El sacerdote malagueño Rafael Vázquez, en una situación inédita en nuestra Iglesia local, desempeña una doble función en la Conferencia Episcopal Española (CEE): por un lado, es el director del secretariado de la Subcomisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales y el Diálogo Interreligioso y, por otra, también dirige la Comisión de Doctrina de la Fe.
- PODCAST: Matrimonios mixtos, amor con doble bendición
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Desde esa amplia y diversa atalaya, su mirada sobre los matrimonios mixtos (entre católicos con cristianos de otras confesiones) y de disparidad de culto (con fieles de otras religiones) es realmente enriquecedora. Y es que, además de en la reflexión teórica (es doctor en Teología Dogmática por la Universidad Gregoriana de Roma y vicedirector del Centro Superior de Estudios Teológicos San Pablo en Málaga), también se ha pulido en el acompañamiento a pie de calle, tanto como vicario en la parroquia malagueña de San Fernando como en sus muchos años como delegado diocesano de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso, en los que, entre otras muchas cosas, promovía encuentros de verano conjuntos entre católicos y musulmanes.
Un pilar conciliar
PREGUNTA.- ‘Nostra aetate’ nació en 1965 como uno de los pilares del Concilio Vaticano II, en el que la Iglesia católica hacía una valoración positiva de las religiones no cristianas. Un nuevo paradigma que, entre otras cosas, afectaría a la práctica de los matrimonios con disparidad de culto, que es el que se da entre un católico y un no cristiano. Casi 60 años después, ¿este documento y su espíritu han calado en nuestras comunidades?
RESPUESTA.- La declaración ‘Nostra aetate’ es el documento más breve del Concilio Vaticano II, con tan solo cinco números, pero ha abierto las puertas al cultivo de las relaciones fraternas con los fieles de otras religiones. Gestos y encuentros que hoy se dan entre representantes religiosos, antes del Concilio, eran impensables y se miraban con recelo. ‘Nostra aetate’ ha ayudado a superar muchos prejuicios y a mirarnos como hermanos, ha facilitado el conocimiento intelectual y personal de mundos que parecían irreconciliables y ha posibilitado la colaboración común en muchos ámbitos y preocupaciones compartidas.
Bajando a la concreción de una familia que se forma a partir de un matrimonio con disparidad de culto, hay que tener en cuenta que se requiere de mucha generosidad, respeto, diálogo y amor por ambas partes. Lo ideal sería que, en el matrimonio, al igual que se comparten tantos aspectos de la vida, uniera también una misma fe. Esta disparidad en la fe de los contrayentes conlleva dificultades añadidas a la convivencia, no solo por motivos religiosos, sino también por cuestiones culturales asociadas a lo religioso que pueden afectar seriamente la vida del matrimonio y la familia.
De ahí, la necesidad del respeto y la generosidad abundante, lo que implica también aceptación para que la otra parte pueda practicar libremente su fe. Si la pareja es capaz de superar estas no leves dificultades, el matrimonio entre personas de distintas religiones se convierte en un modelo de diálogo interreligioso, en el que se pone el énfasis en lo que los une, respeta la diversidad y evita que la diferencia se convierta en motivo de conflicto.
P.- Lo mismo ocurre en los matrimonios mixtos entre cristianos de diferentes confesiones. Usted mismo ha sido testigo de las reticencias que todavía se encuentran cuando se plantean estos casos en algunas parroquias. ¿Esto ocurre por desconocimiento o, peor aún, a sabiendas de que se va en contra de lo que establece la Santa Sede?
R.- Aunque cada vez se dan más casos de matrimonios mixtos, es cierto que no es lo habitual en la vida de una parroquia, lo que lleva a actuar con prudencia cuando el párroco no tiene claro el procedimiento en estos casos. Quiero pensar que es por desconocimiento. No creo que ningún párroco quiera actuar contra lo que viene legislado en el Código de Derecho Canónico ni que ninguna parroquia hoy en día no esté en línea con el Concilio Vaticano II, que sigue siendo la brújula que orienta la actividad pastoral de la Iglesia en nuestros días.
En parroquias y seminarios
P.- ¿Falta formación en este sentido en nuestras parroquias y seminarios?
R.- Se viene trabajando incansablemente en la formación en el diálogo ecuménico y el diálogo interreligioso a lo largo del postconcilio. Muchas centros eclesiásticos y seminarios han ido acogiendo las directrices al respecto promoviendo la asignatura de ecumenismo y diálogo interreligioso, así como dando una dimensión transversal ecuménica e interreligiosa a los estudios de teología. A otro nivel, gracias a la sensibilización que cada año supone la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el ecumenismo ya no suena a “algo extraño”. Aunque, con sinceridad, he de decir que nos queda mucho camino que andar en lo que se refiere a la formación en este campo.