Presidente de Nicaragua ocupa su ‘mensaje de paz’ para arremeter de nuevo contra la Iglesia católica

Al cumplirse cinco años de las protestas sociales que detonaron la persecución religiosa, Daniel Ortega cargó contra los obispos: “Pobres diablos, que Dios los perdone, como yo los perdono”

Daniel Ortega y Rosario Murillo - Nicaragua

Este 19 de abril se cumplieron cinco años del inicio de las protestas en Nicaragua contra una reforma al sistema de seguridad social, la corrupción y el neptosimo. El papel de la Iglesia católica consistió en abrir las puertas de sus templos para facilitar espacios de diálogo, promover jornadas de oración, atender a los heridos y consolar a los familiares de las personas fallecidas o desaparecidas.



Sin embargo, esta labor fue entendida por el gobierno sandinista de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo como un espaldarazo al movimiento que, según él, era más bien un intento de golpe de Estado.

A partir de ahí, las hostilidades a la Iglesia, que para entonces eran esporádicas, se volvieron más evidentes y frecuentes, al grado de encarcelar y expulsar a sacerdotes -entre ellos al nuncio apostólico- y congregaciones religiosas. Los casos más emblemáticos son los del obispo exiliado Silvio Báez, sobre quien había un plan para asesinarlo, y el del obispo Rolando Álvarez, a quien el gobierno ha castigado con 26 años de prisión por considerarlo “traidor a la patria”.

Odio disfrazado de paz

Con motivo de este aniversario, el presidente envió un mensaje de paz, el cual aprovechó para descargar con rabia sobre el Vaticano y la Iglesia local de Nicaragua, con calificativos como “diablos” y “criminales”.

En el el Día Nacional de la Paz, establecido por el mandatario cada 19 de abril, Ortega culpó abiertamente al episcopado de aquellas protestas sociales:

“Ahí estaban los mismos descendientes de Caín, conspirando contra sus hermanos, al servicio de los emperadores, de los imperios yanquis, europeos y también de cúpulas de la Iglesia”, dijo.

Aseguró que durante las manifestaciones muchas de las parroquias se convirtieron en cuarteles de “donde salían los grupos armados a atacar a la población y a atacar a las unidades de policías todos los días”. Incluso -dijo- durante las protestas la policía nicaragüense estuvo acuartelada y con la orden de no responder a los ataques.

Tras acusar a los sacerdotes de “manipular a Cristo”, Ortega afirmó que estos no tenían ningún respeto a Dios, pues eran testigos de crímenes que se perpetraban y filmaban dentro de las iglesias.

“Paciencia con la Iglesia”

Luego de reconocer que recientemente prohibió las procesiones públicas de Semana Santa para evitar levantamientos, el mandatario señaló que durante los diálogos para solucionar las revueltas sociales de 2018, él le pedía paciencia a Dios para con los obispos.

“Le pedía a Dios que me diera paciencia, que me diera paciencia y mientras tanto tratar de persuadirlos en los famosos diálogos (…) porque ahí muchos de los obispos que estaban participando, alentando a los terroristas, o hijos del demonio, obispos de satanás, no pueden ser obispos de Cristo, no pueden andar con esa cruz en el pecho, enlodan esa cruz cuando la andan en el pecho, profanan el Santísimo cuando lo levantan en sus manos manchadas de sangre, y esto no tiene nada que ver con el cristianismo, ni con Cristo, ni con el catolicismo”, expresó.

También arremetió contra el Vaticano, tildándolo de antidemocrático y de ser un “Estado levantado a costa de sangre”. “Cristo nunca dijo que había que hacer un Estado, nunca dijo eso Cristo, ¿dónde lo dice Cristo? (…) el Estado Vaticano es un Estado más en el mundo, es un Estado más, tiene sus bancos, tiene sus policías, tiene su centro de inteligencia y tiene un mando totalmente vertical, ahí no hay democracia, tiene un mando vertical, a como lo ejercían los emperadores romanos, igual como lo hacía Nerón”.

Y refiriéndose nuevamente a las protestas, dijo: “eso no tiene nada que ver con lo que paso aquí a lo largo de los años, cuando ese intento del golpe de Estado, ojalá los obispos y los sacerdotes reflexionen, que piensen en Cristo un poco y que empiecen a actuar como cristianos, y no que se sientan porque tienen un hábito o porque tienen una sotana, tienen la fuerza y la autoridad de hacer lo que les da la gana”.

Concluyó: “Pobres diablos, que Dios los perdone como yo los perdono, yo los perdono, yo no guardo odio para ellos. Nunca he guardado odio y recuerdo que siempre he tenido presente ese ‘hazme un instrumento de tu paz, Señor'”.

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