Vaticano

Juan Pablo II y Francisco: 32 años separan su visita a Hungría pero Moscú sigue estando en el centro

  • El 19 de agosto, mientras Wojtyla estaba en Budapest, se produjo la brutal destitución de Gorbachov
  • Tres décadas después, la invasión de Putin a Ucrania y los millones de refugiados centran el viaje del Papa





El 16 de agosto del 1991, Juan Pablo II aterrizaba a las once de la mañana en el aeropuerto de Budapest. Procedía de Polonia, donde había celebrado en Czestochowa la VI Jornada Mundial de la Juventud y había sido despedido en Cracovia por el presidente Lech Walesa y el primado cardenal Glemp.



El programa preveía cinco días de estancia en Hungría visitando además de la capital, la sede primada de Esztergom, las ciudades de Pecs, Mariapocs, Nyiregyhaza, Debrecen y Szombathely pronunciando en total diecisiete amplios discursos; el habitual maratón al que se sometía el Papa polaco y los que le acompañábamos.

Una visita histórica, puesto que se realizaba un año y medio después de la caída del muro de Berlín y el sucesivo desmoronamiento del imperio soviético. Polonia y Hungría habían sido los primeros países que se habían liberado del yugo del Kremlin. El 23 de octubre del 1990, el nuevo gobierno magiar había proclamado la República de Hungría cancelando sus adjetivos de “popular y socialista” por los de “independiente, democrática y constitucional”. La presencia de Karol Wojtyla ratificaba tal cambio de época y en su discurso ante las autoridades destacó que se entraba “en el dintel de una nueva era ya que habéis reconquistado la propia soberanía y podéis edificar la vida nacional de forma autónoma”.

En todos sus desplazamientos, el Papa se vio acompañado y aclamado por multitudes fervorosas y entusiastas; los entonces católicos –el 65 por ciento de los ciudadanos– recobraban un protagonismo social y político nunca antes imaginado. Juan Pablo II en sus discursos fortificó a una Iglesia que había sufrido décadas de persecución y no dejó de alentar el clima ecuménico pidiendo a católicos, protestantes y ortodoxos que superaran “cualquier caricatura de los otros y toda tentación de falsificar sus propios puntos de vista”. Ante los representantes de la comunidad judía, recibidos en la Nunciatura, puso en alerta contra “el riesgo de que resurjan y se difundan sentimientos e iniciativas antisemitas”.

Libertad de conciencia

El domingo 19 de agosto se produjo el inesperado golpe de mano de la nomenclatura soviética que provocó la brutal destitución de Michail Gorbachov de todos los cargos que ocupaba al frente de su país. La noticia, notificada al Papa por el secretario de Estado, Angelo Sodano, le cayó como un puñetazo en el estómago causándole enorme consternación, ya que entre ellos se había creado una relación de alta complicidad desde que se reunieron por primera vez en el Vaticano el 1 de diciembre de 1989, horas antes de que el presidente de la URSS se dirigiese a la isla de Malta para entrevistarse con el presidente norteamericano George Bush senior.

La primera reacción vaticana se produjo con un comunicado de Joaquín Navarro Valls deseando que “pueda continuar el proceso de distensión y diálogo comenzado estos años y que ha tenido resultados tan positivos no solo en la Europa central y oriental, sino también a nivel internacional como el último tratado sobre la reducción de armas estratégicas”.

El portavoz vaticano añadía que “la Santa Sede da gran importancia a las decisiones tomadas a nivel legislativo que han permitido el ejercicio de un derecho básico y elemental para todo ser humano como es la libertad de conciencia”.

Un Wojtyla apesadumbrado por la noticia

El dramatismo de las noticias de Moscú empañó en parte las horas finales del viaje de Juan Pablo II a Hungría, pero no alteró su programa; sí obligó, sin embargo, a introducir cambios sustantivos en algunos de los discursos pronunciados por Wojtyla, ya que era impensable que este no se pronunciara en persona sobre hechos tan trascendentales.

Al final de la Eucaristía de clausura, celebrada en la Plaza de los Héroes de Budapest el domingo 20, fiesta de San Esteban, Rey Patrono de la nación, Karol Wojtyla dijo: “Ante las noticias provenientes de la Unión Soviética se hace aún más intensa la oración para pedir a Dios que sean ahorradas a ese gran país (la URSS) nuevas tragedias. Expreso en la oración el deseo de que los esfuerzos llevados a cabo en los últimos años para devolver la voz y la dignidad a toda la sociedad no sean ahora puestos en peligro”.

Juan Pablo II regreso a Roma apesadumbrado por lo acontecido en Moscú pero al mismo tiempo consolado por todo lo vivido personalmente en esta doble visita a su Polonia natal y a Hungría.

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