‘La profecía de lo comunitario: una osada esperanza, una impostergable metanoia’. Así reza el título de la ponencia de la presidenta de la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), Gloria Liliana Franco Echeverri, ODN, durante la 52ª Semana Nacional para la Vida Consagrada, que este año se celebra del 12 al 15 de abril bajo el lema ‘Entretejer itinerarios de esperanza’.
La religiosa de la Compañía de María ha comenzado su intervención invitando a los consagrados a “zambullirse en lo profundo hasta que renazca la esperanza”. “Creemos en los itinerarios pascuales y nos aferramos a la vida como la opción, justo en tiempos de minoridad. Y no es falso triunfalismo ni ingenuidad, es la experiencia de que la muerte no es lo definitivo y que las trincheras en las que se acorralan los pesimistas y los pregoneros de lamentaciones, no hacen parte de la ruta que deseamos transitar”, ha señalado.
Para Franco, “lo nuestro, lo propio de la Vida Religiosa, es el estallido de la Resurrección y no por una sobredosis de optimismo, sino porque nos habita la fuerza de la vida, la certeza de la Pascua. Nuestro Dios es el eterno Creador, no para de crear y cuenta con nosotros como co-creadores. Él se encarnó, aconteció en nuestra historia y desde entonces, esa experiencia nos pone de cara a la exigencia de que la fe este unida a la vida y se constituya en un estímulo para la acción”.
Es más, ha añadido: “Nuestro Dios encarnado, pleno de humanidad; nuestro Dios Resucitado, revestido de divinidad y cubierto de heridas, acontece como el relato creíble, como la Palabra que puede poblar a la Vida religiosa de esperanza… Él, la razón de la esperanza y en Él y a su estilo, un despliegue de posibilidades”.
Según ha señalado la religiosa, “contemplar a Jesús, poner la mirada fija en Él, nos conduce a un estilo de ser y de estar en el mundo. Vamos por la vida revestidos de esperanza, configurados por ella y eso se traduce en gestos, en opciones, en modos… El modo de Jesús. Ese que se bebe en el Evangelio, saboreando la Palabra, contemplando la Persona de Jesús y escudriñando en la historia, en la realidad y entre los pobres, sus rasgos”.
“Contemplar a Dios en la vida –ha continuado–, en la nuestra, en la de nuestro mundo y nuestra Iglesia, no nos exime de las heridas, esas son las marcas que aparecen como consecuencia de existir y peregrinar; pero contemplarlo nos ubica en la lógica de lo profundo”.
Por ello, “los invito a que, sin negar las heridas, los faltantes, lo más desafiante de la realidad, nos ubiquemos en el lugar de lo profundo, ahí donde experimentamos que nuestro Dios pasa por la historia haciendo renacer la esperanza. Hagamos un acto de fe, en que la nuestra, es también Historia de Salvación y dispongámonos a contemplar”.
En este sentido, ha proseguido: “Contemplar es un verbo, nos sitúa en la lógica de la acción, lejos de toda pasividad que paraliza. Nos pone en movimiento, nos saca de nosotros. Esta hora de la Vida Religiosa es propicia para contemplar. Como no hacerlo en medio de este mundo roto, en crisis, en guerra…”. “La Contemplación nos ubica en la dinámica de la encarnación”, ha aseverado.
Hablando sobre la sociedad líquida, gaseosa o cualquier apelativo que usen los sociólogos, la realidad es que “nosotros podemos tener mil calificativos para esta sociedad compleja, lo cierto es que es la nuestra, en ella nos corresponde vivir. A nosotros, inspirados por Dios Trino, lo que nos corresponde es mirar a lo profundo de nuestro mundo en crisis, en transformación; contemplar para movernos a compasión, para, aferrados a la esperanza, permanecer apasionados por la vida”, ha insistido.
