Un historiador de las religiones ofrece las claves para verificar las apariciones marianas, estigmatizados, revelaciones…
Dudosas apariciones de la Virgen María, estigmatizados, revelaciones sobre la vida de Cristo… ¿Cómo clasificar estos fenómenos que, sin embargo, mueven multitudes? El historiador de las religiones Joachim Bouflet, autor de ‘Impostures mystiques’, analiza estos fenómenos y propone algunos criterios de discernimiento.
PREGUNTA- ¿Por qué son tan populares los fenómenos sobrenaturales, como las apariciones de Medjugorje o las revelaciones divinas a María Valtorta (1897-1961)?
RESPUESTA- Quienes peregrinan a Medjugorje o a otros lugares, o quienes leen y creen en las revelaciones de María Valtorta, buscan ante todo tranquilizarse en tiempos difíciles. Necesitan creer en un futuro mejor, en el que se cumplirán las promesas del Cielo.
Y la doctrina de la Iglesia no les basta, es demasiado compleja, demasiado intelectual; en definitiva, demasiado exigente, requiere una forma de ascetismo. Los evangelios, en cambio, son demasiado sobrios, no tocan sus emociones. Me llama la atención el sentimentalismo que encierran las imposturas místicas.
Por último, muchos necesitan lo maravilloso y lo extraordinario para creer. Si bien en los evangelios Jesús nunca habla de milagros cuando cura a los enfermos, sino de signos. Estos signos se nos dan para reforzar nuestra fe, no pretenden demostrar la verdad de lo que creemos.
P.- La Iglesia se interesa por estos fenómenos, ya que valida –o no, la mayoría de las veces– su autenticidad. ¿Por qué?
R.- Para la Iglesia, las revelaciones privadas que reciben los videntes no son necesarias para la fe. Pero, en virtud de su magisterio, tiene el derecho y el deber de emitir un juicio sobre estas revelaciones. También debe controlar la piedad popular para volver a centrarla en el evangelio. En efecto, el evangelio queda a menudo relegado a un segundo o incluso tercer plano.
Esto queda muy claro en el caso de Maria Valtorta, que afirma haber recibido revelaciones del propio Jesús, destinadas a hacer más comprensibles los evangelios. De hecho, ella presenta sus escritos como un quinto evangelio. La Iglesia nunca ha reconocido la autenticidad de sus visiones y de las palabras que supuestamente le “dictó” Cristo. Sin embargo, su Evangelio, tal como me fue revelado, y toda su “obra” de más de 13 000 páginas, llena de anacronismos, errores y desviaciones doctrinales, e incluso episodios escabrosos, siguen circulando ampliamente.
P.- ¿Qué permite identificar una impostura mística?
R.- La mentira primero, o la invención. No podemos juzgar en todos los casos, pero creo que siempre hay un momento en que la persona sabe que está mintiendo. Luego se convierte en un hábito, la mentira se repite, y uno va inventando mentiras sin darse cuenta necesariamente. En cuanto a los hombres, muchos de ellos fingían ser sacerdotes, o incluso el futuro papa.
También se alerta cuando el vidente intenta promocionarse. El fraude se confirma aún más cuando los videntes o su entorno sacan provecho material de su “experiencia mística”. Evidentemente, la impostura se revela también por los “mensajes celestiales” que emiten, cuando su conformidad con la doctrina y la enseñanza de la Iglesia es más que dudosa. Pues, al querer añadir algo a la doctrina, se equivocan en la mayoría de los casos.
Por último, los fenómenos de influencia y deriva sectaria que se producen a veces, por desgracia, entre los supuestos videntes y su entorno, son una prueba más de la impostura. Como en el caso de William Kamm en Australia, condenado en 2005 y 2007 a varias penas de prisión por agresión sexual a adolescentes.
Pero el criterio definitivo, en realidad, es el tiempo. Muchos de los fenómenos sobre los que escribo en mi libro, incluso recientes, acaban cayendo en el olvido después de haber ocupado titulares y conmovido a multitudes. El tiempo es el mayor criterio de autenticidad. Por desgracia, vivimos en una civilización de velocidad e inmediatez, y caemos fácilmente en ellos.
P.- Según algunos de estos criterios, las apariciones de Medjugorje muestran muchos signos de impostura, y la Iglesia nunca las ha reconocido. ¿Por qué, entonces, permitieron una peregrinación?
R.- En primer lugar, para que la piedad popular sea enmarcada y acompañada, en lugar de ser abandonada a su suerte. En segundo lugar, se suelen pasar por alto los malos frutos de Medjugorje. Empezando por las amenazas y calumnias proferidas por los partidarios de las apariciones contra quienes creen que son falsas.
Sin embargo, hay que reconocer que ha habido muchas gracias en este lugar, aunque no sepamos cuántas de las conversiones o vocaciones allí encontradas han sido duraderas –nadie ha hecho un seguimiento de ellas–. Las gracias, de hecho, no dependen de la veracidad o no de las apariciones, dependen de la fe de la gente, como dice Cristo en los evangelios. Una falsa aparición puede generar conversiones, e incluso curaciones. Los buenos frutos de un fenómeno místico no son criterio de su realidad, sino del buen uso que se haga de ellos.
*Artículo original publicado en La Croix, ‘partner’ en francés de Vida Nueva