La presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales da pistas sobre cómo “ser vientre generador para una vida consagrada profética” durante la 52ª Jornada Nacional del ITVR
“¿Se puede pasar del caos al kairós? Este paso es posible, pero no se trata de un salto instantáneo o mágico. Por el contrario, es un paso pascual: implica que pasemos, personal y comunitariamente, de la muerte a la resurrección; exige que no nos aferremos a un pasado pasajero y que nos abramos a la acción innovadora, desbordante y vivificante del Espíritu de Jesús, que actúa desde abajo en los momentos de crisis y de muerte, cierra unas puertas, pero abre otras. Un Espíritu que nunca está en huelga, ni en la Iglesia ni en la historia humana”. Nadia Coppa dixit.
Así ha concluido sus palabras la presidenta de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) durante su intervención en la 52ª Semana Nacional para la Vida Consagrada -organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) de los misioneros claretianos-, que se ha celebrado desde el 12 de abril hasta hoy en la Universidad CEU San Pablo.
La religiosa de las Adoratrices de la Sangre de Cristo ha ofrecido durante su exposición -en la que ha parafraseado en numerosas ocasiones al papa Francisco- pistas para ‘Ser vientre generador para una vida consagrada profética’, como reza el título de su ponencia.
Aunque también ha dejado una gran pregunta en el aire: “¿Cómo encontrar una ‘vida nueva’ que reavive en las comunidades la frescura de la fecundidad vocacional, la alegría y la apertura misionera de los orígenes?”.
“La vida consagrada no puede renunciar a soñar y a invertir sus energías en el testimonio y en el compromiso de ‘despertar al mundo’, como ha indicado el papa Francisco a todos los consagrados y consagradas. Despertar al mundo ha resonado y resuena como una llamada de la que no podemos eximirnos; una llamada a acoger, una novedad a asumir en el dinamismo de un tiempo en continua transformación para ser ese signo profético que la vida religiosa, por su propia naturaleza, está llamada a ser”, ha destacado la religiosa italiana.
Asimismo, ha insistido en que “deseamos una vida religiosa generadora, capaz de dinamismo, de transformación, dispuesta a generar un cambio real en sí misma y en la Iglesia, pero para ello es necesario partir de regenerarnos nosotros mismos, como personas y como comunidad, abiertos al Espíritu Santo que es fuente de vida nueva y de auténtica transformación”.
En este mismo sentido, ha señalado que “todos nosotros, personas consagradas, sentimos la necesidad de una renovación profunda que devuelva autenticidad a nuestras vidas, vitalidad a nuestras fraternidades/sororidades y fecundidad a nuestra misión”.
“Somos conscientes de que las estrategias, los programas y los proyectos son importantes -ha continuado-, pero parece que se nos pide algo más. Se requiere una escucha más dócil del Espíritu de Dios para estar disponibles y abiertos a su acción transformadora en nuestras vidas, en la Iglesia y en el mundo”.
Coppa ha subrayado durante su intervención qué es -o más bien, qué no es- la vida religiosa: “No es un privilegio, sino una aventura apasionante, un riesgo evangélico, abierto a la novedad del Espíritu Santo”.
Y también qué comunidades son las únicas capaces de generar vida: “Solo las que tienen un gran corazón, están enraizadas en Dios y mantienen los brazos abiertos y tendidos hacia el mundo”.
Por otro lado, Coppa ha invitado a trazar el camino “revolucionario” del amor y la misericordia. “El amor es siempre revolucionario porque rompe fronteras, porque no acepta el ‘siempre se ha hecho así’, porque inventa formas siempre nuevas de responder a lo que se necesita”, ha afirmado.
Por su parte, “la misericordia es una palabra generadora. Es la única alternativa a la cultura de la indiferencia”. Y ha añadido: “La misericordia es la respuesta generadora que el papa Francisco ha ofrecido al mundo para afrontar el problema de la desigualdad”.
A este respecto ha remarcado que “la misericordia es un movimiento saludable, que ayuda a desintelectualizar la fe, a hacerla vida de nuevo”. “Porque la misericordia es concreción: hunde sus raíces en la experiencia de amar, de cuidar. Tiene que ver con personas concretas, con rostros y no con estadísticas. Es el amor encarnado, que toca y se deja tocar. Es el lenguaje de la solicitud, del abrazo, hecho de gestos, de acciones, de ‘obras'”, ha subrayado para luego completar: “Recuperar este rasgo en nuestra fe es fundamental. Nos devuelve a una dimensión humana, en la que somos libres de tocar al otro con sencillez fraterna”.