“Conchita ha dado fruto abundante porque ha estado siempre unida a Cristo”, ha dicho el cardenal Semeraro
Más de 2.500 personas se han congregado este sábado, 6 de mayo, en la catedral de Granada, para la ceremonia de beatificación de la Venerable Sierva de Dios Conchita Barrecheguren. Una celebración que, con el lema ‘Una joven santa para la Iglesia de hoy’, elevaba a los altares a la joven granadina, fallecida en 1927, y a la que han asistido familiares de la ahora beata.
Ha sido el prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el cardenal Marcello Semeraro, quien ha celebrado la ceremonia, concelebrada por los arzobispos de Granada, José María Gil Tamayo, y el emérito, Javier Martínez, junto a los obispos de Córdoba, Demetrio Fernández; de Jerez, José Rico Pavés; y el arzobispo emérito de Valencia, Antonio Cañizares, así como representantes de las Iglesias diocesanas de Almería y Guadix.
En su homilía, Semeraro ha hecho un repaso por la vida de la joven: “Nació aquí en Granada al comienzo del siglo pasado. Era hija de unos padres verdaderamente afortunados por muchos motivos. No les faltaba, de hecho, el bienestar económico, pero abundaban más aún en bienes espirituales”.
“La familia en que nace Conchita, efectivamente, estaba edificada sobre las sólidas bases de la fe. Su padre, Francisco, después de la muerte de su mujer, se convertirá en religioso redentorista y ahora es venerable”, ha continuado, para luego completar: “¡Singular fecundidad de la vida de la gracia!”.
Asimismo, ha señalado que “la educación religiosa recibida de sus padres la dispuso a aceptar con serenidad y alegría las muchas molestias provocadas por una salud cada vez más gravemente comprometida. La frecuencia de los sacramentos y particularmente la comunión diaria, a la que nuestra beata se mantuvo siempre fiel, la sostuvo en la fatiga y la dispuso a acoger en toda la voluntad de Dios”.
Tras hacer una breve reseña de su vida, Semeraro ha señalado que “Conchita ha dado fruto abundante porque ha estado siempre unida a Cristo y jamás se ha separado de él, también en las oscuras horas de la prueba. De hecho, tuvo que afrontar adversidades humanamente superiores a sus débiles fuerzas, como la enfermedad mental de la madre, sus propios sufrimientos físicos y, en la última fase de su existencia terrena, las provocadas de la tuberculosis… En cambio, ella lo iluminó todo con la sabiduría de la Cruz, convencida que las penas y los sufrimientos hacen que la criatura esté más cerca y se asemeje a Cristo”.
Antes de concluir, Semeraro ha afirmado que la nueva beata “se convierte para todos nosotros en un modelo a imitar”. “Sobre todo, a quien se encuentra en el sufrimiento y en la prueba, la beata Conchita, con el ofrecimiento de su joven y breve existencia y con la confianza total en Dios, muestra cómo la conformación a Cristo, en el amor crucificado, transforma la sustancia de la vida, aún la más compleja y difícil”, ha subrayado.
El milagro reconocido por la Santa Sede y que le lleva a la proclamación de beata es su intercesión en 2014 para la curación de una niña de 16 meses. La pequeña padecía un síndrome de shock tóxico, con daño multiorgánico causado por el estreptococo del grupo A.
Dos hermanas de Alicante, devotas de Conchita, iniciaron el rezo de una novena en honor a la joven granadina, e introdujeron una medalla de Conchita en el peluche de la niña, por cuya vida los médicos dijeron que nada podía hacerse. Cuando estaba a punto de finalizar la novena, la niña abrió los ojos y se recuperó sin secuelas.
El 5 de mayo de 2020, el papa Francisco promulgó el decreto donde se reconoce la Heroicidad de Virtudes de Conchita Barrecheguren. Apenas un año después, fue emitido el decreto de validez jurídica de los actos procesales y redactada la positio sobre el milagro. El Consejo Médico (20 de mayo 2021), el Congreso de Teólogos (21 de octubre de 2021) y el Ordinario de Cardenales y Obispos (26 de abril de 2022), reunidos en el Dicasterio para la Causa de los Santos se pronunciaron unánimemente a favor el milagro. Así, el 21 de mayo de 2022, el Papa autorizó la publicación del decreto que reconoce el milagro atribuido a la intercesión de Conchita y abría el camino a su beatificación.