incuestionable, las fórmulas mágicas y la búsqueda de milagros y apariciones. Humildad y escucha son el camino del buscador”, ha señalado.
Y se ha preguntado: “¿Respetar este silencio de Dios? ¿Dejarle marchar para que vuelva como Él quiere? ¿Aprender la pedagogía inédita de la amistad con Dios? ¿Atrevernos a la noche? ¿Quién se atreve al silencio, el silencio de las no-palabras, de las no recetas? ¿Quién se atreve a lo desconocido de Dios, dejándose herir?”.
“Me conmueve mucho la experiencia de Dios siempre por estrenar -ha continuado-, y la insistencia de los místicos, los maestros en que no les imitemos, ni repitamos su camino, sino que nos atrevamos al descubrimiento… donde no llegan los libros, los maestros, las ideas, en la pura confianza, sin prescindir nunca de la ayuda y la humilde compañía de los hermanos. Experiencia no escrita”.
“La experiencia de la ausencia y de la herida de amor no deja a la persona encerrada en su dolor, lamiéndose la herida. Sino que la abre a dejarse sorprender, aunque le cueste la vida este nuevo comienzo. La búsqueda nace siempre de una herida, la herida esencial es una herida de amor y de soledad, que pone en camino las búsquedas, el constante peregrinar hacia el hogar, el amor, el tesoro”, ha indicado.
Es más, “la aventura siempre nació de la herida de la ausencia, de un agujero de vacío en el corazón que salió en aventura hacia donde no sabía, sin importar riesgos y peligros”.
Para Márquez, la Vida Religiosa y la Iglesia tiene tres problemas principales: la mirada de la realidad, la estructura y la comunión.
“En esta sensación creciente de pobreza y de imposibilidad que experimentamos, la escucha atenta de los mensajeros inesperados siempre trae medicina, bálsamo no buscado. El camino es siempre superior a nuestras fuerzas, y la linterna, la vitamina o la herramienta más necesaria no está en la mochila preparada por ti…”, ha afirmado.
Márquez ha concluido su intervención llamando a la esperanza: “Lo mejor está por nacer aquí mientras lo que percibimos es un cambio de época, del que no debemos lamentarnos. No tenemos un problema de vocaciones ni de número ni de fuerzas… tenemos necesidad de frescura, de esperanza y de realidad. No es vana nuestra esperanza”.
Y ha subrayado: “La Iglesia y la Vida Religiosa se abre a una vida por estrenar, en un sepulcro vacío, en la cruz y en el pesebre: morir, sufrir, nacer en cada paso. Porque en todo Él ha vencido y vencerá, y por eso vencemos fácilmente, ‘por Aquel que nos ha amado’”.