Es uno de los fichajes de esta renovada etapa de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores. Con 34 años de experiencia como psiquiatra y psicoterapeuta a sus espaldas, además ser doctorante en filosofía, la mexicana Irma Patricia Espinosa Hernández desembarca en Roma para intentar desenmarañar el complejo laberinto de la pederastia eclesial.
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“Como todo lo importante de mi vida: ¡llegó providencialmente! Para mí sigue siendo un misterio de Dios, pues si bien es cierto que tengo cierta preparación en el tema del abuso sexual, nunca fue mi propósito o finalidad que derivara al ámbito eclesial”, comparte esta trabajadora nata procedente de una familia “católica por tradición, esto es, no practicante”, que vivió su particular proceso de conversión que le llevó a estudiar teología en la Universidad Católica Lumen Gentium de la Arquidiócesis Primada de México, de la que ahora es profesora.
El cardenal Carlos Aguiar la elegiría después como coordinadora del Departamento de Desarrollo humano y Psicopedagogía del Seminario Conciliar de México. Sí, una mujer liderando la formación de los futuros curas en su formación afectiva, que, además, desarrolló en 2018 con el purpurado y el rector el primer protocolo de prevención de violencia y abuso dentro del seminario. De ahí, Espinosa entró en contacto con el Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor (CEPROME), y acabaron contando con ella para formar parte del Consejo Latinoamericano como coordinadora del área de formación y evaluación.
Ahora llega al epicentro de la batalla contra esta lacra en un momento complejo, con acusaciones de falta de transparencia por parte de algunos de sus antiguos componentes, como Hans Zollner y Marie Collins. “La Comisión viene trabajando desde octubre y tiene mecanismos muy claros para garantizar las buenas prácticas, tanto en el manejo de fondos como en todos los procesos y procedimientos para la realización de sus distintos proyectos”, defiende esta laica designada hasta 2027.
Recursos económicos
Es más, refiere que “en el tema económico, todos los miembros de la Comisión participamos en distintos comités que tienen funciones específicas; uno de ellos tiene como objetivo, precisamente, supervisar y monitorear la ruta que siguen las donaciones y desembolsos que se aplican a los proyectos a desarrollar o implementar”. En este sentido, concreta que “la Comisión no maneja directamente ningún recurso económico, existen organismos que se encargan de ello y en los que participan las fundaciones y el gobierno vaticano buscando garantizar la rendición de cuentas, transparencia y responsabilidad”.
También sale al paso de las críticas sobre el proceso de selección de los miembros: “Ninguno de los miembros del Comité de selección era miembro de la PCPM en la etapa del discernimiento de los candidatos, que, por cierto, tengo entendido eran un grupo de más de 100 candidatos de todo el mundo; de hecho cuando me enteré de que yo era candidata a ser miembro, fue en una etapa bastante avanzada del proceso”. Después llegó una entrevista personal y la decisión final del Papa.
Con esta polémica a un lado, su experiencia en Latinoamérica le ha enseñado que, hoy por hoy, “es muy raro, pero no imposible, encontrarse con alguien que no esté de acuerdo en combatir este delito que afecta a los menores de edad”. En este sentido, no niega que haya varias velocidades a la hora de desarrollar la cultura del cuidado, pero apostilla que se suelen cometer errores de gestión más por “desconocimiento de los procesos y procedimientos” que por falta de “empatía hacia las víctimas”.