Vaticano

Antonio Bellella concluye la 52ª Jornada Nacional de Vida Consagrada poniendo en marcha “el telar de la esperanza”

El director del ITVR ha hecho la síntesis de las 11 ponencias que se han sucedido desde el pasado miércoles





El director del ITVR, Antonio Bellella, ha puesto fin, este sábado, a la 52ª Jornada Nacional de la Vida Consagrada a través de una síntesis de las jornadas que le han precedido. Así, partiendo de la frase “Vive como si tuvieras que morir mañana, construye como si tuvieras que vivir mil años” (Consuetudines monásticas – Abadía de Santo Domingo de Silos), se ha hecho eco del lema de estas jornadas para plantear un interrogante: “¿no será que, a lo largo de los siglos, esta y otras muchas comunidades de personas consagradas han logrado entretejer en clave de esperanza y profundidad los hilos de su vida cotidiana, plasmándola en un itinerario concreto, en apariencia simple, pero en realidad, inspirador y fecundo?”.



“Creo que esta pregunta no es retórica, pues constituye una seria interpelación al concluir estas intensas jornadas de reflexión conjunta e interdisciplinar”, ha afirmado Bellella. Así, partiendo de la historia de salvación, ha buscado hacer una “reflexión actualizada, realista y sencilla” para la vida consagrada, “sin descender a extremos prácticos o anecdóticos, ni perderse en afirmaciones abstrusas”.

“La evocación de los testigos de Dios a través de los tiempos es siempre instructiva y proyectiva; por ello, a modo de síntesis, después de escuchar 11 conferencias con sus diálogos correspondientes, y de participar en una mesa redonda y un concierto-oración, quizá habría llegado el momento de imaginar que nos situamos en un taller donde se vuelve a montar el telar de la esperanza, con los hilos de las palabras”.

Dos miradas

De esta manera, ha propuesto “una combinación narrativa de observación, sabiduría práctica y teología, que empiece por el reconocimiento de que ‘en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman’; pase por el descubrimiento real de que ‘Dios vela por nosotros’, y concluya con la certeza de que estamos llamados a ‘una esperanza viva, a una herencia incorruptible, incontaminada e imperecedera reservada para nosotros'”.

Todo ello con el objetivo de inspirar dos miradas: por un lado, “la mirada a la tradición de esperanza, de la que somos herederos. No a nivel de texto sino de testigos. Esta mirada se inspira en todo lo que hemos oído y vivido estos días”; por otro, “la mirada a la zona de la promesa, para estudiar la muestra y reproducirla intentando tejer un nuevo paño de la esperanza”.

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