Vaticano

El grito de Francisco en la misa de Budapest: “Por favor, ¡abramos las puertas de nuestras comunidades eclesiales!”





La misa del domingo es el momento más solemne de cualquier visita apostólica. El papa Francisco ha presidido la eucaristía de la fiesta del Buen Pastor con numerosos fieles húngaros en la plaza Kossuth Lajos de Budapest. La celebración comenzó a las 9:30 y sumó después la oración pascual del Regina Caeli así como el agradecimiento por el viaje del cardenal Péter Erdő, arzobispo de Esztergom-Budapest. Posteriormente, según ha informado el Vaticano, el Papa volverá a la Nunciatura donde realizará en privado su almuerzo.



Un único abrazo

En la homilía presentó a Jesús “como un pastor que va en busca de su rebaño, vino a buscarnos cuando estábamos perdidos; como un pastor, vino a arrancarnos de la muerte; como un pastor, que conoce a cada una de sus ovejas y las ama con ternura infinita, nos ha hecho entrar en el redil del Padre, haciéndonos hijos suyos”. “Jesús vino como buen Pastor de la humanidad para llamarnos y llevarnos a casa”, apuntó el pontífice, a la que nosotros “con memoria agradecida, podemos recordar su amor por nosotros; por nosotros que estábamos alejados de Él”.

“Aún hoy, en cada situación de la vida, en aquello que llevamos en el corazón, en nuestros extravíos, en nuestros miedos, en el sentido de derrota que a veces nos asalta, en la prisión de la tristeza que amenaza con encerrarnos, Él nos llama. Viene como buen Pastor y nos llama por nuestro nombre, para decirnos lo valiosos que somos a sus ojos, para curar nuestras heridas y cargar sobre sí nuestras debilidades, para reunirnos en su grey y hacernos familia con el Padre y entre nosotros”, insistió Francisco.

Jesús, añadió, “nos ha reunido aquí para que, aun siendo diferentes entre nosotros y perteneciendo a comunidades distintas, la grandeza de su amor nos congregue a todos en un único abrazo”, señaló agradeciendo la presencia de tantos fieles y de los representantes de las comunidades religiosas o las autoridades. “Esto es catolicidad: todos nosotros cristianos, llamados por nuestro nombre por el buen Pastor, estamos invitados a acoger y difundir su amor, a hacer que su redil sea inclusivo y nunca excluyente” a través de “relaciones de fraternidad y colaboración, sin dividirnos entre nosotros, sin considerar nuestra comunidad como un ambiente reservado, sin dejarnos arrastrar por la preocupación de defender cada uno el propio espacio, sino abriéndonos al amor mutuo”.

Hasta las periferias

“Somos enviados al mundo para que, con valentía y sin miedo, seamos anunciadores de la Buena Noticia, testigos del amor que nos ha regenerado”, añadió el Papa ante la presentación de Jesús como la “puerta que se abre de par en par para hacernos entrar en la comunión del Padre y experimentar su misericordia”. Jesús, apuntó, “nos impulsa a ir al encuentro de los hermanos”. “Todos, sin excepción, estamos llamados a esto, a salir de nuestras comodidades y tener la valentía de llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”, recalcó.

“Estar ‘en salida’ significa para cada uno de nosotros convertirse, como Jesús, en una puerta abierta”, añadió lamentando que “es triste y hace daño ver puertas cerradas: las puertas cerradas de nuestro egoísmo hacia quien camina con nosotros cada día, las puertas cerradas de nuestro individualismo en una sociedad que corre el riesgo de atrofiarse en la soledad; las puertas cerradas de nuestra indiferencia ante quien está sumido en el sufrimiento y en la pobreza; las puertas cerradas al extranjero, al que es diferente, al migrante, al pobre”.

Puertas cerradas que, denunció el pontífice, llegan “incluso a nuestras comunidades eclesiales: cerradas entre nosotros, cerradas al mundo, cerradas al que ‘no está en regla’, cerradas al que anhela al perdón de Dios”. “Por favor, ¡abramos las puertas! También nosotros intentemos —con las palabras, los gestos, las actividades cotidianas— ser como Jesús, una puerta abierta, una puerta que nunca se le cierra en la cara a nadie, una puerta que permite entrar a experimentar la belleza del amor y del perdón del Señor”, insistió Francisco.

Pastores cercanos

Pensando en los obispos y sacerdotes recordó que el Buen Pastor “no se aprovecha de su cargo, es decir, no oprime al rebaño que le ha sido confiado; no ‘roba’ el espacio de los hermanos laicos; no ejercita una autoridad rígida”. “Animémonos a ser puertas cada vez más abiertas; ‘facilitadores’ de la gracia de Dios, expertos en cercanía, dispuestos a ofrecer la vida, así como Jesucristo, nuestro Señor y nuestro todo, nos lo enseña con los brazos abiertos desde la cátedra de la cruz y nos lo muestra cada vez en el altar, Pan vivo que se parte por nosotros”, propuso.

A los laicos y agentes de pastoral también les invitó a ser “puertas abiertas”. “Dejemos entrar en el corazón al Señor de la vida, su Palabra que consuela y sana, para luego salir y ser, nosotros mismos, puertas abiertas en la sociedad. Ser abiertos e inclusivos unos con otros, para ayudar a Hungría a crecer en la fraternidad, camino de la paz”, alentó. “No nos desanimemos nunca, no nos dejemos robar nunca la alegría y la paz que Él nos ha dado; no nos encerremos en los problemas o en la apatía”, concluyó desenado que Jesús acompañe “nuestra vida, nuestras familias, nuestras comunidades cristianas y toda Hungría resplandezcan de vida nueva”.

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