El Papa recibe a las participantes en la asamblea general de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas
El papa Francisco ha dado la bienvenida a las participantes en la asamblea general de la Unión Mundial de las Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) que de celebrará en Asís hasta el 20 de mayo. Una cita para la que deseo que fuera “ocasión de renovar su empuje misionero” y para “mirar al futuro con los ojos y el corazón abiertos al mundo, para escuchar el lamento de tantas mujeres que sufren en el mundo la injusticia, el abandono, la discriminación, la pobreza, o un trato inhumano desde niñas en algunos procedimientos”.
Francisco invitó a las participantes a que su nuevo Observatorio mundial de las mujeres les haga “ser ‘samaritanas’, compañeras de viaje, que lleven esperanza y serenidad a los corazones, ayudando, y haciendo que otros ayuden a aliviar tantas necesidades corporales y espirituales de la humanidad”. Por ello advirtió que junto a la paz está en peligro “la identidad antropológica de la mujer” ya que “se la usa como instrumento, como argumento de contiendas políticas y de ideologías culturales que ignoran la belleza con la que ha sido creada”.
“Es preciso valorar más su capacidad de relación y de donación, y que los hombres comprendan mejor la riqueza de la reciprocidad que reciben hacia la mujer, para recuperar esos elementos antropológicos que caracterizan la identidad humana y con ella, la de la mujer y su rol en la familia y en la sociedad, en la que no deja de ser un corazón latente”, reclamó el Papa. “El hombre sin la mujer está solo. La humanidad sin la mujer está sola. Una cultura sin la mujer está sola. Donde no está la mujer, hay soledad, soledad árida que genera tristeza, y toda clase de daño a la humanidad. Donde no está la mujer, hay soledad”, resultó Francisco.
Además, el pontífice lamentó que estaba “triste” porque un día antes de la fiesta de la Virgen de Fátima en Portugal “se promulga una ley para matar, un paso más en la larga lista de Países con eutanasia”. Y apuntó a María “como modelo de mujer por excelencia, que vive en plenitud un don y una tarea: el don de la “maternidad” y la tarea de “cuidar” a sus hijos en la Iglesia”. “María les enseña a generar vida y a protegerla siempre, relacionándose con los demás desde la ternura y la compasión, y conjugando tres lenguajes: el de la mente, el del corazón y el de las manos, que tienen que ser coordinados”, añadió.
“Como todas las cosas grandes que Dios hace, lo que caracteriza la escena es la pobreza y la humildad”, apuntó el Papa. Quien confió a las participantes que “el secreto de todo discipulado y de la disponibilidad para la misión está en cultivar” la unión con Dios. Una actitud que “se tiene que manifestar al exterior, se tiene que manifestar permaneciendo en comunión con la Iglesia, con mi familia o con mi organización, que me ayudan a madurar en la fe”, concluyó.