Asimismo, Franco ha asegurado que “la contemplación es un itinerario de apertura. Que nos ubica en salida y nos dispone al compromiso. La capacidad contemplativa incluye todas las demás dimensiones de la vida, todas se dan cita en torno a ella. No es un apéndice, un compartimento que se reduce a espacios de oración, es una actitud que nos sitúa de manera nueva ante la vida y nos libera de la prisa, la rigidez de la agenda, el activismo desenfrenado. Nos dispone al cambio”.
Y ha agregado: “Supone un desborde místico que nos conduce a peregrinar, lo nuestro, en esta opción vocacional es peregrinar: al interior sin tregua, y al exterior sin excusa. Este desborde nos moviliza, nos lanza, nos pone en camino. La contemplación nos sitúa allí donde el silencio hace posible que resuene la Palabra, donde la humildad nos permite reconocernos necesitados, donde la fragilidad nos hace recibirlo todo como gracia”.
Durante su alocución, la presidenta de los religiosos latinoamericanos ha recalcado que “la escucha conduce a la conversión”, por lo que es necesario “escuchar hasta que renazca la esperanza”. “Los consagrados ubicados en esos rincones geográficos y existenciales en los que desarrollamos nuestra misión, estamos llamados a ser artesanos de la escucha”, ha rematado.
Por otro lado, insistiendo en la conversión, ha indicado que necesitamos de esta para “el camino de la unidad”. “La fecundidad le vendrá a la Vida Religiosa de la capacidad que tenga de elogiar lo germinal, lo pequeño; de ubicarse sin miedo en el escenario de lo humano, donde la vulnerabilidad no asusta porque es común y se traduce en el lenguaje que acerca y hermana”.
Y ha puntualizado: “En la lógica de lo germinal, la salvación llega cuando nos sentimos comunidad y en camino; cuando superamos temores y le permitimos a Dios fecundar nuestras esterilidades, hacer posible la vida nueva, pequeña, frágil”.
Por su parte, la religiosa colombiana ha recordado que “la Vida Religiosa es mística, misión y profecía”. “El compromiso que tenemos en este momento histórico es reescribir estos tres relatos esenciales de nuestra identidad y misión”.
Por ello, ha invitado a echarse a andar con otros, porque esto “nos conducirá a construir juntos en la vivencia de una auténtica espiritualidad y conscientes de la identidad de sujetos eclesiales y de que, por el bautismo y el sacerdocio común, todos tenemos una misma dignidad, y estamos llamados a contribuir a la configuración de una Iglesia más sinodal, en la que será de manera especial, necesaria y significativa la presencia y la misión de las mujeres, los laicos, los pobres y todos los sujetos emergentes excluidos históricamente”.
Al término de su exposición, Franco ha señalado que “estamos, como los discípulos de Emaús, atravesando la noche”. “Y la noche no es una metáfora, es una experiencia. Es evidente que estamos justo en ese momento de la noche en el que todo está en absoluto silencio, como esperando que resuene la Palabra, esa capaz de fecundar, de conferir sentido y misión, de señalar el rumbo y dar gozo al ser. E inmersos en la espesura de la noche, podemos expresarnos en toda la belleza, la plenitud y la autenticidad”, ha completado.
Asimismo, ha asegurado que “hoy somos más frágiles, más pequeños, estamos más heridos y limitados, tenemos menos trincheras y seguridades y, por tanto, somos más aptos para posar el corazón en lo fundamental y para que con humilde osadía, podamos recrearnos en el Espíritu de Dios, capaz de hacer nuevas todas las cosas”.
Por ello, “en este momento de la Vida Religiosa, en esta noche prolongada, solo la centralidad en Jesucristo nos devolverá nuestra identidad. Lo que está en juego es la necesaria reforma, esa que surge del accionar de Dios en las entrañas de la historia. Estamos convocados a la necesaria conversión que tiene su origen, en la escucha fiel a Dios y a la realidad, la escucha como la condición para la transformación”.
Para concluir, “en un acto de osadía, despertemos, abramos los ojos con mirada contemplativa, transformemos el corazón y con nuestro compromiso cotidiano, tierno y humilde, hagamos posible que renazca la esperanza”, ha subrayado.