El acto principal del papa Francisco en Hungría en la tarde de este 29 de abril ha sido el encuentro con los jóvenes. Un multitudinario momento en el Papp László Budapest Sportaréna con sabor a fiesta. Allí el pontífice ha sido recibido por el obispo responsable de la Pastoral Juvenil, Ferenc Palánki, tras dar unas vueltas en un carrito de minigolf al estadio. En la celebración compartieron su testimonio dos jóvenes.
En su intervención el Papa destacó que “es importante que haya alguien que provoque y escuche sus preguntas, y que no les dé respuestas fáciles y preconfeccionadas, sino que les ayude a desafiar sin miedo la aventura de la vida en busca de grandes respuestas”. “Cristo es Dios en carne y hueso, el Dios vivo que se hace cercano; es el Amigo, el mejor de los amigos; es el Hermano, el mejor de los hermanos, y es muy bueno haciendo preguntas”, recalcó.
“Dios perdona siempre, ¡está dispuesto a levantarnos en cada caída! Con Él, por tanto, nunca debemos tener miedo de caminar y avanzar en la vida”, prosiguió Francisco citando diferentes pasajes evangélicos. Jesús, añadió, “no da lecciones, sino que camina con ellos: no quiere que sus discípulos sean alumnos repitiendo una lección, sino jóvenes libres y en camino, compañeros de un Dios que escucha sus necesidades y está atento a sus sueños”.
Para Bergoglio “Jesús se alegra de que alcancemos grandes metas. No nos quiere vagos y perezosos, no nos quiere callados y tímidos; nos quiere vivos, activos, protagonistas. Y nunca desprecia nuestras expectativas, sino que, al contrario, sube la barra de nuestros deseos”. Por ello propuso dos principios: “primero, apuntar alto; segundo, entrenar”.
Si tienes un talento, propuso el Papa, “no lo dejes de lado pensando que todo lo que necesitas para ser feliz es lo mínimo: un título, un trabajo para ganar dinero, un poco de diversión. No, pon en juego lo que tienes. ¿Tienes una cualidad particular? Invierte en ella, ¡sin miedo!” “No pienses que sean deseos inalcanzables, ¡invierte en las grandes metas de la vida! Y luego entrenarse” y hacerlo “en diálogo con Jesús, que es el mejor entrenador posible”.
Jesús “te escucha, te motiva, cree en ti, sabe sacar lo mejor de ti. Y siempre te invita a hacer equipo:nunca solo, sino con los demás, en la Iglesia, en la comunidad, juntos, viviendo experiencias comunes”, recalcó invitando a participar en la JMJ o a dejar el móvil.
Por ello, reclamó: “No tengaís miedo de ir contra corriente, de encontrar cada día un tiempo de silencio para hacer un alto y rezar. Hoy todo les dice que tienen que ser rápidos, eficientes, prácticamente perfectos, ¡como si fueran máquinas! Pero luego nos damos cuenta de que a menudo nos quedamos sin gasolina y no sabemos qué hacer”. Un tiempo, precisó, “no para sumergirse en las propias melancolías ni para estar rumiando nuestras tristezas; ni tampoco para pensar en la persona que me hizo esto o aquello, haciendo teorías sobre cómo se comportan los demás”. Para Francisco “el silencio es el terreno en el cual se pueden cultivar relaciones provechosas, porque nos permite confiarle a Jesús lo que vivimos, llevarle rostros y nombres, depositar en Él nuestras angustias, pensar en nuestros amigos y hacer una oración por ellos”.
“El silencio no es para quedarse pegado al móvil y a las redes sociales. No, por favor. La vida es real, no virtual; no sucede en una pantalla, ¡sino en el mundo!”, reclamó. “El silencio, pues, es la puerta de la oración, y la oración es la puerta del amor”, subrayó. “Cuando recéis, no tengaís miedo de llevar a Jesús todo lo que pasa en vuestro mundo interior: los afectos, los miedos, los problemas, las expectativas, los recuerdos, las esperanzas. La oración es diálogo, es vida”, propuso.
“Qué hermoso cuando se tiene la valentía de ser auténticos, que no significa mostrar que nunca se tiene miedo, sino abrirse y compartir las fragilidades con el Señor y con los demás, sin esconderse, sin disimular, sin usar máscaras”, recalcó el Papa. Para Francisco “Jesús con sus preguntas, con su amor, con su Espíritu, escarba en nosotros para hacernos personas auténticas”. Frente al riesgo de que “el celo por la misión está anestesiado por el hecho de que vivimos en la seguridad y la comodidad” a pocos pasos de la guerra, el Papa invitó a “tomar la vida en nuestras manos para ayudar al mundo a vivir en paz”. La fe, para Francisco, conduce “a la libertad de dar, al entusiasmo de entregarse, a superar los miedos, a arriesgar”.