Antonella Sciarrone fue nombrada subsecretaria del Dicasterio para la Cultura y la Educación el pasado noviembre, aunque no tomó posesión de su cargo hasta enero porque quiso dejar atados algunos asuntos en la Universidad Católica del Sacro Cuore, de la que era vicerrectora. Su conocimiento en Derecho Bancario le ha llevado también a formar parte de la Autoridad de Supervisión de Información Financiera, es decir, la Comisión de Prevencion del Blanqueo de Capitales e Infracciones Monaterias del Vaticano.
PREGUNTA.- ¿Cómo se siente siendo una laica en este puesto?
RESPUESTA.- Cuando me comunicaron el nombramiento, me quedé sorprendida porque no lo esperaba, pero, tras hablar con el prefecto, el cardenal José Tolentino de Mendonça, pensé que incluir en el Gobierno de este Dicasterio a una laica ha sido una decisión en línea con la Iglesia que Francisco está delineando. Tener la voz de una laica es un enriquecimiento. Y nos hace sentir realmente parte de la Iglesia a aquellos que siempre hemos trabajado en el mundo de la universidad católica.
P.- Laica y madre. ¿Qué puede aportar su vida familiar al gobierno de la Iglesia?
R.- Vivo las dimensiones familiar y laboral como dos caras de una misma moneda. Mi primera vocación es ser esposa y madre de tres hijos. Ellos me han ayudado a hacer de guía en la universidad, porque la familia es por naturaleza plural: propicia la escucha, el hallar un punto de equilibrio entre necesidades y exigencias… Y sentirse no tanto el que educa como el que se enriquece de la persona que se está educando. Esto lo he aprendido, sobre todo, por la riqueza que traen los hijos.
P.- Ha escrito sobre la brecha de género. ¿Esto se entiende bien en el Vaticano? ¿Se trabaja para resolverla?
R.- Dirigía el equipo de igualdad de género en la universidad, un grupo de personas que quería valorar todo lo posible los talentos, tanto masculinos como femeninos. Nunca me ha gustado que se nos reivindicase como víctimas, sino valorar la riqueza de talentos que tiene el género femenino y que en tantos contextos no ha conseguido encontrar su desembocadura natural. Dentro de la Iglesia, en los últimos años, se está haciendo mucho para valorar el talento femenino. Francisco tiene una idea extremadamente fuerte en este sentido y es positivo porque es un enriquecimiento para toda la Iglesia. También mi nombramiento en cierto sentido lo es.
P.- ¿Puede ayudar la cultura del cuidado propia de las mujeres al desarrollo de la Iglesia?
R.- Cuando hablo de valorar el género femenino, pienso que tiene dones diferentes y complementarios a los masculinos. El cuidado es uno de los que tiene su propia impronta femenina. Cuidar con una mirada femenina (siempre junto a la masculina) de las nuevas generaciones, de los jóvenes, a través del instrumento formidable que es la educación… es muy positivo. Tener más miradas femeninas dentro de la Iglesia es importante.
P.- El término ‘cuidar’ también es un mantra en Francisco…
R.- Es cierto. Cuidar es un asunto nuclear del Papa. Cualquier relación entre dos personas puede guiarse por el cuidado, el respeto, la acogida o el diálogo, que es otro pilar del pontificado. Se puede cuidar de las nuevas generaciones, de la Creación…
P.- ¿Cómo pueden la cultura y la educación ayudarnos a cuidar?
R.- La cultura y la educación son hermanas. Por eso creo que unir en este nuevo Dicasterio la Congregación para la Educación Católica y el Pontificio Consejo para la Cultura ha sido una decisión de Francisco de largo alcance y de una gran intuición. No se puede educar si solo se enseñan saberes específicos y no una visión antropológica, en este caso católica. Vivimos un tiempo de desculturización y no de culturización. Esto exige ser capaces de afirmar la cultura como valor fundacional, y saber dársela a todos y difundirla en todas partes, llevarla fuera de la escena de los intelectuales, las academias y la universidad en sentido estricto. Y esta es otra gran intuición del Papa.