“A los cristianos les convendría leer a san Pablo”, afirma el exégeta Daniel Marguerat. El pastor de la Iglesia Reformada estudió en Lausana (Suiza), donde nació en 1943, y en Gotinga (Alemania). Enseñó Nuevo Testamento en la Universidad de Lausana, centrándose en el Jesús histórico, el apóstol Pablo y los Hechos de los Apóstoles. Ha realizado investigaciones de vanguardia sobre los tres temas y ha publicado numerosos libros. Formado inicialmente en el análisis histórico-crítico de textos, descubrió el análisis narrativo y retórico en Estados Unidos. En la actualidad, trata de combinar distintos tipos de lectura para hacer mejor justicia a los textos.
- PODCAST: Matrimonios mixtos, amor con doble bendición
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
PREGUNTA.- Usted presenta un nuevo libro sobre san Pablo en el Festival del Libro de París. ¿Qué cosas nuevas tiene que decir sobre él?
RESPUESTA.- La mayoría de las obras publicadas hoy sobre Pablo son biografías del apóstol, escritas por historiadores que tratan de reconstruir su vida, o análisis teológicos de su pensamiento. He querido combinar ambos enfoques, convencido de que el pensamiento nace y se alimenta de la vida. Un teólogo, cuando escribe, es una persona que vive, sufre, experimenta sentimientos, quiere defender un punto de vista… Inscribir el pensamiento de Pablo en su historia me permite dar cuenta de su humanidad: el hombre detrás del texto, en definitiva.
Además, intento resolver el enigma de un pensamiento que se mueve, cambia, a veces se contradice. Algunos teólogos sostienen que el apóstol carece de coherencia y que solo reacciona a los contextos o conflictos en los que se ve envuelto. Yo estoy convencido de lo contrario. Pero este gran apóstol no pronuncia un catecismo intemporal. Sus palabras se dirigen siempre a una comunidad y responden a un problema identificable.
P.- ¿Podemos decir que Pablo es el fundador del cristianismo?
R.- Nunca se ha presentado como tal. Ve su palabra como un Evangelio cuyo fundamento es Cristo. Pero es un pionero. Antes de él, en los años 40 y 50, el Evangelio se predicaba en la sinagoga. Pablo es el primero que lleva a cabo sistemáticamente una misión cristiana que se dirige también a los no judíos, sin que tengan que integrarse en el judaísmo.
Por otra parte, se enfrenta a problemas inéditos, como muestra la Primera Carta a los Corintios. Jesús no escribió nada, ni pensó en la organización de una comunidad después de él. Vivió como nómada con un grupo de discípulos antes de ser ajusticiado. Después de él, hubo que inventarlo todo.
Pablo se dirige a los grecorromanos que se preguntan cómo vivir su nueva fe en el día a día, si pueden compartir una comida con sus vecinos paganos, si deben practicar los rituales judíos, si las mujeres pueden tener un papel en el culto… Tantas preguntas que Jesús no se había planteado directamente, pero a las que Pablo tenía que dar respuesta. Así que no es un fundador, porque no deja de remitirse a Jesús, pero sí es un pionero.
Seamos claros: la identidad del cristianismo no sería lo que es sin él. Fue el primero en reformular la palabra de Jesús en la cultura del mundo romano, abriendo el cristianismo a la universalidad. Su labor creativa e innovadora fue impresionante.
P.- Tanto que algunos lo acusan de haber traicionado a Jesús…
R.- Sí, a menudo se ha dicho que Jesús era un hombre sencillo, que hablaba a campesinos y pescadores, contando parábolas, proclamando a un Dios bueno… Pablo lo habría confundido todo con una teología abstracta, complicada y culpabilizadora. En realidad, Pablo fue fiel a Jesús, interpretando sus palabras en una cultura y unas condiciones diferentes. Fue, por tanto, su intérprete, quizá el mejor.
Su actitud hacia las mujeres, por ejemplo, lo demuestra. En el judaísmo de la época, la educación religiosa estaba estrictamente reservada a los hombres. Jesús transgredió las convenciones sociales y religiosas al aceptar a mujeres en su grupo de discípulos.
Del mismo modo, Pablo crea comunidades de hombres y mujeres con los mismos derechos, responsabilidades y vocaciones. Por el bautismo, los creyentes se convierten en hermanos y hermanas. Las mujeres oran y profetizan en estas comunidades (1 Cor 11). Esta mezcla es absolutamente original en el mundo antiguo. Desgraciadamente, después de Pablo, desapareció poco a poco y las mujeres fueron excluidas de ciertas funciones ministeriales. Esta situación persistirá a veces… ¡hasta nuestros días!
