“Se prohíbe la realización de nuevas pre-fundaciones o fundaciones”. Con esta contundencia el cardenal español Santos Abril, en calidad de comisario Pontificio del Instituto del Verbo Encarnado, se dirige a los superiores provinciales de este instituto de vida consagrada. Lo suscribe en una carta a la que ha tenido acceso ‘Vida Nueva’, firmada el pasado 19 de abril, cuatro días antes de la muerte del fundador de esta familia carismática, el argentino Carlos Miguel Buela.
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En la extensa misiva, el purpurado realiza un exhaustivo repaso a la situación actual de esta congregación religiosa intervenida por el Vaticano y que arrastra consigo el hecho de que Buela fue condenado por abusos sexuales. El purpurado detalla que, “si algo hemos podido confirmar, yo y mis colaboradores del Comisariato, a lo largo de estos años, es la habitual ilegalidad en el modo de operar de los responsables del Instituto”. Es más, incluso afirma que, “después de 30 años de intervenciones de la Santa Sede”, llega a la conclusión de que “las cosas poco han cambiado”.
Sin consentimiento
“Se ha obrado sin nuestro conocimiento y consentimiento, en contra de las Constituciones y Directorios de Instituto del Verbo Encarnado”, asevera Santos Abril, que deja caer que “lo poco que hemos podido conocer ha sido siempre como cosa pasada, gracias a la información enviada por algún religioso, nunca por los provinciales”. “La lista de actuaciones ilegales sería interminable”, subraya, recordándoles el voto de obediencia y el respeto a sus propias normas constitucionales.
Entre los episodios que el comisario considera “realmente graves”, se encuentra la visita que el pasado marzo realizó Buela a una comunidad en Acilia, apenas un mes antes de su muerte, que se convirtió en “una peregrinación masiva” de novicios, seminaristas, hermanas y sacerdotes. Abril recuerda que se desplazó “sin mi conocimiento y mi permiso”, en tanto que hoy por hoy, el cardenal español ejerce de superior general, lo que constata una vez más “la continua desobediencia hacia las normas de la Iglesia”. Y es que, como explicita en el escrito, ya Benedicto XVI prohibió al fundador “cualquier injerencia” en el instituto, una prohibición ratificada por Francisco.
Abandono de religiosos
Santos Abril analiza la crisis de la congregación al señalar que, “con la información todavía incompleta” casi 275 religiosos han abandonado el instituto y critica abiertamente la existencia de 13 provincias y 4 delegaciones cuando por el número de religiosos profesos deberían aglutinarse en dos provincias. Para, Santos Abril se configura así “un mapa muy distorsionado” que se traduce en 150 presencias en 44 naciones y casi 100 diócesis.
A la par, establece diversas medidas de control del instituto que se perciben, en fondo y forma, como un ultimátum a sus responsables. De hecho, el escrito viene a reforzar la idea de que la carta ya escrita por el cardenal el pasado octubre en la que denunciaba la existencia de un “gobierno en la sombra” que ninguneaba las directrices marcadas por Roma.
Supresión de casas
Abril, no solo limita la puesta en marcha de nuevas comunidades, sino que además detalla que “todas aquellas que están en proceso o se hayan realizado a partir del 29 de junio de 2019 deberán ser suprimidas, por haberse realizado en contra de lo que establecen las Constituciones”, que recogen la exigencia de su aprobación por el Comisario Pontificio. Esta decisión afectaría a varias presencias del instituto, por ejemplo, en España. Consultados varios obispos que han acogido en sus diócesis al Verbo Encarnado, estos manifiestan no haber recibido notificación alguna del comisario pontificio.
En la misiva, entre otras cuestiones, Santos Abril también afirma que todos los traslados de provincia de religiosos realizados en estos casi cuatro años que lleva como comisario, se han realizado “de forma ilegal”, en tanto que tendrían que haber sido autorizado por él. “En consecuencia, a partir de la presente se prohíbe terminantemente cualquier traslado, sin permiso escrito, de novicios o religiosos fuera de sus provincias de origen”, sentencia. Además, prohíbe “el paso de religiosos de la vida apostólica a la vida monástica, y viceversa”, dentro de las ramas con las que cuenta el Verbo Encarnado.
Sin vida fraterna
Además, el comisario pontificio alerta de que hasta 70 presencias del Verbo Encarnado contarían con “apenas uno o dos religiosos”, por lo que “difícilmente se las puede llamar comunidades” cuando “la vida fraterna en común” es “un punto de vital importancia en lo que se refiere a la vida religiosa”. La preocupación del comisario va más allá en tanto que “el resto de las presencias, muchas de ellas ni siquiera están canónicamente erigidas”. “Esta situación afecta seriamente a la vida del Instituto”, sentencia Santos Abril por lo que reclama una “revisión y recalificación de las presencias” de modo que haya al menos tres religiosos de votos perpetuos.
“Es cierto que el número de religiosos, por sí solo, no implica una mejor calidad de vida comunitaria, pero ayuda y, además es imprescindible”, añade, recordando que sus propias constituciones hablan de tres religiosos como mínimo por comunidad “salvo casos excepcionales”. Incluso se llega a situar que “lo normal” son “al menos cinco religiosos” por casa.
Visita canónica
Para el cardenal, no es de recibo escudarse en “la disponibilidad y espíritu misionero” ni a las peticiones de los obispos o las necesidades de la Iglesia”. “El Instituto no puede limitarse a suministrar párrocos”, corrige el que hoy por hoy es el máximo responsable en Roma de la congregación. Es más, incluso recoge en su carta el testimonio en primera persona de miembro del Verbo Encarnado que ha pedido la dispensa de sus obligaciones, incluido el celibato, porque “nunca tuve tiempo para poder pensar lo que sucedía en mi vida”. “No es un caso aislado”, alerta el purpurado.
Tal es la situación en la que se encuentra el Verbo Encarnado que Abril reclama una “visita canónica” a las casas de formación. Pero, sabedor de que “en estos momentos se escapa a nuestras posibilidades”, solicita a los obispos locales que se hagan “garantes” de las ordenaciones sacerdotales.