“Es frecuente encontrarnos con personas que se creen mejores que los demás, y que por ello se dedican a ofender y descalificar a quien piensa o actúa en forma diferente”, y esto pasa -asegura el cardenal mexicano Felipe Arizmendi-, en la política, pero también en las familias y en la propia Iglesia.
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En su reflexión semanal, titulada “Yo no soy como los demás”, el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, aseguró que, de manera particular en la política, esas actitudes vanidosas y dictatoriales de algunos dirigentes son lo que más destruye la paz social, que tanto necesita el país.
Sin decir nombres, pero en clara alusión al partido en el gobierno federal, señaló: “Hay quienes presumen de ser intachables y culpan a otros partidos y gobiernos de todos los males que padece el país; no aceptan sus propios errores”.
Añadió: “Si les decimos que tenemos otros datos que contradicen sus afirmaciones, nos insultan y hacen todo cuanto pueden para destruirnos. Y aún así, tienen muchos seguidores que no advierten esa soberbia prepotente tan dañina y violatoria de la dignidad humana de quienes vemos la realidad desde otros puntos de vista”.
El cardenal consideró que el hecho de no ver en estos gobernantes su soberbia y prepotencia se deba en gran medida a los beneficios económicos que la gente recibe: “No hay que dejarse comprar por dádivas gubernamentales y ser libres para escoger las mejores opciones a la hora de elegir”, fue su llamado.
En la casa y en la Iglesia
Pero el creerse más que los demás no es algo que sólo ocurra en la política, sino también en la casa y en la Iglesia, dijo.
“Cuando esto sucede en un matrimonio -explicó Arizmendi- ni el esposo ni la esposa aceptan sus errores, sino que sólo culpan a la otra parte, y así nunca se puede construir la paz y la armonía familiar”.
Esto provoca que en los hogares sólo se escuchen ofensas, descalificaciones, insultos, hasta llegar a la separación. “No hay peor engaño que el orgullo, que juzga y condena sin misericordia a los demás, y no advierte sus propios pecados”, dijo.
Y continuó: “en la Iglesia puede pasar lo mismo, cuando un creyente se considera perfecto en su fe, intachable en su vida y muy fiel a Dios, y condena a quienes viven auténticamente su fe pero la expresan de otra manera”.
El cardenal puso como ejemplo a quienes “hacen consistir su religión sólo en su compromiso social, pero rechazan a quienes insisten más en la lectura de la Palabra de Dios, en la oración y en las celebraciones religiosas y litúrgicas, y que también practican la justicia y la misericordia con los demás, sobre todo con los pobres. Estas divisiones eclesiales son muy tristes y preocupantes“.
Algo similar -apuntó- ocurre entre católicos y protestantes, cuando se insiste sólo en la Biblia, o sólo en los ritos sacramentales. “No es cuestión de separar Biblia y ritos, sino unirlos existencialmente, porque eso es lo que Jesús nos enseñó”.
Hay otros caminos legítimos
Finalmente, el cardenal Felipe Arizmendi exhortó a los católicos a pedir a Dios “la virtud de ser mansos, sencillos, pacientes, humildes, amables, benignos, bondadosos, aunque algunos se burlen de nosotros”.
Ciertamente -concluyó- “no hay que permitir que abusen de nosotros, pero no respondamos con insultos y ofensas, ni usemos calificativos condenatorios hacia quienes van por otros legítimos caminos”.