Ayer falleció en el hospital de Génova el sacerdote argentino Carlos Miguel Buela, fundador del Instituto del Verbo Encarnado y del Instituto Servidoras del Señor y la Virgen de Matará, dos realidades eclesiales que con 3.000 religiosos en 45 países de los cinco continentes, pero que, hoy por hoy, se encuentran salpicados por la lacra de los abusos sexuales, así como de una ausencia de transparencia y obediencia frente a la Santa Sede.
El presbítero, fallecido a los 82 años, ya fue apartado por el Vaticano en enero de 2010 de la familia carismática que creó hace cuatro décadas al confirmar que se trataba de un depredador sexual y con firmes sospechas de que había puesto en marcha una estructura para auspiciar una red de abusos.
Con estas sospechas confirmadas como base, Roma decidió intervenir a la institución, un trabajo de investigación y tutela que, según ha podido confirmar ‘Vida Nueva’, se ha encontrado con algo más que resistencia y oposición por parte de los responsables de esta realidad eclesial.
Tanto es así que el pasado mes de octubre, el cardenal Santos Abril y Castelló, comisario pontificio del Instituto del Verbo Encarnado, se vio obligado a dar un golpe en la mesa tras constatar que esta realidad eclesial mantiene “un gobierno en la sombra”.
“Hacen como si no pasara nada, van por libres e ignoran cada aviso que se les da”, denuncian desde la Santa Sede que incluso han constatado como siguen abriendo casas y obras cuando en principio el comisariamiento impediría cualquier tipo de acciones de este tipo. Es más, en Roma lamentan que cuenten con el respaldo explícito e implícito de obispos que son conocedores de la delicada situación que vive los religiosos y religiosas de este movimiento que cuenta con un cuarto voto “de esclavitud mariana”.
En este sentido, entre otros países, en el Vaticano miran directamente a España, donde tanto la rama masculina como la femenina han ampliado en estos años su presencia en varias diócesis. “Ningún obispo nos puede decir a la ligera que no sabían nada o escudarse en la buena voluntad de los religiosos que se instalan en su territorio. Están mirando para otro lado con la excusa de la labor pastoral que hacen y eso es una falta de responsabilidad”, añaden quienes están siguiendo de cerca la rebeldía manifiesta de los seguidores de Buela.
Esta rebeldía frente a las directrices marcadas desde Roma también se evidencia en su escaparate público. A pesar de la codena manifiesta al fundador por abusos y de la intervención vaticana, no hay ni un solo rastro de estos hechos en la home del portal digital de la familia carismática. Tampoco hay referencia alguna a protocolos antiabusos ni petición de colaboración a las víctimas como vienen haciendo tanto las diócesis como las congregaciones religiosas en estos últimos años. Es más, el padre Buela cuenta con su propia página web en la que se expone toda su vida, obra y escritos, pero obviando cualquier referencia a su perfil abusador.