Entre las caravanas, chabolas y incluso vagones reutilizados en los que viven 12 familias que trabajan en un pequeño parque de atracciones y unas salas de juego de Lido di Ostia, la considerada playa de Roma, viven desde hace más de 13 años dos religiosas Genevieve y Anna Amelia también ellas en un par de viejas caravanas. Han llamado a su calle “Viale papa Francisco” ya que han obtenido el apoyo y la bendición del pontífice por su dedicación a la pastoral con esas familias y la ayuda prestada a las prostitutas transexuales.
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Visita papal
Y es que, en 2015, el papa Francisco hizo una visita sorpresa a ese parque de atracciones y a esta extraña comunidad en la que viven las monjas, una francesa y otra italiana que pertenecen a las Hermanitas de Jesús, fundadas por Charles de Foucauld. Para salir adelante ellas mismas atiendes dos puestos en el parque de atracciones, uno en el que hay que lanzar unas bolas –8 lanzamientos cuestan 2 euros– y otro en el que venden figurillas de terracota, según se relata en un reportaje publicado por la web katholisch.de.
Hasta que llega la hora de abrir el puesto por la tarde, las religiosas hacen recados, rezan, acuden a la misa o limpian su espacio, un lugar estrecho en el que no falta la capilla –en la que también rezó el Papa–. A Francisco han acudido en los peores momentos de la pandemia o cuando han necesitado algo para las prostitutas que atienden y a las que el propio pontífice saludó tras una audiencia general en el Vaticano. “Esta es mi casa, aquí es donde quiero morir. Pero el de ahí arriba todavía tiene algo que decir al respecto”, señala la hermana Genevieve, que acaba de cumplir 80 años.