La reunión de cuarenta minutos que esta tarde han mantenido el Papa Francisco y el presidente ucraniano, Volodomir Zelenski, deja tras de sí innumerables detalles de cercanía y cordialidad. El primero de ellos es el saludo alejado de todo formalismo entre ambos a la entrada del aula Pablo VI, donde el mandatario llegó a las cuatro de la tarde a bordo de un coche blindado.
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A partir de ahí, los dos se encaminaron hasta uno de los despachos que forman parte del recinto del auditorio vaticano. La habitación de madera se trataba de un espacio acogedor para favorecer un diálogo directo y sincero frente al valor institucional, pero también distante, que pueden aportar los encuentros en los Palacios Apostólicos. Tan solo una mesa separaba a ambos, con un crucifijo como testigo de la cita y una imagen de Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina al fondo.
Mientras el Papa vestía su habitual sotana blanca, Zelenski vestía pantalón gris y sudadera militar negra, el que se ha convertido también en su uniforme para remarcar la unidad y la cercanía del presidente con su pueblo. Alejarse del traje propio de un mandatario para asemejarse a aquellos que están en el frente es una manera de visibilizar y mimetizarse con el compromiso de su gente.
Un religioso ucraniano
Amén de estos detalles, lo más significativo es que en el despacho había un tercer invitado. Se trata de fray Marko Gonkalo, un religioso que ejerció de intérprete entre el Papa y el político europeo. Nacido en Zhytomyr, en Ucrania, este religioso es tan apreciado por su entrega por Francisco que en marzo de 2022 habló de él en el transcurso de una audiencia general en la que estaba presente.
“Sus padres están en este momento en refugios subterráneos, por defenderse de los bombardeos, en un lugar cercano a Kiev”, compartía entonces Francisco. A renglón seguido, comentaba: “Sigue cumpliendo con su deber aquí, con nosotros. Acompañándolo acompañamos a todas las personas que están sufriendo los bombardeos…”.