El padre Donaciano Alarcón asegura que el motivo de su expulsión fue por predicar sobre la injusticia en contra del obispo Rolando Álvarez, pero no haberlo hecho hubiera sido una ofensa a Dios
El lunes santo de este año, las autoridades nicaragüenses expulsaron de ese país al sacerdote claretiano Donaciano Alarcón, por supuestamente haber participado en procesiones públicas de Semana Santa, algo que el gobierno de Daniel Ortega sólo permitió al interior de los templos o en calles aledañas.
En su momento, a través de la radio panameña, el sacerdote explicó que elementos de la Policía Nacional lo habían detenido y llevado a la frontera con Honduras, acusándolo de perturbar la paz, y advirtiéndole que no podía volver a pisar territorio nicaragüense.
Actualmente, Donaciano Alarcón desempeña su ministerio en una iglesia de la ciudad hondureña de San Pedro Sula, cerca de Tegucigalpa. En entrevista para CNN, el sacerdote recuerda cómo fue expulsado.
“Él -refiriéndose a uno de los policías que lo trasladaron a la frontera- me dijo que con la paz de Nicaragua nadie se mete (…) Cuando me estaba acusando sentí coraje, pero también mucho dolor (…) me sentía como si hubiera sido el peor de los criminales, una persona que estaba estorbando en lugar de ayudar”.
Para el sacerdote panameño, aquel lunes santo, su mayor temor no era perder la vida, sino que lo encarcelaran bajo acusaciones en contra de su integridad moral. “Yo soy nervioso y estaba desesperado. No iba a salir corriendo, pero sí me preguntaba qué iban a hacer conmigo”. Sintió cierta tranquilidad cuando llegaron a la frontera con Honduras.
Donaciano Alarcón tiene claro que la razón de su expulsión de Nicaragua no fue por haber participado en actos públicos de Semana Santa, sino por haber hablado desde el púlpito sobre la injusticia que está sufriendo el obispo Rolando Álvarez, sentenciado a 26 años de prisión por el régimen sandinista, bajo el cargo de traición a la patria.
“Eso yo no lo podía evitar. Haberme quedado callado hubiera sido como decirle al Espíritu Sato: ‘por tu culpa’. Eso hubiera sido para mí una especie de blasfemia, un acto contra Dios”.
Asegura que detrás de los ataques a la Iglesia católica está el temor del gobierno de Daniel Ortega al poder de convocatoria que tiene la institución, “sobre todo porque en Nicaragua se ha manifestado ese acercamiento de los sacerdotes a la gente sencilla y pobre. Eso aumenta la fe”.
Para el sacerdote, el futuro de Nicaragua es incierto: “No sé lo que sigue. No sé cuál sea el siguiente capítulo. Esto es como una novela que hay que sentarse a verla porque es interesante. Se escucha algo feo que diga que es interesante porque parece que no me doliera lo que está pasando, pero yo sigo pidiéndole a Dios. Incluso, no me gustaría jamás que hubiera una revuelta“, dice.
En los próximos días el sacerdote panameño viajará a Guatemala para recibir órdenes de sus superiores, pero no pierde la esperanza de regresar algún día a Nicaragua para volver a encontrarse a sus feligreses.