“Es necesario un esfuerzo conjunto de cada uno de los países y de la comunidad internacional para que se asegure a todos el derecho a no tener que emigrar, es decir, la posibilidad de vivir en paz y con dignidad en la propia tierra. Se trata de un derecho aún no codificado, pero de fundamental importancia, cuya garantía se comprende como corresponsabilidad de todos los estados respecto a un bien común que va más allá de los límites nacionales”. Este es el nuevo grito del papa Francisco, puesto negro sobre blanco en su Mensaje para la 109ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que este año lleva por título ‘Libres de elegir si migrar o quedarse’.
Según recoge en su escrito, “debido a que los recursos mundiales no son ilimitados, el desarrollo de los países económicamente más pobres depende de la capacidad de compartir que se logra generar entre todas las naciones. Hasta que este derecho no esté garantizado —y se trata de un largo camino— todavía serán muchos los que deban partir para buscar una vida mejor”.
Jorge Mario Bergoglio ya tuvo suerte al proponer que la ONU declarara el 4 de febrero como el Día de la Fraternidad Humana, pues ese día en 2019 firmó el Documento de Abu Dabi junto al Gran Imán de Al-Azhar. Ahora, vuelve a probar fortuna con esta propuesta de peso.
“Los flujos migratorios de nuestros días son expresión de un fenómeno complejo y articulado, cuya comprensión exige el análisis atento de todos los aspectos que caracterizan las diversas etapas de la experiencia migratoria, desde la partida hasta la llegada, incluyendo un eventual regreso. Con la intención de contribuir a ese esfuerzo de lectura de la realidad, he decidido dedicar el Mensaje a la libertad que debería caracterizar siempre la decisión de dejar la propia tierra”, comienza explicando el Pontífice. Y es que, “de mi escucha constante a las Iglesias particulares, he podido comprobar que la garantía de esa libertad constituye una preocupación pastoral extendida y compartida”.
Para Francisco, “migrar debería ser siempre una decisión libre; pero, de hecho, en muchísimos casos, no lo es”. “Entre las causas más visibles de las migraciones forzadas contemporáneas se encuentran las persecuciones, las guerras, los fenómenos atmosféricos y la miseria. Los migrantes escapan debido a la pobreza, al miedo, a la desesperación”, agrega.
Para eliminar estas causas y acabar finalmente con las migraciones forzadas “es necesario el trabajo común de todos, cada uno de acuerdo a sus propias responsabilidades. Es un esfuerzo que comienza por preguntarnos qué podemos hacer, pero también qué debemos dejar de hacer”. “Debemos esforzarnos por detener la carrera de armamentos, el colonialismo económico, la usurpación de los recursos ajenos, la devastación de nuestra casa común”, aterriza sus propuestas el Papa.
Como reconoce Bergoglio, “para que la migración sea una decisión realmente libre, es necesario esforzarse por garantizar a todos una participación equitativa en el bien común, el respeto de los derechos fundamentales y el acceso al desarrollo humano integral. Solo así se podrá ofrecer a cada uno la posibilidad de vivir dignamente y realizarse personalmente y como familia”.
“Está claro que la tarea principal corresponde a los países de origen y a sus gobernantes -continúa-, llamados a ejercitar la buena política, transparente, honesta, con amplitud de miras y al servicio de todos, especialmente de los más vulnerables”. Sin embargo, “aquellos han de estar en condiciones de realizar tal cosa sin ser despojados de los propios recursos naturales y humanos, y sin injerencias externas dirigidas a favorecer los intereses de unos pocos. Y allí donde las circunstancias permitan elegir si migrar o quedarse, también habrá de garantizarse que esa decisión sea informada y ponderada, para evitar que tantos hombres, mujeres y niños sean víctimas de ilusiones peligrosas o de traficantes sin escrúpulos”, señala.
Según Francisco, debemos “reconocer en el migrante no solo un hermano o una hermana en dificultad, sino a Cristo mismo que llama a nuestra puerta”. Por eso, “mientras trabajamos para que toda migración pueda ser fruto de una decisión libre, estamos llamados a tener el máximo respeto por la dignidad de cada migrante; y esto significa acompañar y gobernar los flujos del mejor modo posible, construyendo puentes y no muros, ampliando los canales para una migración segura y regular”, indica.
Asimismo, subraya que “dondequiera que decidamos construir nuestro futuro, en el país donde hemos nacido o en otro lugar, lo importante es que haya siempre allí una comunidad dispuesta a acoger, proteger, promover e integrar a todos, sin distinción y sin dejar a nadie fuera”. Y sentencia: “Solo caminando juntos podremos ir lejos y alcanzar la meta común de nuestro viaje”.