Mostrar su modernidad
P.- ¿Es esta la imagen que los cristianos de hoy conservan de Pablo?
R.- Pablo es el apóstol más vilipendiado de todo el Nuevo Testamento. Los creyentes de hoy dicen que sus epístolas son incomprensibles, que es doctrinario, colérico, antifeminista y antijudío… En mi libro, intento hacerle justicia en todos estos puntos. Es totalmente erróneo, como usted habrá comprendido, decir que es antifeminista.
Las epístolas que se refieren a la mujer en el hogar (Colosenses, Efesios, etc.) forman parte de su legado, pero no son suyas. En los dos primeros siglos, sus seguidores desarrollaron y ampliaron su pensamiento, incluso a veces lo traicionaros o, el menos, lo sesgaron de manera importante. Pido a pastores y sacerdotes que se esfuercen por corregir la imagen nefasta del apóstol y, sobre todo, por actualizar su pensamiento para mostrar su modernidad.
P.- Algunos cristianos dicen que les gustaría recuperar el fervor de las pequeñas comunidades paulinas. ¿Es esto una utopía?
R.- Si leemos con atención las dos Epístolas a los Corintios, que nos dan la información más concreta sobre la vida de estas comunidades, vemos que, de hecho, estaban aquejadas de muchas tensiones. Pero Pablo les muestra el modo de afrontarlas y superarlas.
Siempre que se enfrenta a una crisis derivada de la confrontación de posturas antagónicas, no se decanta por un bando en detrimento de otro, sino que remite a ambas partes a la identidad que han recibido de Dios y que les confiere el mismo valor. A partir de ahí, les anima a ver el problema de otra manera y a aceptar las diferencias. Un buen modelo de gestión de conflictos, ¿no? En el fondo, Pablo no pretendía aumentar el fervor. Lo que intentaba transmitir es cómo se construye una identidad creyente. En este punto, es decididamente moderno.
P.- ¿Por qué es moderno?
R.- Porque afirma que los hombres y mujeres, si confían en Dios, son acogidos incondicionalmente. Esto se llama “justificación por la fe”. Pablo no trató de hacer a la gente más religiosa. Vino a decir: “Habéis recibido una identidad en el bautismo que ha cambiado vuestra relación con Dios, con vosotros mismos y con los demás”. Esta nueva identidad exige que, dentro de la comunidad creyente, los demás sean vistos como hermanos y hermanas de igual valor y condición que uno mismo, admitidos, acogidos y valorados por Dios independientemente de su origen.
Esta igualdad de valores y de estatus, este rechazo de toda discriminación social, es su modelo para la Iglesia… un modelo que el cristianismo actual no consigue alcanzar. Porque, por supuesto, este reconocimiento recíproco crea tensiones: ¿cómo puede cambiar de un día para otro un hombre que desprecia a las mujeres o un amo que desprecia a los esclavos porque está bautizado y participa en la Eucaristía? Sin embargo, según Pablo, eso es lo que está llamado a hacer en la comunidad.
Tras la muerte del apóstol, este modelo decayó porque contradecía el funcionamiento de la sociedad. Sin embargo, la vocación de la Iglesia es constituir lo que Pablo llama “el cuerpo de Cristo” (1 Cor 12), cada uno de cuyos órganos es indispensable para el conjunto. No hay nada más innovador, más prometedor, más moderno que esta idea.
P.- ¿Qué cree que diría Pablo a los cristianos de hoy?
R.- Creo que expresaría consternación e indignación ante las divisiones del cristianismo. También creo que se entristecería al ver la pobreza de la vida comunitaria cristiana. Para él, es a través de la vida comunitaria como se expresa la nueva identidad recibida en el bautismo. Reprocharía a los creyentes que descuidaran lo que Dios ha hecho de ellos por su bautismo, que vivieran por debajo de su identidad, que consintieran las discriminaciones dictadas por la sociedad.
El cristianismo actual me parece cansado, por no decir derrotista. Pero leer a Pablo es estimulante. Es un autor creativo, ¡tiene ambición para el cristianismo! Si el cristianismo quiere revitalizar su cultura, sería bueno leer y releer sus epístolas. La visión de Pablo sobre la identidad cristiana es nuestro futuro, no nuestro pasado.
*Entrevista original publicada en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva