En su paso por Bogotá, para participar en el III Congreso Latinoamericano y Caribeño de Doctrina Social de la Iglesia (DSI) celebrado en la sede del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), del 21 al 23 de abril, y reunirse en esos días con algunos miembros del Pueblo de Dios en las periferias de la ciudad, el cardenal Michael Czerny, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (DSDHI), constató que no es suficiente con reflexionar sobre la Doctrina Social de la Iglesia, ¡también es necesario vivirla!, es decir, asumir “la vida social de la Iglesia”, como él la denomina, y no tener miedo a la realidad. En esta entrevista el purpurado también hace un balance del Magisterio del papa Francisco de cara a la DSI.
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PREGUNTA.- ¿Cómo entender la DSI hoy?
RESPUESTA.- Cuando hablamos de ‘doctrina’ puede parecer algo un poco abstracto e inmóvil. Sin embargo, la DSI responde a un movimiento para responder a los sufrimientos y a las angustias del Pueblo de Dios, sobre todo de los pobres, de los marginados. Este es el desafío más importante que nos recuerda la constitución pastoral Gaudium es spes, del Vaticano II.
P.- ¿Cuál ha sido el aporte del magisterio del Papa a la DSI?
R.- En estos diez años de pontificado, el magisterio del papa Francisco ha sido muy rico, porque ha sido un magisterio de palabras y de gestos, y en este mundo mediático los gestos hablan con mucha elocuencia. Personalmente me llama la atención el proceso pedagógico de su magisterio, que ofrece respuestas profundas a tres preguntas sencillas pero fundamentales: ¿quién?, ¿qué? y ¿cómo?
La primera pregunta es ¿quién debe llevar adelante la evangelización en la Iglesia? Y la respuesta se encuentra en ‘Evangelii gaudium’, donde se expresa que la Iglesia debe reformarse para cumplir su misión en el mundo de hoy, porque en cada época es una Ecclesia semper reformanda, no puede quedarse paralizada o tornarse inflexible.
Después de entender quién debe llevar la misión, viene la segunda pregunta: ¿qué debemos hacer? Y la respuesta se encuentra en ‘Laudato si’’, que no es una encíclica verde, sino una encíclica social. Allí podemos encontrar qué es lo que debemos hacer frente al sufrimiento de los pobres y de nuestra ‘casa común’. Y hemos aprendido que nuestro ‘quehacer’ es indivisible, de modo que no se comprendería que alguien que se dedique a los pobres, al cuidado del ser humano, no le interese el mundo natural, o no viva en plena armonía con la creación; o, al contrario, que alguien que se dedique a salvaguardar al ambiente no le importen las personas o las considere un obstáculo.
Entonces, después del quién y del qué, nos queda la última pregunta: ¿cómo lograr esto? La respuesta la tenemos en ‘Fratelli tutti’, donde el Papa nos explica que debemos hacerlo como hermanos y hermanas. Y no solo como hermanos católicos, cristianos o latinoamericanos, sino como hermanos de todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo. La amistad social, universal, atravesando nuestras fronteras políticas, es la única manera de poder enfrentar los grandes problemas de hoy.
Migrantes: lecciones aprendidas
P.- ¿Cómo podemos ser más hermanos de quienes viven la situación de la migración, una realidad que afecta a nuestro continente y que también es atendida por el DSDHI?
R.- Gracias a Dios, contamos con una sección que se ha dedicado a los migrantes y refugiados durante los últimos cinco años, y hemos aprendido mucho. Al comienzo, el Papa nos dio una orientación muy clara y completa que nos invita no solo a quienes hacemos parte de la Iglesia sino a todas las personas, a realizar cuatro acciones específicas: acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos. En realidad, el fenómeno de la migración es parte de la historia de la humanidad y no solo corresponde a este tiempo, de modo que debemos asumirlo con toda la humildad y espiritualidades posibles, en lugar de ideologizarlo y usarlo para fines particulares o menores.
P.- Estos cuatro verbos, sin duda, nos siguen desafiando…
R.- Lo interesante es que esta enseñanza del Papa podemos decir que es válida para cualquier grupo excluido que espera una respuesta por parte de la Iglesia, de los cristianos. Para cada caso, estas cuatro dimensiones son indispensables para acoger las realidades de exclusión o de vulnerabilidad. El concepto de hospitalidad cristiana se revela hoy, no solo profético, sino esencial para pensar en un desarrollo necesario de la humanidad que se sigue reafirmando con flujos migratorios, que nos pueden dar la posibilidad de crecer en la acogida del otro, en la amistad social universal a la que nos llama Francisco.
P.- Teniendo en cuenta el momento que estamos viviendo como Iglesia, ¿qué lo ilusiona con relación al Sínodo?
R.- Me ilusiona la visión, la mirada amplia del Papa, que ha tenido el coraje, siguiendo las mociones del Espíritu, de invitar a la Iglesia a comprender y a poner en práctica todo lo que encierra la expresión ‘sinodear’. No es una doctrina, se trata, más bien, de un proceso, porque este Sínodo tiene como objetivo enseñarnos a ‘sinodear’, a caminar juntos, a experimentar la oportunidad de tener una auténtica experiencia de escucha, diálogo y reflexión, fomentando en todo momento y en cada experiencia vivida la participación de todos.
A veces pensamos que ya tenemos todos los problemas pastorales resueltos, pero esto es prematuro. Es como si dijéramos que queremos correr en una maratón, pero no nos interesa aprender a caminar. Este Sínodo nos invita a aprender a caminar para que algún día podamos correr en la maratón. No podemos consumir la etapa de los primeros momentos del camino sinodal. Vivimos con mucho afán, y por ello el Santo Padre nos invita a la apertura, a la comunión, a gozar de cada paso caminando juntos para poder percibir la realidad más rica, más allá de nuestra propia visión.
P.- ¿Qué podemos hacer para acompañar al papa Francisco en esta iniciativa del Sínodo, en las etapas que vienen?
R.- Estoy seguro de que si le hiciera esta pregunta a él, su respuesta sería sencilla: “Escuchar”. Así que no tengamos miedo de escuchar la realidad, de escuchar a nuestros hermanos y hermanas. ¡Lo necesitamos!