Jesús María Alemany es de ‘la quinta de Alcalá’. Sí, de los jesuitas que coincidieron con Jorge Mario Bergoglio en aquellos meses de formación que le llevaron a España. Desde los años 70, este aragonés fue el alma del Centro Pignatelli, una plataforma eclesial cultural de formación permanente y diálogo con la sociedad.
En 1984 puso los cimientos de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz en Zaragoza, un referente en el estudio interdisciplinar de esta área. Además, ha participado en misiones de trabajo en relación con la paz en Venezuela, Suecia, República Democrática Alemana, Sáhara Occidental, Colombia e Israel.
PREGUNTA.- ¿Llega tarde este encuentro entre el Papa y Zelenski?
RESPUESTA.- Todo lo que sea dialogar y promover la cultura del encuentro siempre es bienvenido. Francisco nos ha mostrado en estos diez años que su empeño por forjar procesos de paz no es solo una palabra dada, sino que viene acompañado de ellos. Si una reunión como esta trae consigo que él tiene que poner algo más de su parte y adoptar decisiones prácticas para favorecer la paz, lo hará.
Es más, si a partir de aquí surgen nuevas posibilidades de diálogo y negociación, ahí estará la Santa Sede. Nadie podría esperar que de un encuentro así salgan soluciones inmediatas, más aún cuando la postura de las partes en conflicto parece enfocada a buscar la victoria militar y solo admitirían una negociación después de un triunfo sobre el terreno. Lamentablemente, en una guerra nadie gana y hay víctimas por todas partes.
P.- ¿Se puede acusar al Papa y a la Santa Sede de equidistancia?
R.- No. Habría equidistancia si se hubieran manifestado equidistantes con respecto a las víctimas. Pero no ha sido así. Tanto en sus declaraciones como en el envío de ayuda humanitaria, Francisco ha mostrado su cercanía y solidaridad con un pueblo devastado en un país totaltamente destrozado. La Santa Sede y el Papa se han expresado con claridad frente a quien ha iniciado una agresión contra el Derecho Internacional.
No hay que olvidar que, un día después de que se desatara la invasión, el Papa se personó en la embajada de Rusia ante la Santa Sede. A la par, han mostrado la pertinente prudencia de un agente que quiere abanderar una mediación alternativa a la violencia.
P.- En el Vaticano hay cierta sensación de pesadumbre ante la reacción de Zelenski de no moverse un ápice de su postura. ¿Debe ceder o seguir resistiendo el líder ucraniano ante la ofensiva constante de Putin?
R.- Si uno y otro tienen la conciencia de que van a ganar, resultará complicado frenarles por otra vía. Sí se puede pedir a la comunidad internacional que, por modestos o dudosos que puedan parecer los esfuerzos de paz, hay que apostar por ellos y actuar. Me llama la atención el ofrecimiento de China para una mediación, pero, más aún, que se cuestione ‘per se’ su propuesta solo porque parte de un régimen autoritario y socio de Rusia.
Hay que aprovechar toda oportunidad que sume. Por otro lado, hay que reconocer que Europa se ha visto con este conflicto encima y con la ausencia de una reflexión profunda para trabajar desde el convencimiento de que tu seguridad tiene que ser la seguridad del otro. Si se sigue generando miedo, tú nunca vas a estar seguro.
P.- Al inicio de la contienda, el Vaticano defendió el derecho a la legítima defensa de Ucrania y, por tanto, al envío de armas. Sin embargo, un año y medio después, la escalada de violencia no cesa y el Papa está alertando una y otra vez de las letales consecuencias…
R.- Nadie niega ese derecho a la legítima defensa, pero sabemos que aumentar el suministro de armas genera un efecto pernicioso, porque el mensaje que se lanza no solo es que este conflicto únicamente se gana si utilizas un armamento más destructivo y potente, sino las otras 55 guerras abiertas en el mundo. Cuantas más armas corren por el planeta, peor para todos, salvo para la industria armamentística. Confiar en las armas hace que se bloquee toda iniciativa en otros campos como el diplomático y el comercial, que podrían ayudar a desatascar la situación.
El papa Francisco ha dicho muchas veces que los conflictos actuales son tan complejos y hay tantos actores involucrados, no solo los Estados, que volcarse en la prevención resulta fundamental. En Ucrania llevamos diez años perdidos: se nos ha escapado de las manos a todos, porque desde 2014, cuando estalló el episodio de Crimea, se podían haber tomado decisiones importantes a nivel político. A posteriori, tampoco hay que olvidar que no solo hay que resolver el conflicto en su violencia, sino en la fase posterior de reconciliación y reconstrucción