Hace diez años el Consejo de Cardenales sugería a Francisco la creación de un organismo que pilotara la lucha contra la pederastia eclesial. Así nació la Pontificia Comisión para la Protección de Menores que en este tiempo ha ejercido de algo más que un laboratorio para las reformas emprendidas por el Papa Francisco. El cardenal Seán Patrick O’Malley lidera “una nueva versión”, tal y como desveló en una reforzada Asamblea Plenaria, que, entre otras medidas, creará un fondo solidario para que las Iglesias de los países más pobres también apliquen la ‘tolerancia cero’.
‘Vida Nueva’ ha tenido acceso en exclusiva a este discurso de apertura de O’Malley que se puede consultar íntegramente en el Pliego de esta revista. El purpurado capuchino intervino en la apertura de este encuentro que tuvo lugar en Roma del 3 al 6 de mayo, con respaldo del Papa incluido en una audiencia en la mañana del viernes 5.
En ese discurso, O’Malley confirma la puesta en marcha de esta reforma interna después de diez años de andadura. Para el arzobispo de Boston y principal abanderado eclesial de la batalla contra esta lacra, el organismo ha evolucionado hacia una “nueva versión” que le lleva a resituarse en “las primeras etapas de un ambicioso programa, con todos los problemas de crecimiento que implica un cambio hacia una presencia más operativa”.
A este proceso de remodelación -con oficina nueva incluida- se llega después de que la misión de la entidad se haya clarificado a través de la constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’, aprobada por Francisco hace un año y que ha adaptado la estructura de la Curia a las necesidades y desafíos de la Iglesia y del mundo del siglo XXI. Es más, el pasado octubre el equipo se remozó por tercera vez en su historia y se amplió, con un mayoría de laicos, hasta 20 miembros, mitad hombres y mitad mujeres, diez de nueva incorporación y otros diez de la etapa anterior. Además, han dejado de trabajar en áreas temáticas (atención a las víctimas, educación, derecho canónico) para distribuirse en cuatro grupos regionales con el fin de ser puente con las Iglesias locales.
“Esta ha sido siempre nuestra principal motivación: acompañar a aquellos cuyas vidas han sido tan dañadas por el abuso y trabajar diligentemente para lograr una cultura de prevención y cuidado para que dicho abuso no tenga cabida en nuestra Iglesia”, sentenció el purpurado capuchino en esta Plenaria de cambio de ciclo, convencido de que se ha emprendido “un camino irreversible de cambio cultural en el tratamiento de los abusos”.
En su discurso, O’Malley reconoce que estos seis meses de cambios han venido acompañados de “inevitables dolores de crecimiento”, a la par que admite que “nuestro nuevo mandato está abordando algunas de las frustraciones del pasado”. Lo cierto es que esta Asamblea Plenaria ha venido precedida de turbulencias. Cuando apenas quedaba una semana para la cita, se daba a conocer la salida del equipo del jesuita Hans Zollner, otro de los referentes mundiales contra la pederastia.
Aunque el cardenal justificaba su ausencia por sus nuevas responsabilidad en esta materia en la archidiócesis de Roma, el director del Instituto de Antropología de la Universidad Pontificia Gregoriana compartía después en un comunicado que se iba argumentando “problemas estructurales y prácticos” en la Comisión. Es más, dejaba caer “falta de claridad” en la selección del personal, así como ausencia de “transparencia” en las cuentas y en la toma de decisiones. Días después, la ex presidenta de Irlanda, Mary McAleese y la víctima de abusos Marie Collins -que renunció como miembro de la Pontificia Comisión en 2017-, solicitaba también por carta “una revisión independiente y externa” de este órgano alegando falta de “transparencia, cumplimiento y responsabilidad”.
Con estas acusaciones como aperitivo, el presidente de la Pontificia Comisión no tuvo problema alguno en llevar a cabo un ejercicio de evaluación y autocrítica durante la alocución al renovado equipo. De hecho, compartió que “en 2021, al prorrogarse por un año el mandato de la Comisión, inicié un período de evaluación de sus puntos fuertes y débiles, con vistas al nuevo comienzo que ofrecía la constitución apostólica Praedicate Evangelium”. “Fue el momento de corregir algunos de los anteriores fallos de diseño y responder a algunas frustraciones previas”, señaló. A la par, relató las “dificultades fundamentales en la estructura” que ha sufrido la comisión desde sus orígenes.
O’Malley admite que en sus inicios se les dio “un mandato muy vago para asesorar al Santo Padre”, lo que llevó a pensar “a muchos” que su tarea consistía en “arreglar todos los problemas relacionados con los abusos sexuales en la Iglesia”. A su juicio, estos flecos hicieron que la propia Comisión se ha convertido en un “pararrayos” que ha sufrido “intensas críticas tanto internas como externas”. “Sin prejuzgar más reflexiones, creo que es justo decir que no deberíamos haber esperado menos”, comenta a renglón seguido.
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