El secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales del Vaticano visita Liechtenstein
En su visita a Liechtenstein, el secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, el arzobispo Paul Richard Gallagher, reclamó en una intervención en el ayuntamiento de Vaduz el ‘espíritu de Helsinki’ frente a la continua amenaza de guerra que se cierne sobre Europa.
“Ahora que también Europa siente más que nunca la amenaza a la paz, herida por la trágica guerra de agresión de Rusia contra la martirizada tierra ucraniana, ya nada puede darse por descontado”, alertó el prelado en su conferencia titulada ‘Diplomacia y Evangelio’. Un evangelio, reivindicó, ayuda a los pueblos a salir de la espiral de la guerra, del rencor y del odio, para llevarlos al camino del diálogo y de la búsqueda del bien común, según recogen los medios vaticanos.
Gallagher también recalcó que “la diplomacia papal no tiene intereses de poder: ni políticos, ni económicos, ni ideológicos”, frente al rol de los diferentes países, sino que solo busca el bien común. Para él, la Santa Sede puede representar “con mayor libertad a cada uno las razones de los demás y denunciar a cada uno los riesgos que una visión autorreferencial puede comportar para todos” como hace el papa Francisco.
Aunque lamentó que ese papel no siempre es bien valorado. “Desgraciadamente a pesar de todos los esfuerzos del Santo Padre y de la Santa Sede, todavía no se ha abierto un atisbo de esperanza útil para facilitar una mediación de paz entre Rusia y Ucrania”, apuntó. El arzobispo reivindicó que “la Santa Sede apoya una diplomacia que debe redescubrir su papel de portadora de solidaridad entre las personas y los pueblos como alternativa a las armas, la violencia y el terror. Una diplomacia que se hace portadora del diálogo, de la cooperación y de la reconciliación, que sustituyen a las reivindicaciones mutuas, a las oposiciones fratricidas, a la idea de percibir al otro como enemigo o de rechazarlo totalmente”.
Por ello reclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su 75 aniversario y pidió una ONU más comprometida ante “una profunda crisis del sistema multilateral y de las grandes organizaciones, especialmente de las Naciones Unidas”. “¡Cuán necesaria es una reforma del funcionamiento de esta organización, de un modo más representativo, que tenga en cuenta las necesidades de todos los pueblos! Para ello necesitamos el apoyo de toda la comunidad internacional y la recuperación del ‘espíritu de Helsinki’”, pidió.
Por eso advirtió del riesgo de Europa de “convertirse cada vez más en un cuerpo –quizás incluso aparentemente bien organizado y muy funcional– pero sin alma; lo que contrasta profundamente con la verdadera identidad de Europa, rica en historia, tradición y humanidad”. “No podemos resignarnos a que la guerra en Ucrania continúe durante mucho tiempo con consecuencias trágicas e inimaginables”, clamó. Es más, añadió, “aunque por el momento no parezca haber ninguna apertura a posibles negociaciones, nunca debemos perder la esperanza y, especialmente los creyentes en Cristo, debemos mantener vivo el ideal de paz y confiar en Dios en que esta guerra terminará, aunque no sea el final imaginado por el presidente Zelensky o el presidente Putin. Todos deseamos una paz justa, pero una paz debe llegar, y para ello, si es necesario, también debemos empezar a ‘pensar lo impensable’”.