“Pero quiero añadir que cuando Jálics y Yorio fueron apresados por los militares, la situación en Argentina era confusa y no estaba nada claro lo que había que hacer. Hice lo que creí que debía hacer para defenderlos. Fue un asunto muy doloroso”. De este modo, el Francisco habló con sus hermanos de congregación sobre la dictadura argentina y las heridas que dejaron estos hechos.
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Contó que tuvo que declarar ante la justicia por los secuestros de los jesuitas Francisco Jálics y Orlando Yorio. Ambos sacerdotes trabajaban muy bien en un barrio popular, un lugar en el que había una célula guerrillera. Destacó que ellos eran pastores, no políticos. Sin embargo, siendo inocentes estuvieron presos nueve meses, donde los amenazaron y torturaron. Ante la imposibilidad de acusarlos de algo concreto fueron liberados.
Heridas profundas
“Estas cosas dejan heridas profundas”, afirmó. Contó que cuando finalizó el gobierno militar, el P. Jálics le pidió asistir a unos ejercicios espirituales, y mantuvieron esa relación, tanto cuando era arzobispo en Buenos Aires como siendo Pontífice. La última vez que fue a verlo al Vaticano pudo sentir una distancia; “no sabía cómo hablarme”. Y agregó que las heridas de aquellos años permanecían en ambos después de aquella persecución.
Afirmó que Jálics era un hombre de Dios, pero cuando era capellán fue víctima de un entorno al que no pertenecía.
“Cortarme la cabeza”
Bergoglio aludió a la leyenda de la que fue protagonista: lo acusaron de ser quien había entregado a sus hermanos para que fueran encarcelados, a través de notas periodísticas.
“Algunos en el Gobierno querían cortarme la cabeza, y sacaron a relucir, no tanto este asunto de Jálics sino que pusieron en duda todo mi modo de actuar durante la dictadura“. A tal punto que en noviembre del 2010 fue a juicio y declaró durante más de 4 horas. Uno de los jueces insistió sobre su comportamiento, pero otro hizo una preguntas bien fundada y las cosas se fueron aclarando. “Al final, se constató mi inocencia”, ratificó.
Asimismo, el Santo Padre se refirió a la visita de los esos jueces al Vaticano. A uno de ellos que se presentó le dijo: “Me merezco cien veces un castigo, pero no por aquel motivo”, manifestó. Agregó que otro de los jueces también lo visitó y le dijo que habían recibido instrucciones del gobierno de condenarlo. En ese momento, el gobierno era presidido por Cristina Fernández de Kirchner.