70 años después la antigua abadía londinense de Westminster ha acogido en esta lluviosa mañana la coronación del rey Carlos III del Reino Unido y la reina Camina. Una celebración que rescata que el rito bíblico de la unción y que se ha celebrado dentro de la misa anglicana. Con el mismo esquema que se siguió en 1953, una de las novedades está en la presencia de la representación vaticana que pro primera vez desde Enrique VIII rompió lazos con Roma. Así, como ocurrió en el funeral de Isabel II, el cardenal Vincent Nichols, arzobispo católico de Westminster y primado (católico) de Reino Unido y Gales, participó en una bendición junto a otros líderes cristianos (protestantes y ortodoxos). Además, el el cardenal Pietro Parolin, y el recién nombrado nuncio apostólico en Gran Bretaña, el arzobispo español Miguel Maury Buendía, ha estado entre los invitados como representantes del Papa. También ha participado el arzobispo de Urgell, Joan-Enric Vives, como jefe de estado de Andorra.
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Enviado papal
En la celebración también han estado como invitados los obispos católicos de Gales, Escocia e Irlanda del Norte. Pero ninguno de ellos ha intervenido más allá de Nichols, dejando esas tareas a diferentes clérigos anglicanos y diferentes personalidades. El papa Francisco también ha enviado una reliquia de la Cruz de Cristo que ha sido portada con la Cruz de Gales de la procesión de coronación.
Como es habitual en estas ceremonias de estado, una de las lecturas las realizará el primer ministro británico, Rishi Sunak, hindú practicante, y en otro momento, al final de la eucaristía anglicana se han incluido ofrendas de los representantes musulmanes, judíos, sijs e hindúes. Si bien, el papel predominante le ha correspondido al arzobispo anglicano de Canterbury, Justin Welby, que ha presidido la celebración y ha coronado a los monarcas.
El privilegio de servir
En su sermón, Welby insistió que “coronamos a un rey para servir” a ejemplo de la predicación del reino de Cristo. El “privilegio del poder viene acompañado del deber del servir, que es amor en acción” especialmente con los más vulnerables, añadió el primado. Una vivencia de la caridad que destacó el clérigo tan presente en la sociedad civil. “El peso de la tarea que se os encomienda solo es soportable gracias al espíritu de Dios”, añadió.
“El servicio es la caridad en acción. Vemos el amor activo en vuestro cuidado de los más vulnerables, en la forma en que nutrimos y animamos a los jóvenes, en la conservación del mundo natural. Hemos visto esas prioridades en la vida de servicio vivida por nuestro Rey”, destacó. Dirigiéndose a los monarcas destacó: “La unidad que mostráis, el ejemplo que dais, es lo que nos une y ofrece sociedades fuertes, alegres, felices y gloriosas. Soportan grandes pesos por nosotros”.
Welby recordó que el trono de Jesús fue una cruz y sus regalías las heridas de su cuerpo por eso invitó a todos “servir” desde el camino de Dios. “Concede la gracia de que en tu servicio encuentre la libertad perfecta”, imploró tomando el verso de una de las oraciones de la coronación. Concluyó invitando a abrirse “al amor transformador de Dios”.
El juramento
Ante de esto, la ceremonia comenzó con una procesión que, sorteando algunas de las tumbas principales de la abadía, contó con los líderes religiosos, el coro y los monarcas. Uno de los pajes dio la bienvenida a Carlos III “en nombre del Rey de Reyes”, una bienvenida que recibió respondiendo con una cita del evangelio: “No he venido a ser servido, sino a servir”. Tras el canto del Kyrie, Welby presentó al rey Carlos a la asamblea, es el rito del Reconocimiento. Diferentes representantes de la aristocracia se suman a este momento que se cierra con la presentación de la Biblia por parte del moderador de la asamblea general de la Iglesia de Escocia, que goza de una fuerte autonomía.
Sobre esa Biblia se procede al juramento que incluye el mantenimiento de la Iglesia de Inglaterra, aunque se incluye la libertad de culto. El Rey jurará actuar con justicia y misericordia, así como mantener con todas sus fuerzas “las leyes de Dios y la verdadera profesión del Evangelio” y “la Religión Protestante Reformada establecida por ley” preservando “inviolablemente el asentamiento de la Iglesia de Inglaterra, y su doctrina, culto, disciplina y gobierno”, defendiendo para ello a “los Obispos y el Clero de Inglaterra, y para las Iglesias allí encomendadas a su cargo, todos los derechos y privilegios que por ley les corresponden o les corresponderán a ellos o a cualquiera de ellos”. Algo que ha ratificado con su firma.
A esto siguió un himno y una oración de Carlos III la bendición de Dios para el desempeño de su cargo. Tras el Gloria y la oración colecta, la primera lectura fue de la carta a los Colosenses (1, 9-17) sobre el dominio de Cristo sobre todas las cosas. Concluido el canto del aleluya y el evangelio lo ha proclamado la deán de la capilla real, la obispa de Londres Sarah Mullally que ha leído la escena en la que Jesús se presenta en la sinagoga de Nazaret al inicio de su ministerio (cf. Lc 4,16-21).
La coronación
Los ritos de la coronación propiamente dicha comienzan tras el sermón con la unción en la llamada “Silla de la Coronación” de Eduardo I con la piedra de Scone de los reyes de Escocia. Con un himno sacerdotal el arzobispo ungió al Rey en sus manos, pecho y cabeza de forma casi privada –con unos biombos en torno al trono– y con una oración que se recita en voz baja recordando las unciones del Antiguo Testamento. La unción continuó después de rodillas frente al altar mayor con Carlos III despojado de sus honores y con una sencilla túnica de lino sin mangas, sobre la que recibirá una capa de oro bordada.
Tras la parte central, el Rey irá recibiendo de representantes de la Cámara de los Lores y de los principales obispos anglicanos las galas que representan la monarquía, elementos históricos como unas espuelas, unas espadas, una serie de brazaletes, la toga y la estola reales, el orbe, el anillo, el guante, el cetro y la vara y, finalmente las coronas. Finalmente, Carlos III fue coronado por el arzobispo con la corona de San Eduardo y fue el propio Welby en gritar “¡Dios salve al Rey!” tras lo que suenan las campanas de la abadía. Seguirán las bendiciones con el cardenal Nichols y el arzobispo de York, el de los ortodoxos, así como otras confederaciones protestantes.
Tras la entronización y el juramento de lealtad por parte del arzobispo en nombre de la Iglesia de Inglaterra, el Rey fue homenajeado por el Príncipe de Gales en nombre de su familia y por los presentes en la abadía. Posteriormente el arzobispo ungirá a la reina Camila que recibirá el anillo y la corona de la Reina María a la que se le han añadido unos diamantes. También se le entregará la vara y el cetro y será entronizada.
La liturgia sigue desde este momento con el himno y la oración sobre el pan y el vino que se bendecirán con la plegaria eucarística siguiendo el rito anglicano. Tras la comunión, sigue la bendición final y algunos himnos como el ‘Te Deum’ y el himno nacional. A la celebración se ha añadido que el Rey recibe al final del saludo de líderes y representantes de comunidades religiosas judía, hindú, sij, musulmana y budista.