Un terremoto en la provincia jesuita de Bolivia aún tiene sumidos a sus 52 sacerdotes en un lento proceso de “asimilación de esta realidad”. Así describe el panorama actual Bernardo Mercado, provincial de la Compañía de Jesús, tras conocerse los abusos cometidos hace décadas, buena parte de ellos, en el Colegio Juan XXIII, en Cochabamba, por los curas españoles Alfonso Pedrajas Moreno, Antonio Gausset Capdevilla y Luis Tó, revelados por El País.
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A los que luego se sumó Luis María Roma Padrosa, investigado por la Fiscalía. El superior, con apenas 10 meses en el cargo, ha tenido que lidiar con “esta situación horrorosa que nos llena de vergüenza y arrepentimiento”. “No concibo cómo alguien que quiso servir a Dios, a los demás, haya podido actuar de esa manera tan abominable”, subraya.
En conversación con Vida Nueva, explica las acciones que ha venido emprendiendo para que se apliquen correctivos ejemplares y, sobre todo, ser empáticos con las víctimas, porque “les debemos no solo una petición de perdón, sino acciones claras y concretas de que buscamos que haya justicia integral para ellas”. Por ahora, adelanta también un recorrido “a cada una de las comunidades y con ayuda de algunos jesuitas para llegar a las obras e instituciones; es necesario hacer el ejercicio de escucha de muchas voces, muchos corazones y mentes, que están colaborando en la misión del cuerpo apostólico de la Compañía”.
PREGUNTA.- Al asumir este “pasado oscuro”, ¿cómo se han planteado las nuevas generaciones de jesuitas prevenir estas situaciones de abusos?
RESPUESTA.- Lo primero que hay que señalar es que la conciencia sobre la realidad de los abusos en la Iglesia, y en la Compañía, así como el grave daño que ocasionan en la vida de las personas es cada vez mayor. Por ello, en concreto en la provincia de Bolivia, se fueron implementando una serie de mecanismos, procedimientos y orientaciones tanto sobre la prevención de los abusos como la salvaguarda de menores de edad y personas vulnerables, y los protocolos de actuación ante denuncias.
Estoy convencido de que las nuevas generaciones en la vida religiosa, nuestros compañeros jesuitas más jóvenes, tienen una mayor sensibilidad al respecto y son quienes han ido participando más en los procesos formativos durante su preparación al sacerdocio y son más exigentes a la hora de contar con protocolos bien establecidos (tanto de prevención como de actuación ante casos). No obstante, hay mucho camino que recorrer para que alcance a todos, también a las y los colaboradores en misión en distintas instituciones.
Empatizar con el sufrimiento
P.- Estos hechos han movido y conmovido a los jesuitas en Bolivia. ¿Han hecho algún ejercicio de escucha para aclarar estas situaciones y purificarse de cara al futuro?
R.- Solo lo que es asumido podrá ser sanado y redimido. Por ello, en la provincia queremos examinar las distintas mociones que el Espíritu ha suscitado en nosotros y las que se han producido desde la constatación de esta dolorosa realidad para actuar en el presente y futuro con consignas claras de transparencia y cero tolerancia ante cualquier caso que involucre a cualquier persona dependiente de la Compañía de Jesús. Pero lo anterior carece de sentido si como jesuitas no estamos mucho más sensibilizados con el dolor que se ha producido a las víctimas.
Tenemos que poder contemplar y empatizar con el sufrimiento que han padecido y padecen luego de tantos años. Lo primordial, aunque necesario, no es una atención interna, eso se irá dando. Lo realmente urgente y principal ahora es atender, acompañar, ser empáticos con todas y cada una de las víctimas. Por ello se ha establecido una nueva persona responsable del espacio de ambientes seguros para prestar atención en la escucha y acompañamiento a las denuncias, tanto legal como psicológico