Un año y casi tres meses después de la invasión rusa de Ucrania, Francisco y presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, se ven las caras. El encuentro, que se inició hoy a las cuatro de la tarde en uno de los despachos dentro del recinto del aula Pablo VI, junto a la residencia papal de Santa Marta.
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El diálogo entre ambos duró aproximadamente 40 minutos. Durante los saludos iniciales, Zelesnki compartió con Jorge Mario Bergoglio que era “un gran honor” verle. Unas palabras que vinieron acompañados del gesto de llevarse la mano al corazón, ya habitual del mandatario europeo. “Gracias por la visita”, correspondió el Obispo de Roma.
Regalos compartidos
Francisco le regaló al presidente ucraniano una rama de olivo, símbolo de paz, así como el Mensaje por la Paz de este año, el Documento sobre la Fraternidad Humana, y el volumen ‘Una encíclica sobre la paz en Ucrania’. Zelenski entregó al Papa una obra de arte hecha con un chaleco antibalas y una pintura titulada “Pérdida”, sobre la matanza de niños durante el conflicto.
El líder ucraniano se sentaba con el pontífice después de reunirse por la mañana con el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, y la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. De ambas citas, Zelenski salió con un reforzado apoyo de Italia para continuar haciendo frente a las agresiones rusas. “Queremos que haya una paz justa”, explicaría después Meloni a los medios.
Camino recorrido
La cumbre entre el Papa y Zelenski llega después de una primera toma de contacto en febrero de 2020, dos años antes de la invasión. Tras el inicio de la guerra, ambos han mantenido varias conversaciones telefónicas entre ambos y de que Francisco haya recibido a gran parte del Gobierno ucraniano en este tiempo. Prueba de ello, es que hace tan solo dos semanas el Santo Padre recibió en el Palacio Apóstolico del Vaticano al primer ministro de Ucrania, Denys Shmyhal, un encuentro preparatorio para la cita de hoy.
Tan solo un día después del inicio de los ataques, tomaba una decisión inédita en la historia de la diplomacia vaticana y del papado. Se desplazó a la embajada de la Federación Rusa ante la Santa Sede, para reunirse con su titular, Alexander Avdeev. Más adelante, trascendió que el pontífice argentino le habría solicitado hablar directamente con el presidente Vladímir Putin para solicitarle personalmente el fin de la violencia. No fue posible ni entonces ni hasta ahora, puesto que el oligarca ruso no ha llegado a aceptar nunca una conversación telefónica con el Papa.
Viaje frustrado
Con este gesto como punto de partida, a lo largo de este año Francisco se ha implicado personalmente para poner fin a la guerra y en más de una ocasión verbalizó su deseo de viajar a Ucrania. Una peregrinación que no se ha producido hasta la fecha por diferencias internas en Secretaría de Estado. Es más, tanto el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, como el ‘ministro’ vaticano de exteriores, Richard Paul Gallagher, dieron prácticamente por hecho que el pasado verano tendría lugar esa escapada. Finalmente se frenó esa posibilidad con el fin de preservar el papel de la Santa Sede como garante de la paz en todo conflicto internacional.
Este equilibrio, cuestionado por algunos sectores como equidistancia, no ha impedido que una semana tras otra, el Papa Francisco verbalizara su apoyo a la “martirizada Ucrania”, lo mismo en ángelus que en audiencias, a la que vez que exigía el fin de la guerra. En paralelo a las palabras, el compromiso con el pueblo ucraniano se ha multiplicado, no solo con la acogida a miles de refugiados que han visitado el Vaticano y han sido recibidos por el Papa.
Ayuda humanitaria constante
La ayuda humanitaria llevada a cabo por todas las instituciones de Iglesia a los ucranianos ha encontrado en Francisco su abanderado, que se ha servido del limosnero papal, el cardenal Konrad Krajewski, para canalizar los principales envíos vaticanos, amén del apoyo de Cáritas, Ayuda a la Iglesia Necesitada, diócesis, congregaciones religiosas…
Desde el punto de vista institucional, hace unos meses se desvelaba que la Santa Sede había contribuido a facilitar el canje de prisioneros ucranianos por parte del ejército ruso, aunque se dejaba caer que el papel de la diplomacia vaticana venía siendo todavía más relevante.
Misión en marcha
Este extremo lo confirmaba el Papa hace dos semanas, en el vuelo de regreso de su viaje a Hungría, cuando se le preguntó sobre su disponibilidad para negociar la vuelta de los cerca de 200.000 niños ucranianos que fueron robados por el Ejercito ruso en estos meses. Jorge Mario Bergoglio dejó caer que estaba en marcha una negociación para acabar con el conflicto: “Estoy dispuesto a hacer todo lo que haya que hacer. Además, ahora hay una misión en marcha, pero todavía no es pública. Vamos a ver cómo… Cuando sea pública la diré”.
Los gobiernos de Moscú y Kiev respondieron, con pocas horas de diferencia, que no estaban al tanto de esta iniciativa y que no habían recibido ninguna comunicación del Vaticano. Al rescate del Papa, salió el cardenal Pietro Parolin, que se mostró “sorprendido” ante la reacción de ambos países: “Que yo sepa, lo saben. Luego ya se sabe cómo es esto, en medio del laberinto de la burocracia puede ocurrir que las comunicaciones no lleguen a donde tienen que llegar. Pero las mías son solo interpretaciones, sé que ambas partes han sido informadas”.