El obispo de Iquique, Isauro Covili, ofm., emitió una declaración pública que inicia con un saludo “solidario y fraterno para los migrantes venezolanos, haitianos, colombianos y de otras nacionalidades, adultos y muchos niños y niñas, que se encuentran en la frontera norte de Chile, desde hace varios días”.
En el documento, Covili aborda la grave situación en la frontera de Perú y Chile, donde varios cientos de familias migrantes de Venezuela, Colombia, Haiti y Ecuador, principalmente, han salido de Chile donde están indocumentados y la legislación actual no les ayuda, pero no han podido ingresar a Perú quedando varados en la frontera, en el desierto, expuestos a un clima duro, falta de alimentación, higiene y techo, hace ya 20 días.
Ante ello, el obispo expresa que “es cierto que no tienen documentos de identificación, pero sí tienen algo esencial: su dignidad de personas. Su vida es sagrada como la de todos, y tal condición reclama un respetuoso y buen trato”.
Más adelante señala que las autoridades se incriminan recíprocamente, pero “lo cierto es que los países, incluyendo Chile, tienen leyes de migración deficientes y tienden a criminalizar el movimiento migratorio, por causa de actitudes y comportamiento de algunos migrantes. Denigrar la migración refiriéndose a ella como ilegal es desconocer que la humanidad, en su devenir diario, está en continuo movimiento”.
A continuación cita un mensaje del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile: “La migración no debe ser vista como una amenaza sino como una oportunidad para construir un futuro de paz”.
Covili adhiere a la declaración reciente de los obispos de Arica y de Tacna y Moquegua, expresando también su llamado “a las autoridades políticas, diplomáticas y organizaciones sociales de los países involucrados a realizar todos los mejores y adecuados esfuerzos, para dar lo antes posible una solución humanitaria y digna a todos los migrantes que se encuentran en la frontera. Que destraben tal situación antes que se vuelva más grave con aumento de los niveles de violencia, y que por lo demás, es un problema provocado por decisiones políticas inadecuadas”.
“Insisto, dice el obispo, en que la solución a todo problema social solo será posible si se reconoce y respeta la dignidad de cada persona, pues este es un valor irrenunciable que no puede estar nunca en juego a la hora de solucionar problemas. Expresamos nuestro dolor por lo que viven y rechazamos todo acto de violencia perpetrados por algunos migrantes”.
El obispo cierra su declaración pidiendo “que el Señor Jesús, Resucitado, bendiga el diálogo entre los países, para escuchar mejor los gritos en la frontera que suben a Dios y que interpelan a los gobiernos. Que los migrantes estén en el centro del discernimiento y de las decisiones políticas que correspondan al buen trato y una solución humana que cuida el bien común”.