El madrileño Vicente Paúl Mozo conoció a la que sería su mujer, Noelia Zambrana, hace cuatro años. Como muchas otras parejas, eran compañeros de trabajo e iniciaron una relación. Al inicio de la misma, vieron que algo les unía, aunque no plenamente, lo que no era en absoluto un problema. “Ella era evangélica y yo católico –explica Paúl–. No supuso ningún inconveniente. Al contrario, me explicó que necesitaba estar con una persona cristiana, pues, para ella, compartir su fe era algo fundamental. Así, aunque no perteneciéramos a la misma Iglesia, le alegraba mi fe en Jesús”.
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Cuando decidieron dar el paso definitivo y casarse, quisieron que en la ceremonia estuvieran presentes un sacerdote católico y un pastor evangélico. Contaron con el apoyo fundamental de Emmanuel Buch, pastor de la iglesia Cristo Vive, de Hortaleza, la comunidad que frecuenta ella. Pero no ocurría lo mismo a la hora de encontrar a un cura que quisiera estar presente en la celebración: “El pastor nos habló de Rafael Vázquez, sacerdote malagueño que ahora trabaja en la Conferencia Episcopal, al frente de los departamentos de Ecumenismo y Doctrina de la Fe. Él fue un apoyo fundamental en todo este tiempo y nos animó cada vez que encontrábamos dificultades, pues las parroquias a las que nos dirigíamos no veían con claridad el hecho del matrimonio mixto cuando solicitamos la celebración en un templo católico”.
Aceptado desde el Concilio
Vázquez les insistía en que, desde el Concilio Vaticano II, con el documento ‘Unitatis redintegratio’, las relaciones ecuménicas de la Iglesia católica con otras confesiones cristianas han cambiado y que el Código de Derecho Canónico contempla los matrimonios mixtos, así como que pudiera tomar parte en la celebración el sacerdote y, en determinadas partes, el pastor. Así, “una vez que lo intentamos en varias parroquias católicas y Noelia sufría por no concretarse nada, el propio Rafael se comprometió a estar presente en nuestra boda”. La misma se celebró el 30 de abril de 2021 en Cristo Vive y estuvo presidida por el pastor evangélico. El sacerdote católico hizo la predicación y la bendición, por lo que ambos le están inmensamente agradecidos y mantienen un contacto periódico.
En su día a día, Paúl valora como un tesoro todo lo que le aporta la fe evangélica de su mujer: “La acompaño frecuentemente a sus celebraciones y me gusta especialmente la gran cantidad de jóvenes que hay allí y el dinamismo y la alegría que transmiten. Por parte de los más mayores, aún hay ciertos recelos hacia los católicos por el pasado de persecución que sufrieron en el franquismo (por ejemplo, no les permitían enterrarse en los cementerios), pero se puede dialogar con ellos perfectamente y aprendes mucho cuando te hablan de ese sufrimiento. Y, con los jóvenes, directamente hay una gran apertura y me integran completamente”.
Unidos por una base común
Y es que, “aunque hay cosas que nos separan, como el culto a los santos o el reconocimiento de la autoridad del Papa, siento que nos une una base común”. De ahí que compartan con total naturalidad experiencias como la peregrinación al Camino de Santiago o las bodas de oro de sus padres, que fueron para él toda una experiencia de fe: “Mis padres se conocieron siendo niños en un orfanato de Zamora. Se educaron con las monjas y, cuando se casaron y nos tuvieron a mis hermanos y a mí, siempre nos llevaron a colegios religiosos. Ellos son muy católicos y nos han transmitido esos valores. Por eso fue tan importante para mí que nos acompañara en la iglesia mi mujer”.
Ante la oportunidad de vivir una fe compartida desde la diversidad, Paúl destaca que es mucho lo que le ha aportado la fe de su mujer: “Invitaría a muchos católicos a asistir a un culto evangélico. Son personas alegres, lo que se refleja en sus celebraciones. Y se centran en la Palabra, mimando mucho el estudio de la Biblia; algo que, por ejemplo, a veces nos falta a nivel general en la Iglesia”.
Hacia la religiosidad popular
Respecto a lo que podría aportar el catolicismo a la Iglesia evangélica, el joven madrileño apunta que “sería una oportunidad que trataran de ahondar en la Semana Santa a nivel de religiosidad popular. Sé que ellos no veneran imágenes, pero entenderían mejor la emoción que muchos sentimos al ver a la Virgen y a los santos desde una advocación particular. Todos sabemos que la fe va mucho más allá, pero son cosas concretas que ayudan en el camino hacia Dios”.
Igualmente agradecida por esa fe compartida se siente Noelia: “Antes de conocer a Paúl, la verdad es que no conocía mucho de la liturgia católica, por lo que me ha abierto los ojos ver que hay otras vivencias y que son igual de respetables y válidas que las nuestras. Ahora, de un modo natural, las he experimentado cuando hemos compartido celebraciones y valoro que el rito católico es más estructurado que el nuestro. El evangélico es más flexible en la liturgia del culto y en la alabanza, que se vive de una forma animada, representando la alegría por lo que se celebra, pero es una riqueza sentir que, en el fondo, compartimos una misma roca común, que es la fe cristiana, solo que vivida desde diferentes experiencias”.
Cristo, la Biblia y la oración
En este sentido, ella tiene claro que, en caso de tener algún día hijos, “no habría ningún conflicto sobre qué confesión eligieran… Para nosotros, como matrimonio, la fe es vivida de un modo natural y está en el centro. Podemos rezar juntos y tener una vida espiritual común. Pese a las distintas vivencias, la base de todo es que nos respetamos mucho y nunca nos juzgamos. Por eso, serían nuestros propios hijos, cuando crecieran, los que eligieran. Y todo desde la base de que compartimos unos valores comunes y que ponemos en el medio de todo: Cristo, la Biblia y la oración. Además, los evangélicos presentamos a los niños en la comunidad al nacer, pero son ellos, cuando pueden elegir, los que se bautizan. Por eso, habría margen para que, en una edad adulta, se bautizasen, si así lo quisieran, ya fuera como católicos o evangélicos”.
Fotos: Jesús G. Feria.